Mostrando entradas con la etiqueta enSUCIO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta enSUCIO. Mostrar todas las entradas

martes, 10 de septiembre de 2013

El maldito Horacio

El amor es una maldición de todos, pero sobretodo de los que no decidieron amar, pues es sobre ellos sobre los que más pesa las candentes losas de su penitencia. Es aquél que jamás amó a los otros, salvo a sí mismo, queriendo y respetando a los demás sobre el que un día, dicen, cayera el embrujo del amor. Horacio, llamémosle al infortunado aojado, conoce a Ondina, llamémosla a ella, y siente de repente una convulsión en su pecho, una corriente que recorre su espalda de arriba abajo y una obnubilación general. Desde entonces ellos compartieron ese amor que Horacio, candoroso y embelesado sintió temprano como una bendición. Y nada más lejos de la verdad, todo aquel tiempo que disfrutaron de esa dicha que les fue entregada, de la suerte de convivir juntos sus días y sus noches de pasión, para Horacio aquello era lo mejor que le había ocurrido en su vida y no tardó en sentenciar: “Jamás he sido más feliz…”. Y así era. Pero en el fondo de su ser, en un pequeño recoveco de su alma había algo que añadía siempre a su regia sentencia: “… y seguramente jamás llegue a serlo”. Asumía por tanto, sin querer reconocerlo, que había alcanzado una especie de máximo de felicidad que difícilmente podría superar.
Al principio poco le preocupaba, pues Ondina le procuraba todos los placeres que él pudiera imaginar. Sabía que no era la más bella, ni la más lista, pero para él, hasta la mismísima Afrodita debería agachar la cabeza ante la belleza de su amada y la sabia Atenea buscar consejo en sus palabras.

Pasaron así los días y las semanas. Las semanas se amontonaron y tornáronse meses, los cuales se consumieron en años. Dos o tres pasaron hasta que, como suele ocurrir cuando no puedes pensar con claridad, Horacio y Ondina se dieron cuenta de que su amor se marchitaba, pero, tal vez, por miedo a acelerar su proceso, por pereza o cuál quiera que fuera el motivo (o los motivos) todo fue disolviéndose poco a poco y todo aquel amor, aquel compartir y aquella felicidad terminó.

Horacio lloró, maldijo, se enfadó, se apiadó, intentó comprender, pero el amor es un pensamiento del corazón, algo en otro nivel de raciocinio de lo que puede entender nuestro cerebro. Pasados muchos meses, buscadas muchas excusas Horacio, tras mucha batalla contra el más vil y peligroso de todos los pecados, la Pereza, y la desidia consiguió de nuevo recuperar las ganas de vivir y recogió las riendas de una vida que había maltratado y pisoteado a base de alcohol, drogas, sedentarismo e ilusiones y promesas que jamás debió hacerse. Por aquel entonces ya hacía demasiado tiempo de Ondina, ya apenas la veía, apenas sabía de ella. Al principio eso le horrorizaba, pues no sabía que era peor, si el punzante desconocimiento de su vida sin él o conocer verdades que seguramente no estaría preparado para soportar; o peor aún, mentiras que pretendían ser verdad para intentar no herirle. Piedad podrida, un espejo dónde reconocer sus debilidades y miedos. Con mucho esfuerzo consiguió dejarlas pasar y que el tiempo se las llevara mar adentro en el océano de la memoria. Poco a poco se fue despojando de aquello que no le propiciaba ningún bien, ningún beneficio e incluso ningún mal. Casi todo fue capaz de dejarlo ir, pero había algo que se resistía. Algo anclado a su alma y que seguramente solo la muerte lo libraría de ello; pues por mucho que lo intentaba había algo dentro suyo que impedía borrar las huellas de Ondina y su legado. La desazón, incluso el dolor que le propiciaba cualquier recuerdo de Ondina, por fugaz y vago que fuera, le producían un efecto similar al simple hecho de pensar en olvidar por completo a su antigua amada. Comprendió pues que esa era la condena por sus hechos, el precio que debía pagar por toda aquella felicidad gratuita de la cual disfrutó años atrás. Seguramente, en ese contrato no escrito que es el amor había una clausula en letra diminuta que advertía de este coste y que nadie, jamás, leyó. La bendición se convirtió en maleficio, aunque lo más probable, y lo que Horacio piensa, es que siempre lo fuera.

*ni me he molestado en releerlo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

sueñas y despiertas


Aparecí ahí, como siempre sin saber como. Encontré a un anciano que yacía moribundo. Me acerqué y pude ver como la muerte ya le susurraba al oído. Sin embargo la serenidad que desprendía su rostro me hizo pensar lo contrario por un momento. Seguí acercándome y el anciano me miró, abrió la boca y con un trémulo y débil hilo de voz me dijo:

- Me voy hijo.
- ¿Y no le apena morir?
- ¿Porqué? - A cada palabra que decía parecía agotársele más y más la vida - Ha sido un fantástico sueño de 87 años, y no hay nada mejor ni más bonito que soñar. Creo que ya es hora de que me despierte...

Dicho esto la muerte se lo llevó. 

Aparecí en mi cama, en la oscuridad de la noche, con el colchón prácticamente deshinchado. La desdicha se cierne, como siempre, cada mañana, cuando uno se despierta. ¿Despertar?

miércoles, 30 de enero de 2013

Pequeñas memorias de la tierra que me amó


Muchos días han pasado desde la última vez que pisara yo esas tierras; tantos que más que una cifra exacta o aproximada es tan solo un largo y vago periodo de tiempo indefinido en mi cabeza.

Aprendí con el tiempo que el exilio es una horrenda prohibición; la obligación de tomar cualquier otro camino que el que tú deseas. Y es que, aún hoy, tras haber visitado otras tierras, algunas hermosas como ángeles, otras vastas como la propia imaginación o simplemente lugares de paso, no he encontrado ninguna que me haga querer formar parte de ella. Soy un hombre sin patria, un soldado sin ejercito, un viajero que escapa buscando un lugar. Joven turista del tiempo cansado ya de la vida.

Todavía recuerdo cuando mi patria me quería, esas tierras para mí tan extensas pero que realmente no abarcaban más que la piel de una princesa. Nunca las creí de mi propiedad pero sé que me pertenecían de algún modo más allá de lo material. Recuerdo con nostalgia sus soleados días y cálidas noches, su dulce y fiera naturaleza. Yo la amaba y ella me cuidaba. Era casi perfecto. Pero un día vinieron las tormentas, la lluvia y los relámpagos. El cielo se oscureció, el verde ya no era verde. Esa tierra ya no me amaba y sopaban vientos huracanados; los cielos lloraron hasta inundarlo todo de pena y el fuego se apagó. El mensaje era claro: ya no podía permanecer más allí.

Me fui o esa tierra me desterró, lo cual es lo mismo. Ahora escribo estas cosas mientras extrañamente el sol brilla con tonos leves en el cielo de mi ya bienquerida Viena. El viento sopla y el humo se va por el camino. 
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

sábado, 30 de junio de 2012

pesadillas


Sol las 4:23 de la madrugada, entre un viernes y un sábado. Sorprendentemente la temperatura es agradable y no asfixia pero no para mí. Me despierto en mi cama, empapado en sudor, con la boca seca y las encías hinchadas de apretar tanto la mandíbula. Tembloroso; me noto el pulso acelerado en las sienes. Angustia. Llevo cerca de cinco horas durmiendo pero me desvelo y estoy agotado. Mis piernas y mis brazos están entumecidos y respiro, rápido y entrecortado, como si me faltara el aire. Agonía. ¿Por qué aún me buscas, o te busco, cuando duermo, débil y vulnerable? Me incorporo y bebo agua y salgo fuera, al balcón, a ver la noche para que me dé el aire. Cierro los ojos y todavía puedo ver imágenes y secuencias nítidas de mis pesadillas que rápido se disuelven, pero su esencia aún queda en el recuerdo. Te he visto, tan clara y real que juraría que no ha sido una simple pesadilla. Te he visto y te he tocado, lo juro; te he sentido tan cerca que incluso he oído a mi mundo estremecerse. Son ya cuatro noches que yo cuento con los dedos. Son ya demasiados días en los que ya no le temo al fuego, pero sí a las cenizas. Pesadillas. Insomnio.

"Ejercer el olvido por voluntad es imposible".

martes, 19 de junio de 2012

A un verano de distancia

A un verano de distancia de una nueva vida. A un verano de distancia de una fecha fija. Un 12 de septiembre será oficialmente el inicio de una nueva época, de un nuevo capítulo que ansio por escribir. El principio de un viaje que hoy entendí que empezó hace ya casi un año... Un preludio demasiado largo y doloroso del que por fin alcanzo a ver el final. A un verano de distancia de poder empezar a escribir la historia más viva e importante que jamás quise imaginar. El corazón se me encoge de la emoción. Ahora solo espero con nerviosa paciencia, pues para bien o para mal el tiempo siempre pasa. A un verano de distancia...

jueves, 7 de junio de 2012

sinTÍTULO#3

Sientes esa agonía en el pecho que te oprime; no sabes qué es pero lo notas rígido y tenso como un corsé que no te deja respirar. Quieres deshacerte de esa sensación y por eso escribes, pero son cosas feas y tristes, letras que te anestesian momentáneamente pero no son suficiente. Te entiendo.
Quieres ir lejos, correr hasta notar tus piernas temblorosas por la fatiga, pero sólo te ponen barreras. Quieres desaparecer, cerrar los ojos y al abrirlos encontrarte bien lejos. Ven conmigo, coge mi mano y jamás querrás volver a huir. Ven conmigo y correré a tu lado y romperé todas esas cadenas que no te dejan marchar. ¿Quieres volar? Ven y te daré alas y surcaremos los cielos de nuevos mundos y te llevaré hasta sus confines. Ven conmigo y yaceremos juntos, prácticamente libres, solamente esclavos del placer. No te prometo oro, ni te pido amor; tampoco puedo dártelo. Tan sólo quiero sonreír contigo y beber de la miel de tus ojos. 
Yo no sé quién eres pero te quiero conmigo. ¿Sabes tú quién soy?

miércoles, 30 de mayo de 2012

#pensando

Pensando anoche en algo que escribir, me dormí.
Pensando en ti, sentí.
Pensando el otro día en algo te vi.
Pensando en mi, morí.
Pensando por pensar te perdí.
Entonces dejé de pensar así.

martes, 15 de mayo de 2012

historiasdeÉL#3

En medio de aquella desolación, harto y perdido, sin entender nada, de pronto escuchó su voz que le decía:

Perdóname ángel por permitir que el dolor que me azota me cambiara y me volviera irascible. Perdóname por pagar con quien no debía el tormento de las lágrimas, pero aún tenía fe y la esperanza loca de que algo imposible ocurriría. Perdóname hermano por no oír de tu consejo; por no querer mirarme en el espejo y así reconocer todo el daño que me han hecho y que me he hecho. Perdóname por querer seguir viviendo en un recuerdo y en un sueño del que no quería despertar. Perdonadme, de veras, por seguir leyendo las historias de mis penas y recuerdos y, sobretodo, por no ver que ese cuento ya acabó y yo cometí el pecado de querer seguir escribiendo donde mi tinta ya no era querida.  

Aquellas palabras que reconfortaron su alma no dejaban de ser más que el eco de su propia voz. No estaba todavía convencido de ello, pero no quería dañar más a quien no debía. Seguramente él no lo quería, pero era la única solución.

miércoles, 2 de mayo de 2012

#nada

Nada es relevante, nada importa y nada me preocupa. Parece bonito y apetecible, pero no lo es. Es la absoluta falta de necesidad, raíces que nacen de mis pies y se hunden en el suelo. Me arraigo en la nada.
No hay motivación, solo monotonía. vaya dónde vaya, esté dónde esté siempre me encuentra y cuando me encuentra viene rápida por mi, me abraza y me besa; me sonríe, me embriaga con su aroma y me embauca con sus mentiras. Con sus tiernos labios me susurra cuentos al oído y siempre caigo... Soy un hombre débil y ella una mujer astuta. Es la misma historia de siempre: un hombre y una mujer llamada Desidia.

Y ahora dime qué hacer, qué harías si tuvieras hambre pero no ganas de comer. El alcohol apenas me embriaga, las drogas levemente embelesan mi ser que a todas horas es consciente de que todo sigue su curso excepto yo. Dime tú qué hacer cuándo tienes mil balas pero ningún objetivo que abatir, cuándo tienes todo el dinero pero nada que comprar...

Nada es relevante, nada importa y lo peor es que siento que nada necesito. Simplemente sigo dando vueltas en círculo, monótonamente, como una aguja da vueltas a un reloj.

miércoles, 4 de abril de 2012

enSUCIO#2

Fumo y olvido. - Hoy puede ser un gran día... - rutinariamente me levanto cada mañana diciéndome lo mismo. Pero no es así. Cada día parece ser la copia de una copia de una copia; cada día es más de lo mismo.
Siento la pérdida del tiempo, como arena que granito a granito se escabulle entre mis dedos. Un vacío en el tiempo sin apenas nada remarcable. Un estancamiento. Un paréntesis vacío que empezó hace ya bastante tiempo y que aun le queda otro tanto para terminar.
Puede que sea un castigo por el daño que he hecho y que me he hecho; puede que sea una prueba de estas que te pone la vida. Posiblemente puede que sea algo que ni siquiera me planteo.

El camino sigue siendo gris, monótonamente duro y machacón. Como cada día seguiré andando, lo mismo que andé ayer y lo mismo que andaré mañana. Lo mismo cada día. 
Desidia.

domingo, 1 de abril de 2012

bonaNIT#1


Cada vez estoy más convencido de que no soy un consumidor apto para este tipo de formato de noche que se nos vende hoy en día. Tal vez sea muy triste, no lo niego, pero prefiero mil veces mis noches de humo, de “yumanji”, en unos mundos etéreos e intangibles creados por miles de ideas que chisporrotean en mi cabeza. Prefiero que todo aquello que tomamos para desinhibirnos, más que para perder la vergüenza y gran parte de nuestras capacidades motrices sirva para expandir nuestros límites de pensamiento, para que seamos capaces de crear inmensas fantasías e historias; para que seamos capaces de pensar libres sobre nuevos horizontes.
Tal vez sea muy triste, pero no me gustan estas cosas que se hacen hoy en día. Prefiero mi noche y mi tranquilidad. Prefiero una buena discusión sobre la trivialidad más absurda o la cosa más retorcida y rebuscada que se pueda imaginar. Y sobre todo prefiero las risas de aquellos que más quiero. Por eso a ellos agradezco que aún me aguanten.

viernes, 30 de marzo de 2012

enSUCIO#1


He mirado a los ojos a mis miedos más profundos. Masacraron y prendieron mis sentimientos y quedé vacío por dentro. No tenía fuerzas. El sol no iluminaba en mi vida, el viento ya no soplaba. En medio de esa calma no había ápice de paz. No había pena ni alegría. No quedaba nada, tan solo yo, tendido en medio de la nada.
Poco a poco, casi sin darme cuenta, fui masticando todo ese sinsentido insípido y toda esa desolación. Aquella masa que mascaba se convirtió en rabia y odio. Masticaba y masticaba hasta que al fin tragué. Ahora esa rabia yace en algún lugar dentro de mi y, como una maldición, a veces arde y prende mis entrañas.
Con el paso de los días el mundo volvía a recuperar su forma, sus colores, su vida… volvía a recuperar el hilo del tiempo. Pero a pesar de ello, aun no encuentro ese brillo de las pequeñas cosas que antes percibía. Todo es como si fuera un perfecto decorado, casi tan vívido y real como la vida.
Ahora, cuando recuerdo estas cosas, noto arder infinidad de cicatrices y me reencuentro con ese sabor metálico a dolor. Miro al norte y veo esas tierras que para mi son malditas, pero aun no comprendo realmente que siento al mirarlas. Pero miro más allá, más al norte y veo la fría luz de nuevas promesas. Veo una luz glacial, pero a la vez cálida y acogedora que me invita a que vaya con promesas analgésicas.