jueves, 7 de junio de 2007

Notas de biblioteca

Inspírame; dime algo que haga que escribir sea un poco más fácil. Tócame y haz que mi piel se estremezca. Rózame con tus labios con dulzura y convierte esto en una película de amor con un final feliz. Quiéreme con fuerza, que las palabras más bonitas no se dicen y yo no puedo hablarte. Siéntate a mi vera, cerca para que pueda abrazarte con mis brazos. Sonríeme como frecuentas hacerlo. Escúchame porque un silencio es muy importante. Abandóname a mi suerte para que así, por una casualidad, pueda encontrarme contigo de nuevo.

Inspírame, Tócame, Bésame, Quiéreme, Abrázame, Escúchame, Sonríeme, Abandóname. Hoy quiero empezar un nuevo cuento contigo, porque las grandes historias se empiezan pasando de página.

Parte de mi nuevo yo. Quizás esté haciendo de todo esto demasiado. Tan solo quizás...
Hoy tenía un día un poco difícil a la hora de escribir... jaa! Aún no me acostumbro a la nueva musa...
Saludos a todos

lunes, 4 de junio de 2007

Quiéreme...

Una vez escribí una carta que guardé en una botella y lancé al mar. Desde ese mismo momento deseé que tras cruzar mares y océanos infinitos de aguas cristalinas la botella llegase a manos de hermosa dama. Y supe, sin saber muy bien como, que tu la recogiste. Limpiaste con finas caricias la arena que abrazaba la botella y con cuidado sacaste el tesoro que guardaba dentro.

Unos labios cálidos como el sol de primavera pronunciaban sordas palabras que llegaban a esta isla de cristal de la que yo soy recluso y cual leve brisa mecían los árboles y me susurraban tu voz.

Y volví a sonreír de nuevo. Desde aquí, desde mi isla de cristal, sentado en la misma roca de siempre, bajo un cielo tan azul, vuelvo a ser feliz. Ni mi barco hundido guardado incontables tesoros en el fondo del mar, ni el estar en medio de esta nada tan azul, ni mi soledad, ni mi tristeza son motivos suficientes para robarme estos segundos de felicidad.

Porque me cansé de rozar el cielo con los dedos; y es por eso que hoy me tumbo a que el sol me bañe con su luz, pues ahora el mismo sol eclipsa el infinito cielo y me acoge entre sus brazos.

Y yo, espectador incansable, modesto aficionado, veo con perdida mirada una pequeña pero afín muestra de cariño que me envuelve.

Me levanto y cierro los ojos. Una brisa nuevamente me trae tu voz. Soy, o al menos era, un corsario de los cielos cuyo barco naufragó estrepitosamente. Soy, pues, un marinero sin navío que vive a la deriva en su isla de cristal. Y bendigo el día en que tu sonrisa se cruzó en mi vida. Y espero que finalmente llegue el día en que vendrás a rescatarme. Ven. Ven a rescatarme.

~Dejemos en el pasado lo que es del pasado.

domingo, 3 de junio de 2007

El principio del fin...

Parece que la musa se ha dignado a aparecer o simplemente he hecho uso de ese "talento" que dicen que tengo y me he obligado a escribir un poco. Así que aquí os dejo una nueva entrega.

~Capítulo Decimoquinto de "Ella y Yo"

Si he de ser sincero ni yo mismo me esperaba que pasara lo que pasó. Todo estaba saliendo muy bien, demasiado diría yo. Pero pasó lo que tuvo que pasar.

Como bien dije, corrían los primeros días del mes de Noviembre y todo seguía su curso. En el gimnasio cada día entrenaba mejor y más a gusto y en el colegio, el primer trimestre ya se había terminado y no me había quedado ninguna. Pero, sin saber muy bien como, él apareció. Al principio no le eché mucho caso a su llegada, pero parecía ser un tipo bastante conocido, aunque a mi no me sonara de nada. Luego me enteré que había estado un año viviendo fuera, a causa de un trabajo que le surgió a su padre, y que por ello tenía que repetir curso. Y casualmente íbamos al mismo curso y a la misma clase.

Durante dos o tres días no se hablaba de otra cosa, su nombre estaba en la boca de todos. Lo cierto es que no me importaba mucho, nunca me había interesado ser el centro de atención del colegio, pero el problema llegó no tardó en llegar. Desde hacía un tiempo me había acostumbrado a quedarme en la parte de arriba del patio y a apoyarme en un muro desde donde se podía observar el resto del patio. Me asomaba y pasaba mi media hora mirando qué hacían los demás. Ella solía subirse también y estarse a mi lado y de vez en cuando comentábamos lo que hacía la gente. Pero desde que él llegó que me pasaba los patios solo. Asomado, desde mi particular atalaya, observaba con perdida mirada como ellos dos pasaban sus ratos juntos. Y no hacía más que mirarlos y sentirme mal. Bueno, al principio me sentía mal, pero duró poco, y acabé por sentirme muy cabreado. Y no tenía motivos para ponerme así, pero yo era así, envidioso a más no poder, así que me resignaba a pasarme los patios callado por fuera pero en guerra por dentro.

Él, maldito turista, tuvo que llegar en el momento menos apropiado; él y solo él lo deshizo todo. Y es que su llegada supuso el principio del fin.

Ahora ella y yo apenas hablábamos. Parecía como si aquel cálido frío que nos traía ese noviembre nos hubiese distanciado, como si hubiese puesto un muro demasiado alto entre los dos. Y eso me hacía sentir mal. Pasé de tenerlo todo a no tener prácticamente nada.

Un día en el patio, como llovía todos nos tuvimos que meter dentro de la cafetería. Yo me senté al fondo, solo. Aquel día no me apetecía comer nada, tan solo un poco de café, pero como no había tuve que conformarme con una Coca-Cola que quieras o no ya era algo de cafeína. Y allí, en aquél rincón, con un casco en la oreja y una Coca-Cola para beber saqué un folio y un boli que tenía guardados en el bolsillo del pantalón (porque yo siempre llevaba un papel y un boli donde poder escribir) y me puse a escribir. Era todo un tanto deprimente, un tanto gris, como si alguien hubiese traído una esponja y hubiese borrado todos los colores.

Cuando llevaba poco más de media hoja y sin que yo me diese cuenta ella apareció como solía hacer. Sin decir ninguna palabra se sentó a mi lado. Alcé un poco la vista como buscando una explicación pero solo topé con sus ojos. Hacía tiempo que no los veía de tan cerca; eran realmente hermosos.

- ¿Qué haces?Nada, escribo - ¿Qué escribes?Cosas mías, tonteríasA ver, déjameloNo… - Anda, déjamelo. No seas así… - No Bueno… ¿qué tal todo?Pché… bien, supongo… - ¿Cómo que supongo?Pues no lo sé, supongo, sin más - ¿Pasa algo? - ¡No. Qué me va a pasar! Ah, no sé… te he visto un poco “choff” últimamente… - Hacía tiempo que no hablábamos… - Parece que hemos estado ocupados, ¿no? Sí… bueno, te dejo con lo tuyo. Luego nos vemos…

A veces hablaba y no sabía para qué, la gente no acostumbraba a entender lo que les quería decir y ella no parecía ser menos. Vino y se fue, me dejó con peor sabor de boca del que ya tenía; la Coca-Cola se había quedado como sin gas.

El día pasó como cualquier otro día de lluvia, pensaba mientras volvía hacia casa. Antes solía hacerlo acompañado pero ahora había perdido a mi acompañante.

Por la tarde fui al gimnasio como de costumbre a hacer algo antes de la clase. Solía hacer algo de pesas o patadas antes de empezar. Cuando llegué, como de costumbre, estaban allí los dos de siempre. Me cambié y nos pusimos a hablar un buen rato; y cuando parecía que nos habíamos quedado sin tema uno se acordó que tenía algo que decirme.

- Oye, la semana que viene vendrá al gimnasio un maestro de lucha de suelo y nos dará unas clases. Te lo digo por si te quieres apuntar. Se estará aquí unas tres semanas y durante ese tiempo nos entrenará un poco. Si no te apetece o no te llama mucho la atención no hace falta que te apuntes. Las demás clases se seguirán dando también. Nosotros dos ya nos hemos apuntado

Por supuesto me apunté. Yo era de aquellos que creía que cuanto más supiese mejor. Y en realidad me hacía bastante ilusión aprender algo de “suelo”.

Terminado el entreno y después de una buena ducha me volví para casa. Al salir por la puerta del gimnasio, pero, me dio un escalofrío al que no le eché mucha importancia. Pero cuando llegué a casa, la buena noticia que había recibido en el gimnasio se vio eclipsada por la extraña sensación que recorrió mi cuerpo cuando mi madre me dijo que había llegado una carta para mí, que la había dejado en mi habitación.

Subí en un par de zancadas las escaleras y cuando llegué a la habitación tiré la bolsa al suelo y cogí la carta. Y es que ya lo dicen, que cuando las cosas no van bien, el universo se pondrá de acuerdo para que todo sea más complicado aun. Y es que ya me había olvidado completamente de ella…


Bueno, después de un largo tiempo ella y yo vuelve. He reflexionado bastante sobre ello, he hecho y deshecho mucho. Espero haber escrito algo digno de ser leido.
Y bueno, parece que la niebla empieza a despejarse un poco. Gracias a todos mis "lectores fieles" =D
(Siento todos los "saltos" de fuentes/colores/tamaños y demás que puedan haber, pero es que el editor esre del Blogger no podían haberlo hecho peor... >_<)