lunes, 26 de enero de 2015

confesiones #1

Me encantaba cuando Julia volvía y me daba lo que ella llamaba besitos dulces. Yo aún podía oler el tabaco en su aliento y notar el calor del cigarro en sus labios. Luego me miraba y sonreía y esperaba con ganas a que yo le hiciera una pregunta para que pudiera reflexionar durante un rato. Me excitaba ese insaciable interés y su coquetería. No entiendo porque dejé que me dejara, si acaso eso ocurrió.

jueves, 8 de enero de 2015

todos

Silencioso llega el ocaso, como notas traídas de un pasado ya olvidado. En la primitiva cúpula reverberan ya las estrellas elementales que lloran y esperan a los creadores de belleza. ¿Dónde fueron los poetas? ¿Dónde cayó derramada toda esa esencia tras un incierto punto de ruptura? El viento silba y mece los árboles fecundos a su paso. Las hojas caen y me traen consigo una revelación y una pregunta. ¡Cuánto saber inútil y qué constituyente! 

Camino, me abro paso en un mundo lleno de vacío, repleto de mercancías deseosas de ser intercambiadas. Me ignoran porque sólo soy un hombre que se piensa. El silencio es atronador, casi perverso, pero me siento aliviado cuando, de entre esa masa incierta, aparece un “loco” que grita, con la mirada perdida: “¡BUSCO A DIOS! ¡BUSCO A DIOS!”. Frente a mí se detiene y hunde sus ojos en mis ojos. De debajo del frondoso y enmarañado bigote me susurra estas palabras: “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está? Yo te lo voy a decir: lo hemos matado. Tú, y yo, y todos los demás; todos somos sus asesinos. ¿Pero, cómo? ¿Cómo pudimos hacerlo?” Se lleva el dedo índice a la boca sugiriéndome no hablar y termina: “Este suceso enorme está tan solo en camino, y tan solo ha llegado a los oídos de unos pocos hombres. Sin embargo, nosotros, todos nosotros lo hemos cometido…”.

Todos.


Feliz año nuevo.