jueves, 6 de septiembre de 2012

in tyler we trust


¿Hablas de nuestra relación? Pues te estás equivocando: este asunto no es solo nuestro, no somos especiales. ¿Qué quieres, una declaración de principios? ¿Te la envío por correo electrónico y la añado a tu lista de deberes? Tú decides tu grado de implicación.
 Olvida lo que sabes, tienes que olvidarlo todo, ese es tu problema. Olvida todo lo que crees saber de la vida, de la amistad y especialmente de nosotros. 
¿Qué desearías hacer antes de morir?

miércoles, 5 de septiembre de 2012

colores


Blanco. Sereno y tranquilo, un pequeño orbe de paz que gira y gira salpicando creatividad. En un momento mi mente se pone en marcha y me abstraigo del mundo para presenciar el divino espectáculo de vida y de muerte, de creación y destrucción que tiene lugar en mi cabeza. Es tal ese frenesí que, en mi Soberbia interior, siento que me elevo tanto que llego hasta ver a dios por debajo del hombro. Floto en ese mar de ideas, en ese lugar donde mil historias se tejen al instante frente a mis ojos. Cabalgo por los vastos prados de la imaginación en aras de la catarsis, en aras de un ápice de paz.

Rojo. Pero de pronto siento que me invade el pecho algo que no sabría explicar, una presión interior que sube mi ritmo cardíaco, que me hace respirar más fuerte y que nubla mi mente. Siento que en mis venas hierve ácido y que en mi cabeza se detiene todo ese frenesí de creación. Siento la Ira visitándome. Todo se tiñe de rojo y llega el caos. El fuego está por todas partes y los demonios que siempre creo haber vencido, vuelven y me rasgan las entrañas. Me hundo en  un mar de azufre, cada vez más y más.

Verde. Cuando recupero mi “consciencia interior” aparezco, como siempre, abatido sobre un campo de fresco verde, rodeado de cenizas. Ese campo verde de desolación, lleno de cráteres de mis anteriores caídas de la vida, de esperanza machacada, mi recoveco. El viento revolotea y mece la hierba antes de llegar hasta mí como un soplo fresco de alivio para mis delirios. Permanezco tumbado a la vera de la Pereza, mirando al firmamento y rogando a los dioses con sordas plegarias que el velero de mi vida llegue, por fin, a buen puerto.

Negro. Por la mañana despierto con los músculos engarrotados, el estómago girado y la boca seca, con la lengua pegada al paladar. La cabeza me va a estallar y solo el humo y la penitencia silenciosa calman ese instinto asesino que despierta en mí esa desgraciada imagen que me devuelve el espejo. Cuando enciendo el cigarro y trago el humo noto como éste baja por mi tráquea y se expande violento, como una estampida en mis pulmones; es entonces cuando noto que falta algo. No tengo ningún cáncer que me mata lentamente, ni soy huésped de parásitos que me devoran pero esta noche hay algo en mí que ha muerto. Un mordisco de la cruda realidad que me era necesario. Palabras, palabras vacías que ya me conozco y se las lleva el viento.

¡Extraña y desconocida tú seas y muera para siempre quien alguna vez creyérase poeta!