domingo, 1 de marzo de 2009

Suciedad

El papel vuelve a gemir. Cuando todo estaba en silencio un bolígrafo rugió con furia. Y tanto hoja como bolígrafo volvieron a encontrarse, del mismo modo que musa y artista se encontraban para darse amor. El problema es que hoy en día ya no había musa. Había pasado mucho tiempo ya; demasiado. Era tan triste que no podía evitar llorar lágrimas de tinta negra, oscura y llena de sentimiento y de pasión. Tinta que me serviría para contar historias y enamorar a una hermosa zagala con bonitas palabras. Tinta para escribir un cuento que te acunará todas las noches.

Y es que ya lo dicen, las buenas costumbres nunca se pierden. Podrá pasar todo el tiempo que quiera que yo nunca dejaré a un lado el placer de rasgar un papel con mi propia tinta.

¿Cuántos bolígrafos habrán muerto ya, orgullosos de haber escrito tantísimas palabras? Cuánto tiempo desde entonces… y desde entonces ya nada es lo mismo. Pues un día como otro cualquiera, ella, la musa, la diosa creadora, dejó de creer en el poeta. Y por poco este no muere de pena…

Gracias, vieja
Creo que llevar siempre una libretita y un boli encima
es lo mejor que he hecho en mucho tiempo