jueves, 30 de julio de 2009

Libreta. 29julio

Te quiero; dos palabras que lo pueden significar todo o no pueden significar nada. Dos palabras, un pronombre y un verbo; dos personas: tú y yo.

A veces me pregunto si es necesario amar para querer o si una cosa implica ya a la otra. Amar es distinto. Amar es pasión, fuego, exaltación de la confianza. Es volverse ciego; es tiempo, virtud. Amar es precioso y amar y ser amado seguramente sea lo mejor.

Pero amar así porque sí, no. Para que engañarnos. El amor se forja con el tiempo, en la cálida relación que uno a dos personas o en la fría soledad de un individuo. Pero eso no me preocupa. Porque yo te quiero.

Y querer también tiene su qué. Querer también es tiempo, es cariño y confianza. Querer es extremadamente bonito, pero en menor grado. Por eso no tengo ninguna duda de que te quiero. Y te quiero de tantas formas que no sé ni cómo decírtelo.

Porque cada día te quiero más. Más cerca, más mía y más libre. Te quiero sonreír y te quiero sonriéndome a cada momento. Te quiero feliz y a gusto, a tu ritmo. También te quiero olvidar, perder y volverte a encontrar de nuevo para poder volverte a querer de nuevo. Te quiero ver, pensar, escribir e inventar. Te quiero aprender las palabras más bonitas. Besar, contemplar y sentirte… porque al fin y al cabo te quiero no significa nada, pero al mismo tiempo lo significa todo.

lunes, 20 de julio de 2009

Libreta~MediadosdeJulio

Y allí volvía a estar, plantado en frente de la que en su tiempo había sido su casa. Ni él mismo recordaba cuanto tiempo había pasado desde que marchó. Pero eso ya no importaba; Sístole había vuelto al hogar. Todo seguía igual. Todos sus escritos, hojas esparcidas por todos lados, libretas e infinidad de bolígrafos gastados y por gastar. Sucio y desordenado; acogedor.

Cuando Sístole abrió la puerta no le extraño en absoluto que ésta no estuviera cerrada. De hecho esperaba que así fuera porque ya se imaginaba quien había dentro. Jack estaba allí, tumbado entre la inmundicia y la mugre acumulada, fumando y mirando la televisión que él mismo había regalado a Sístole y que éste jamás usó. El poeta se pasaba todo el día pensando en letras, en musas y poesías. No tenía tiempo para ver la televisión.

Jack tenía el rostro más pálido de lo habitual y grandes ojeras bajo los ojos. Sin tan siquiera mirar a Sístole le preguntó:

- ¿Qué, ya has vuelto?

Sístole se limitó a asentir levemente con la cabeza y se sentó en la mesa tras preparar algo de café y un cigarro. Jack se incorporó y tambaleándose se sentó también a tomar café. Parecían un espejo. Jack y Sístole se parecían bastante físicamente, el poeta era algo más descuidado con su aspecto y tenía una barriga que depende como se mirara podía tildarse de graciosa o algo preocupante.

Ambos se sirvieron algo de café y se miraron fijamente a los ojos sin decirse ni una sola palabra. Era como si intentaran desesperadamente forzar al otro para que empezara a hablar. Y de nuevo fue Jack quien rompió el silencio.

- ¿Por qué has vuelto?

- Esta es mi casa… - respondió el poeta sin gran entusiasmo

- Este ya no es tu hogar, Sístole. Han pasado… ¿cuánto?, ¿tres, cuatro meses? ¡¿Por qué te fuiste de aquel modo?!

Jack era muy temperamental y empezaba a encenderse. Odiaba a Sístole con todas sus fuerzas y de hecho debería haberse alegrado el día que se marchó y mató a todas sus estúpidas musas. Pero no lo hizo. En vez de eso se sintió destrozado por dentro. Era su antítesis, su némesis, su antagonista perfecto y seguramente por eso la marcha del poeta le dolió tanto.

Y otra vez vino el silencio. Pero en esta ocasión no fue Jack quien volvió a romper el hielo. Para nada. Tampoco lo hizo Sístole. El silencio fue interrumpido por el sordo sonido del llanto de Jack. Era desolador; era como ver a un gran guerrero arrodillado ante su enemigo, temblando, muerto de miedo y suplicando por su vida. A Sístole se le retorcía el corazón de ver a Jack llorar. Jack jamás lloraba y mucho menos delante de Sístole.

El poeta, conmocionado, pasó su brazo en señal de consuelo sobre la espalda de Jack y empezó a narrar la historia de lo que había sido su vida en los tres o cuatro últimos meses:

- Como bien sabrás, Jack, todo empezó aquella maldita noche. No sé muy bien como ocurrió, todo fue muy deprisa. Lo único que recuerdo es mi corazón palpitando demasiado rápido, sangre en mis manos y tantos cadáveres de musas que se contaban por decenas. – paró unos segundos intentando olvidar aquella escena y rascándose su mal afeitada barba continuó – Desde aquella noche y durante setenta y seis noches consecutivas no pude dormir. Cuando cerraba los ojos se me aparecían, cada noche era una diferente y tan sólo me preguntaban una cosa: “¿Por qué?”. Por las mañanas amanecía con el cuerpo lleno de heridas. – y levantó su camiseta para mostrar a Jack su desnutrido y masacrado cuerpo – Pero la septuagésima séptima noche por fin pude conciliar el sueño. Y allí apareció ella, “la Diosa”. Jamás antes la había visto y, de hecho, tampoco la recuerdo, pero estoy seguro de que era ella.

- ¿Y qué te dijo? – preguntó Jack ya recuperado y fumando mientras escuchaba con asombro las palabras de su contertuliano

- Al principio creía que venía a castigarme por lo que había hecho. Pero aparentemente sigo vivo, continuo sabiendo escribir y en el mundo siguen existiendo las hojas y la tinta. Entonces millones de preguntas empezaron a amontonarse en mi cabeza. Y no paraban de surgir nuevas preguntas ante el silencio. Con calma, “la Diosa” respondió una a una para terminar sentenciando: “Ve en paz, pobre diablo. Ve y toma de nuevo las riendas de tu vida. Puede que te estén esperando”

Jack, que ya había terminado su cigarro, no sabía cómo sentirse. Tan siquiera sabía que decir, pero Sístole continuó.

- Los tres siguientes días estuve escribiendo con mi propia tinta hasta que caí desmayado. Cuando desperté decidí que era el momento de volver.

- Tranquilo – dijo finalmente Jack – mañana mismo me iré de aquí

- No te preocupes, puedes quedarte

Pese a todo lo ocurrido aquella tarde, a la mañana siguiente ese aparente vinculo de complicidad que parecía haberse creado entre Jack y Sístole ya había desaparecido por completo. Sístole seguía pensando que Jack era un maldito parásito y Jack seguía odiando al poeta. Aun así entendieron que se necesitaban el uno al otro para sentirse parte de algo y, sobretodo, para sentirse vivos.


Notaas: Bueno, esto llevo unos cuantos días escribiendolo y en estos "cuantos días" he estado bastante "remix" anímicamente. Así que supongo que se ha ido perdiendo el royo y al final pues habré dicho cosas que no quería en principio y no habré dicho otras. De todos modos creo que todo ha acabado bieen. Espero poder juguetear un poco con la historieta esta. Por cierto, sigo esperando que se me diga quien era ese anonimo... aunque ya no me importa tanto, quiero saberlo. paaz!"

viernes, 10 de julio de 2009

9julio


Búscate una buena mujer me dijeron. Al menos, búscate a una que te quiera. Aquella frase, aunque con distintas palabras, pero en mensaje igual, ya era la cuarta o quinta vez que la oía esa semana. Lo cierto es que también era la segunda vez que me iba de casa en menos de diez días por no soportar la situación.
Se me estaba atravesando el verano. Aun eran principios de Julio, pero ya me estaba agobiando y mucho. Trabajaba mal y poco y no tenía dinero para nada. En casa las cosas iban de mal en peor y, aunque tal vez no, yo me sentía responsable de agravar día a día la situación. Me sentía intranquilo, mustio, desganado de todo y profundamente solo.

Pese a que este año compartía mis noches con más gente de la que lo hice el verano anterior, me sentía vacío. Faltaba algo en mi vida. Faltaba una mujer, una musa que inspirara al artista que una vez hubo en mí.
Dicen que es el poeta quien elige a la musa y luego es esta quien decide si se queda o no. Y yo ya lo tenía decidido. Ya había soñado con ella y desde entonces me pasaba las mañanas suspirando sílabas por su ser. Recordaba esos ojos de diamante esmeralda que lucían sin cesar. Deseaba su piel, su peso, volver a hacerlo; volver a escribir por el simple placer de hacerlo y no por borrar esa angustia que burbujeaba y ardía cada vez más dentro de mi.

Ya había tomado la decisión. Ya había escrito con un poco de tinta negra lo oscuro de mi futuro. Últimamente la suerte no me acompañaba. Iba a esperar, sentado y fumando, a que la musa, aun sin nombre pero aunque creo que con dueño, viniera a mi. Iba a cambiar las reglas y esperaría todo lo que hiciera falta a que fuera ella quien, de entre todos, me eligiera. Y mientras tanto seguía escribiendo y tarareando esta estrofa que no podía quitarme de la cabeza…

NO TENGO PAZ, AMOR, FELICIDAD NI DINERO. NO SÉ DE QUE ME QUEJO SI EN EL FONDO LO MEREZCO…