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viernes, 29 de agosto de 2014

#290814

[...] Este tipo de gestos instintivos me asaltan diariamente. ¿Falta de amor? ¿Falta de sexo? No lo dudo. Renegué en cierta medida de los demás, por ser como soy y por sentirme como me siento, y para todo en esta vida se debe pagar un precio.
Siento dentro de mí, como Harry, al lobo que me acecha. Tal vez es demasiado presuntuoso por mi parte, pero así lo percibo y así me lo parece. Esa alma feroz y animal me acecha, cada vez más y se cierne, poco a poco, sobre mí, saboreando el inminente bocado, esperando el momento preciso para devorarme. No la siento ajena a mí, aunque sí distinta; la comprendo como parte de mi propia naturaleza y parte de mi propia alma indivisible. ¿Es acaso posible que algo indivisible esté formado por varias partes? Lógicamente no, sensiblemente sí que me lo parece. […] La idea de la simplicidad del alma me abruma, ilógica y racional, dulce absurdo. Sea cual fuere de las tres – o infinitas- partes (partes de mi alma), me es imposible definirme en una sin la presencia de cualquier otra, si no acaso de todas las demás.
Yo soy, reafirmo mi existencia por el lobo, y el lobo es por mí. Sin mí, el lobo moriría de hambre y por eso me quiere y para eso yo soy, tanto que el lobo es por algún oscuro deseo mío que no acierto a resolver. Es más que una idea. Si el lobo fuera una idea mía, él no sería lobo, sería yo, y yo no sería entonces. Nace y prevalece, al igual que yo, al igual que todos de la necesidad, y la necesidad del deseo.
Me abrumo yo solo en los días largos de Julio. El lobo aúlla y yo siento necesidad por lo físico.


22 de Julio.

martes, 21 de enero de 2014

El inmortal muerto. El mortal que no muere.

[…] Entonces yo moriré, algún día, espero; y todas esas hojas (las que he escrito y escribiré) dejarán de pertenecerme y no serán ya más mi problema. – sentencié.
- Pero eso suena muy triste –replicó ella con amargura. – No deberías hablar de ese modo, ni mucho menos de morirte.

- Si no morimos, ¿tendría algún sentido la vida? De hecho, ¿acaso tiene alguno? La muerte es algo que la propia existencia requiere y sin ella la vida sería infinita. Es aquí donde, a raíz de mis queridas relecturas de Borges, especialmente un relato de su magnífico El Aleph, se me plantea una suerte de paradoja que me atormenta de vez en cuando. A saber: suponiendo que yo estuviera marcado por la maldición de una vida inmortal, varias cosas -infinitas, de hecho- me ocurrirían. Entre de ellas está que para mí el tiempo desaparecería. Los meses pasarían como días, los años como meses, las décadas cómo años… No existiría pasado ni futuro, todo sería un continuo presente que nunca termina. En este infinito momento todo me ocurriría tarde o temprano, si se me permite la inconsistencia, al menos todo lo posible, pero esto también es discutible. Ahora bien, dentro de las posibilidades está también la temida y deseada muerte que me liberaría del tormento de una existencia inagotable. Sin embargo, el hecho de que yo, inmortal, pudiera morir en alguna ocasión me devolvería al tiempo y al mundo finito y la mortalidad. Todo lo que me pueda ocurrir entonces se resume apenas a varios miles de acontecimientos. No puedo sino pensar en que cabe la posibilidad de que la muerte no entre en la serie de suertes que van a acontecer en mi vida finita; de este modo me volvería de nuevo inmortal… - hice un alto en mi disertación. Tenía la boca completamente seca, no estaba acostumbrado a hablar tanto tiempo seguido. Miré a Elisenda y su mirada estaba hundida una mezcla extraña de incomprensión y fascinación. Bebí agua y terminé – Seguramente haya muchísimos detalles en las que no reparo ni acierto en pensar y que conviertan todo este razonamiento en una tontería, pero no soy capaz de ver dónde yerro… […]

Si me ausento por un tiempo, disculpen. Estoy con algo entre manos, si acaso a alguien le importa.

martes, 7 de enero de 2014

fragmentos#2

Puedo escribir sobre ésto y aquéllo, sobre lo grande y lo pequeño, del placer y el sufrimiento; de amores que no siento y de dolores que no tengo. Puedo escribir sobre el odio, el perdón y el arrepentimiento. Borracho, con el corazón abierto, desierto. Puedo escribir del rico y el plebeyo, de ellas, de ellos, de la vida y los sueños. Sobre el amor bello, lo nunca olvidado, lo real y lo fingido. Sobre ésto y aquello, el todo y la nada, por supuesto. 

Pero si mañana digo que ya más no escribo, mátame, tú que dices que me quieres.
Una por haber mentido.
Dos, por estar cansado de estar vivo.
Garabateo. Ya no sé ni lo que digo.