lunes, 13 de mayo de 2013

#161


- M'ha vingut al cap una historia: Va d'un home que es fa mal a una cama durant una cacera. És al bell mig d'una sabana sense cap lloc on anar; la cama se li comença a engangrenar i la mort el ronda. Finalment arriba un avió de rescat i des de dalt contempla el paisatge borrós que gradualment s'allunya dels seus ulls. Veu el cim cobert de neu, resplendent, de la muntanya. La muntanya es diu... tant n'és, ara no me'n recordo. El cas es que l'home pensa: "És allà on vull anar".

- I què?

- És una història que no suporto. L'home és presoner del seu passat. És com si busqués amb tota l'ànima la prova de que és viu. Abandona. Quan ens vam conèixer em vas dir que eres un home que ja s'havia mort una vegada; no hi tornis ara.

- Va ser per una dona. Em va agradar, podria haver estat la dona de la meva vida, la meva altra meitat. El que sempre he buscat.

lunes, 6 de mayo de 2013

Tot just fa un any


Avui fa tot just un any que un noi que coneixia va morir. Per aquest motiu, aquest matí després de llevar-me he encès el cigar de l’esmorzar i he preparat un maldestre pastís (si es que allò podia anomenar-se pastís) en una tassa per celebrar aquest dia. Pensava que tenia alguna espelma i m’he posat a buscar entre tota la merda i caos de la meva habitació. No he trobat res, com era d’esperar i ha estat aquest un d’aquells moments en que trobes a faltar a la teva mare i la seva extraordinària capacitat de trobar quelcom. El cas es que m’ha decebut força no poder trobar allò que buscava. Quina mena de pastís era aquell si no tenia cap espelma que bufar?
Acabant-me el tercer cigar del matí i quan ja pensava en llençar la tassa a les escombraries he vist a un racó de la taula una caixeta de llumins. He somrigut, n’he agafat un i l’he clavat al bell mig de la tassa. Ja tenia la meva espelma. Només en necessitava una; només fa un any que havia mort. I de pas, només fa un any que vaig tornar a néixer.
Avui es un dia especial per molts motius, més que els que he anomenat. Quan acabi tota la feina que tinc per avui i sigui ben entrada la nit encendré el llumí, demanaré un desig i brindaré amb whisky per mi mateix i per qui va morir. Jo només sóc un nen perdut d’un sol any de vida i un diari de records massa feixucs que m’empeny d’una banda a una altra. Pot ser que per això encara se m’escapin tantes coses...

miércoles, 1 de mayo de 2013

malos días


Frente al espejo que tengo colgado en una puerta que lleva a ningún lugar, sucio y picado, con un borde dorado y más estrecho en la parte inferior, me miro pero apenas reconozco mi reflejo. ¿Quién es ese? Debería ser yo, pero no me recordaba así. ¿En esto me he convertido? Desde el otro lado del espejo me mira un tipo con rostro serio, con sus ojos apuntándome, pero con la vista en otro lugar. Estoy seguro que apenas me ve. Sus ojos son dos círculos marrones, pardos, envueltos por un anillo negro como la noche sobre una mezcla de blanco sucio de finos surcos rojizos. Más allá de ellos nada, no consigo descifrarlos. No soy capaz de ver más allá de mis propios ojos. 
Pestañeo, disfruto y mantengo ese medio segundo de oscuridad. 

Me siento en el sofá rojo de la sábana verde a fumar y mi barriga se asoma, desafiante, estandarte de mis vergüenzas secretas. Pienso, incluso con un ápice de paternidad en cuánto ha crecido, como si de un hijo se tratara, como si fuera algo bueno. Enciendo el cigarro y mi estómago tiembla; una especie de escalofrío recorre todo mi cuerpo y una sensación de flaqueza me invade. Cierro los ojos y soy capaz de notar como muero poco a poco, pero más rápido de lo que debería. A parte del propio tiempo, del bourbon, del tabaco negro, del verde y del marrón y otros castigos que me aplico, hay algo más. Me consumo poco a poco, soy el cigarro en el cenicero que yo mismo he olvidado. Inhalo el humo y lo suelto. Me siento sucio y mirando a mi alrededor, es lo más normal. Inspecciono mi piel, paliducha, salpicada por infinidad de pecas y lunares, pero sobretodo blancuzca, como sin ganas de vida. Siempre ha sido así. A veces movida por la extraordinaria fuerza de un chico que la solía vestir, empujada por la propia voluntad, por el amor, los sueños y todo ese tipo de cosas. Ahora vagando a la deriva, casi sin inercia ya: blancuzca, como sin ganas de vida. 

Afuera el cielo es azul, claro pero manchado; el tranvía pasa y suenan saxofones por los altavoces. A todas horas las preocupaciones se me amontonan, me comen recuerdos frescos de estos últimos años, incluso algunos en los que casi nunca había pensado. Mi primer profesor de matemáticas, el niño con el que me pegué cuando tenía siete años; muchos momentos de cuando todo era más sencillo, momentos de amor y momentos de pena. Me duelen las rodillas, la espalda. Tengo el estómago vacío, la boca pastosa y las ganas cansadas. Miro por la ventana el cielo azul. Un pájaro vuela y se detiene en un tejado. Cierro los ojos e inspiro. No veo dónde quiero estar, simplemente porque no lo recuerdo, pero sé dónde es. Sueño despierto, me besas y expiro el aire. Y por un minuto me siento en paz.
Demasiados meses ya viviendo a destiempo...