jueves, 15 de noviembre de 2012

limbo


¿Habrían pasado semanas, meses, tal vez años? Quizás tan solo unas pocas horas, incluso minutos. Flotando en medio de la nada, del vacío más absoluto se pierde toda noción. El tiempo y el espacio hacen filigranas y dejan de ser perceptibles. La razón y la experiencia se vuelven inútiles para poder entender todo lo que ocurre. ¿Cuánto hace que no como? ¿Y que no duermo? En este sitio eres como una vela recién encendida: sabes que llegará un momento en el que te consumirás, lenta pero infatigablemente, hasta la muerte. Ardes y ardes, sabedor de tu destino y esperas el fatídico momento. Pero llega un momento en que empiezas a entender que, en ese sitio en el que te encuentras, ese momento no llegará jamás y poco a poco vas viendo las cosas de otro modo. ¿Debería desear que el fuego me consuma de una vez por todas, mi propia muerte? En el limbo no existen ni el tiempo ni el espacio y, cuando nada se tiene, hasta el más cuerdo se abraza a la locura…
Cierro los ojos y me dejo llevar como el río que fluye entre los sauces. La batalla está perdida y yo soy un soldado sin ejército.

viernes, 9 de noviembre de 2012

pinchazos en mi cabeza


Un pinchazo en la cabeza, una aguja invisible que se introduce por la parte trasera de mi cráneo y me taladra el cerebro. Lobotomía. No sabría explicar el porqué de esta dolencia, pero creo (o al menos quiero creerlo) que, como muchas otras veces, mi cuerpo ha detectado que estoy llegado a una situación límite, cerca de rebasar el punto de no retorno y solo intenta eliminar una tortuosa parte de bonitos recuerdos. Vida y Muerte, dos hermosas hermanas, dos flores rojas con espinas, tan delicadas como fieras y salvajes. La enfermiza animadversión que le tengo a la vida tan solo es comparable al miedo que le tengo a la muerte. Tan solo quiero ahogarme en un mar de whisky, pudrir mis pulmones con el humo, mutilación del espíritu, caos: autodestrucción. Quiero morir cada noche en un tumulto de dolor, emborracharme del llanto de sentimientos rotos y sentir mi alma desgarrarse; hacerme jirones de pena, mil heridas que sangran. Quiero morir como hombre, caer en el pozo del olvido, descansar y perderme en la oscuridad de tu pelo bajo la mirada de la luna para poder renacer de nuevo con cada amanecer. Pequeño, indefenso pero invulnerable. Sentirme de nuevo en la cálida matriz de una mujer y gestar, madurar, convertirme en una idea volátil, difusa, poco concreta pero firme.
Morir cada noche para renacer por la mañana. Vivir mil vidas en esta carcasa en descomposición con la esperanza de aprender a interpretar mi papel en el gran teatro de la vida. Quiero sentir la libertad de la muerte para disfrutar del júbilo de simplemente existir y saborear las delicias de la belleza.

Y cuando finalmente el dolor me da un respiro me queda la mente, la locura. Pero eso ya es otra historia…

martes, 6 de noviembre de 2012

fin


Es la muerte de un niño que nunca supo cómo crecer y creyose siempre el hombre que nunca fue. “Quan arribi demà tot haurà acabat. Quan arribi demà”. Fue, tal vez, un intento vano, una llamada de socorro hacia ninguna y hacia todas partes, la destrucción completa de un ideal por el que luchar. Suicido, eutanasia. Todas las historias terminan, siempre. Al final de la mejor de las novelas y del peor de los textos que jamás nadie pueda leer siempre encontramos un punto y final, una despedida, un adiós. A veces esas historias acaban bien, con un final feliz, con el protagonista triunfando en cualquiera de los aspectos y dificultades planteadas durante el transcurso de todo el libro. Otras, en cambio, terminan de manera desgraciada, en muerte y tragedia. Al fin y al cabo, estas dos formas de concluir una historia, al parecer tan distintas, convergen en un punto para hacerse iguales en esencia: el cómo. No importa si hay muerte o vida, amor u odio, felicidad o tragedia, tanto da. Lo importante es como esto ocurre. Pues prefiero mil veces la gloria en la muerte del que lo intentó tan bien como supo hasta su último aliento que la felicidad envasada al vacío del conformista que siempre fui. “Quan arribi demà tot haurà acabat. Quan arribi demà”.  Mañana será un día espléndido, una catarsis de putrefacción y frescura, un fin, la muerte que troca en génesis. Mañana tiene que morir un hombre para que otro nazca. “Quan arribi demà”.

jueves, 11 de octubre de 2012

antiguallas - junio09


Fantaseo constantemente. Fantaseo e invento historias bonitas, repletas de dulce que rellenan botes de sentimientos vacíos. Cuentos que pondrían en entredicho hasta el amor de Romeo y Julieta. Letras preciosas, a veces impregnadas de erotismo y sexo, para que engañarnos. Me alimento de la hermosura, de una figura femenina que podríamos calificar de perfecta. ¿De dónde habrá salido? La duda me estremece, zarandea mi ego y le hace envidiar. ¡Malditos artistas! Vosotros, que de una noche de lujuria y desenfreno, de un orgasmo, creasteis arte. Y es que la gracia de dios, o la gracia genética, se mire por donde se mire, es generosa a veces.

Poeta austero, artista de estar por casa, enamorado de lo bello. Feliz por poder contemplarte. Ardo en deseos de tocarte, de beber de ti, incluso de convertirte en tinta y escribir algo que perdurará por los siglos que están por llegar. Y es que de entre todo lo bonito tú eres lo que más.

Por eso me alegra mirarte, sentirte sin motivo. ¿A caso hace falta algún motivo?

Las cosas transmiten, y lo bello más. El arte no nos llega a todos por igual. A veces con una simple sonrisa te liberas de su efecto. Otras tienes que levantarte de la cama a media noche para escribir. Es molesto sentir dentro de ti ese cúmulo de cosas burbujeando sin cesar. Pero el resultado lo merece.

Ya nos veremos de nuevo, otra noche, en algún cuento que me escriba. Seguro.


Eren temps difícils abans de ser feliç

lunes, 8 de octubre de 2012

Les besties de l'infern


Entre la terra i el cel es troba l’infern dels homes perduts. En aquest lloc és on viuen els dimonis, els fantasmes i altres monstres. Allà és on la bestia de tres caps mossega i devora la teva ànima. El seu cap de voltor picoteja els teus records, delectant el seu pèrfid bec. El seu cap de serp xiuxiueja coses incomprensibles sobre el teu futur, fen-te embogir amb la incertesa de l’avenir. Per últim, entre aquests dos caps n’hi ha un de gos que borda i ensenya els ullals amenaçant violentament el teu present.
Entre el seny i la bogeria hi ha una fina corda que penja sobre l’abisme. Caure-hi no és més que decisió teva.

domingo, 7 de octubre de 2012

Diumenges

Estaven passant tantes coses pel meu cap i jo que me’n recordo de tan poques...  Són diumenges con aquest, grisos, plujosos, de mal de cap i ressaca en els que amb prou feines em puc aixecar del llit i fer vida de persona. Tot i així sempre em tira més el vici i de forma maldestra aconsegueixo fer-me un cigar. Mentre me’l fumo, quan el fum baixa per la meva gola camí dels meus pulmons, s’apodera de mi quelcom pitjor que la pròpia mort. La seva imatge de deessa de la guerra i la destrucció encara em sedueix quan sóc mes feble. I es que hi ha imatges que per sempre queden gravades, records dolços i ferides luctuoses. Jo continuo bevent whisky barat, escoltant grallar als corbs mentre m’enfonso més i més en la foscor dels seus cabells. Un gat miola i em mira amb indiferència. Normal, jo també ho faria...

jueves, 6 de septiembre de 2012

in tyler we trust


¿Hablas de nuestra relación? Pues te estás equivocando: este asunto no es solo nuestro, no somos especiales. ¿Qué quieres, una declaración de principios? ¿Te la envío por correo electrónico y la añado a tu lista de deberes? Tú decides tu grado de implicación.
 Olvida lo que sabes, tienes que olvidarlo todo, ese es tu problema. Olvida todo lo que crees saber de la vida, de la amistad y especialmente de nosotros. 
¿Qué desearías hacer antes de morir?

miércoles, 5 de septiembre de 2012

colores


Blanco. Sereno y tranquilo, un pequeño orbe de paz que gira y gira salpicando creatividad. En un momento mi mente se pone en marcha y me abstraigo del mundo para presenciar el divino espectáculo de vida y de muerte, de creación y destrucción que tiene lugar en mi cabeza. Es tal ese frenesí que, en mi Soberbia interior, siento que me elevo tanto que llego hasta ver a dios por debajo del hombro. Floto en ese mar de ideas, en ese lugar donde mil historias se tejen al instante frente a mis ojos. Cabalgo por los vastos prados de la imaginación en aras de la catarsis, en aras de un ápice de paz.

Rojo. Pero de pronto siento que me invade el pecho algo que no sabría explicar, una presión interior que sube mi ritmo cardíaco, que me hace respirar más fuerte y que nubla mi mente. Siento que en mis venas hierve ácido y que en mi cabeza se detiene todo ese frenesí de creación. Siento la Ira visitándome. Todo se tiñe de rojo y llega el caos. El fuego está por todas partes y los demonios que siempre creo haber vencido, vuelven y me rasgan las entrañas. Me hundo en  un mar de azufre, cada vez más y más.

Verde. Cuando recupero mi “consciencia interior” aparezco, como siempre, abatido sobre un campo de fresco verde, rodeado de cenizas. Ese campo verde de desolación, lleno de cráteres de mis anteriores caídas de la vida, de esperanza machacada, mi recoveco. El viento revolotea y mece la hierba antes de llegar hasta mí como un soplo fresco de alivio para mis delirios. Permanezco tumbado a la vera de la Pereza, mirando al firmamento y rogando a los dioses con sordas plegarias que el velero de mi vida llegue, por fin, a buen puerto.

Negro. Por la mañana despierto con los músculos engarrotados, el estómago girado y la boca seca, con la lengua pegada al paladar. La cabeza me va a estallar y solo el humo y la penitencia silenciosa calman ese instinto asesino que despierta en mí esa desgraciada imagen que me devuelve el espejo. Cuando enciendo el cigarro y trago el humo noto como éste baja por mi tráquea y se expande violento, como una estampida en mis pulmones; es entonces cuando noto que falta algo. No tengo ningún cáncer que me mata lentamente, ni soy huésped de parásitos que me devoran pero esta noche hay algo en mí que ha muerto. Un mordisco de la cruda realidad que me era necesario. Palabras, palabras vacías que ya me conozco y se las lleva el viento.

¡Extraña y desconocida tú seas y muera para siempre quien alguna vez creyérase poeta! 

sábado, 25 de agosto de 2012

silencio

Por lo pronto, me he vaciado de publicar, no de escribir. Si a alguien le molesta, lo siento.

martes, 31 de julio de 2012

+6

Avui és un dia una mica especial. Avui mateix, sis anys enrere, vaig tenir la “genial ocurrència” d’obrir aquest petit racó. Ni molt menys començava la meva maldestra aventura literària en aquell moment, però sí que la vaig fer diferent. Durant sis anys i de manera molt més interrompuda del que m’hagués agradat he anat recorrent un camí de contes de prínceps i princeses, d’històries de llàgrimes i somriures i sobretot de molt sentiment delirant. El temps es un mentider ja que, tot i sabent que han passat tots aquests anys, encara em vol fer creure que va ser ahir quan encara era aquell noi de cabells de punxa, que escrivia en aquesta bonica llengua més sovint i tenia masses ocells al cap, si més no, ocells diferents. Tot era més fàcil llavors. Així que això no és més que un petit i auster homenatge a aquell nano de setze anys, a totes aquelles noies convertides ja avui en precioses dones, a tothom qui em va fer sentir algun cop, a tota aquella gent que va perdre uns minuts de la seva vida per llegir-me, i sobretot al aquella persona en la que m'he acabat convertint. 


viernes, 27 de julio de 2012

buenosDÍAS

En medio de un subidón de veneno andaba yo pensando a solas cuando amanecía. De pronto me vi precipitado a un torrente desbocado de recuerdos y memorias, tanto antiguas como recientes y me perdí durante horas. Cuando pasa eso siento al principio la más agradable calidez, pero pronto un frío hueco me abraza y me estremece. Y realmente no sé como me siento, o como se supone que debería sentirme. Es un momento que se hace cada vez más extraño; pero siempre me pregunto lo mismo: ¿Qué hice yo? Y de pronto siento como otro día se pierde.

martes, 24 de julio de 2012

miradas


Se suele decir que los ojos son el espejo del alma y que si sabes ver a través de ellos es entonces cuando puedes conocer realmente a una persona. Hay miradas de todo tipo y aunque muchas pueden parecer iguales todas son distintas y propias de cada persona. Es así como cada uno tenemos nuestros ojos y mirada y por eso gusto normalmente de escudriñar en los ojos de la gente. Y no es fácil porqué hay miradas y miradas. Hay gente que tiene ojos planos como sus encefalogramas o miradas vacías que no dicen nada porque no tienen nada que decir. Tal vez sea yo que no sé ver, pero los aborrezco. También hay gente con mirada, como yo la llamo, normal que hacen relativamente fácil entender cómo se sienten, pero las que realmente me apasionan son esas miradas perdidas, los ojos profundos e insondables y, por supuesto, las miradas seductoras. Me fascina caer prendido bajo esas miradas que son a la par intrigantes y divertidas, tan dulces como aterradoras.
A veces en mis sueños recuerdo a la gente y sus miradas y soy capaz de ver a través de sus ojos, que de vez en cuando me desvelan lo que algún día quise saber. Y a otra noche allí estabas tú; no sé cómo te las arreglaste para aparecer tan de repente y pensé al momento que tal vez si hubiéramos aprendido ese truco la historia ahora mismo sería distinta. Sea  como fuere, allí estabas tú. Tan delicada como fiera, pero eso sólo es un recuerdo de hace mucho tiempo, de quién yo solía conocer. Sentí tu presencia al instante, embriagándome por completo pero no pude mirarte. No quería mirar tus ojos y que me contaran lo que la verdad había hecho. Hablaste con los leves ecos que aún retumban en mi cabeza, callaste y volviste a hablar sin que yo te dijera nada. Dijiste que te mirara a los ojos y me contaste ese tipo de cosas que nunca sabes muy bien si quieres o no saber. Me entró tanto miedo que corrí tan rápido como pude. Corrí… corrí hasta que mis músculos ardían y mis venas bombeaban ácido de batería; corrí hasta que me desperté.

Desde aquella cama que no era la mía, en una habitación que tampoco era la mía podía ver a través de la ventana como ese bucólico cielo norteño plagado de estrellas empezaba a amanecer. Me incorporé angustiado pero sin saber que ese nuevo día me traía la promesa de una nueva mirada.

lunes, 23 de julio de 2012

rituales#2

Y a la tenue luz del fuego escribo lo que soñé, mientras otra rosa arde. Es un momento extraño de mi vida...

miércoles, 18 de julio de 2012

A veces


A veces pienso que este verano está siendo tan productivo como caluroso, es decir, más bien poco. A excepción de contados momentos de lucidez, al igual que algunos días de bochornoso calor, lo demás ha sido tan trivial que me asqueo solo de pensarlo. No pasa nada mientras el tiempo pasa y la vida carece de la emoción que trae consigo la novedad y la pasión que alimenta el sentimiento. A veces, en uno de esos interminables días en los que me recluyo en mi palacio interior, cuando ya he leído tanto que mis ojos reclaman descanso y me siento torpe y vulgar para escribir noto que muero lenta y silenciosamente. A veces esos días fumo tanto que acabo viendo a un dios en el verde humo y hablamos con largos silencios sobre las virtudes y los pecados de su creación. A veces creo que yo solo quiero escapar, desconectar y huir de esta orilla del Mediterráneo y esa ciudad que odio tanto como la amo. Tal vez aún no haya entendido que hace mucho que sin saber muy bien como dejé de agarrar las riendas de mi vida y me vi abocado a un mar bravo de odio y esperanza, de tormentas de castigo y promesas falsas, con la esperanza como único sustento. Obviamente me hundí, pues lo que yo creía esperanza no era más que una desdichada ilusión provocada por las drogas o el veneno. Me hundí entre las aguas turbulentas y cuando pasó la tormenta y el mar lo vio oportuno me escupió a la orilla. A veces pienso que ahí fue cuando me fueron devueltas esas riendas que había perdido.

A veces tengo sueños increíbles y hermosos, que no cuento a nadie, sin necesidad de estar dormido porqué cuando me duermo hay veces que te sueño sin querer y me robas otro día de mi vida. A veces pienso que no debería escribir estas cosas que escribo, ni pensar las cosas que pienso. 


martes, 17 de julio de 2012

ayer te vi pasar



Ayer te vi pasar, andabas por la calle de mis sueños
que hace esquina con el sol de la mañana
que me viene a despertar. Ayer te vi pasar,
andabas con aquel vestido verde
y esos ojos de leona que me pierden y ese aroma a madrugá.
Ayer te vi pasar, andabas por la sangre de mis venas,
por la calle que hace esquinas con mis penas
como andan las olas por el mar.
Reina de mis reinos por reinar, si estos ojos no te ven,
no saben si no llorar, esta boca dice amén,
sin saber lo que es orar y este amor que no enamora,
cansadito de morar en la discordia.
Tú con tu oración, tus locuras, tus historias;
yo con mi canción de los amantes que se odian,
cupido y el amor con locura transitoria,
y la vida es un dolor que no se cura con memoria.
Y si yo me moría por vivir entre tus piernas,
por si acaso eso del frio cuando lleguen los inviernos.
De noche y de día malvivía en las tabernas
y borracho de amor baje a buscarte a los infiernos.
En esto Satanás que no esperaba verme aún,
pobrecito Lucifer sin camitas en su hotel.
Tú y yo nada más que este amor en común,
dice: tú y yo nada más que la patria de la piel;
y estos versos de betún... y el universo en un papel.
Ayer te vi pasar y a pesar de no andar sola,
andabas en soledad y otro hombre te besaba
lo que era mío besar cuanto odio destiló.
tan solo por amar, por no saber amar.
Que orgulloso dios sabrá decirme,
si cupido confundió entre el amor y el olvido,
o bebió más de la cuenta.
En mitad de una tormenta quiso jugar a ser dios
con mi corazón como cometa.


Sharif el Increíble

No queda mucha musa dispuesta por estos lares de dios. Con esta canción creo que será suficiente de momento.

jueves, 5 de julio de 2012

rituales


-          ¿Por qué hace eso, Maestro? – le pregunté.

Era la madrugada de un recién comenzado 23 de junio y estábamos mi Maestro y yo perdidos vete a saber dónde, en algún punto de los caminos de la vida. Estábamos de pie en lo alto de una colina, solos en la inmensidad de la noche bajo un manto de débiles destellos de las estrellas. Justo delante nuestro había una pequeña maceta de la cual brotaba una marchita rosa roja. Mi Maestro la había dejado ahí y tras mirarla durante un rato se acercó a ella sin decir nada, sacó una caja de cerillas de su bolsillo y empezó a quemar los pétalos. En unos instantes la flor prendía coronada por las llamas. El Maestro dio unos pasos atrás y se paró a mi lado y ambos nos quedamos mirando como el fuego consumía lentamente la rosa.

-          ¿Crees en Dios? – me preguntó.
-          ¿Debería creer?
-          Eso es algo que depende exclusivamente de ti. – me contestó – Yo no puedo enseñarte a creer en nada…
-          ¿Usted cree en Dios, Maestro?
-          No creo en ningún Dios en concreto, si es a lo que te refieres. Yo soy una especie de deísta y esto – dijo en alusión a la rosa que prendía – no es más que una especie de ofrenda. Aunque sea contradictorio con mis creencias tengo una serie de supersticiones y hago ofrendas a los dioses, mis propios dioses, los de mi alma y mi cuerpo.

No entendía muy bien qué quería decirme así que me limité a asentir con la cabeza y seguí mirando el fuego que ya bajaba por el tallo de la flor.

-          No pretendo que lo entiendas. – me dijo – El vigesimotercer día de cada mes hago lo mismo: cojo una rosa roja marchita y la prendo. Con ella siento que en mi interior arde algo también; es un sentimiento extraño que difícilmente podría describirte. Algo latente dentro de mí que aún me daña y que elimino poco a poco con el fuego que todo lo consume. Luego, la brisa del tiempo se lleva consigo las cenizas. Seguramente llegue el día en que estos demonios de mi conciencia a los que rindo pleitesía con estas ofrendas se apiaden de mi alma y me dejen en paz. Hasta entonces seguiré con mis rituales.

Ninguno de los dos dijimos nada más. El fuego ya había consumido casi la totalidad de la rosa y esperamos hasta que la última llama se hubo apagado. Allí, sobre la maceta quedaban los restos carbonizados del tallo y negros pétalos. Una brisa los hizo volar y el Maestro los siguió con la mirada hasta que se perdieron en el horizonte. No sabría decir si había encontrado el alivio del que tanto hablaba: su mirada era vacía y su cara inexpresiva, como siempre había sido. Recogió la maceta y retomamos el sendero de la vida.

martes, 3 de julio de 2012

en el club de la lucha, entre verde y cerveza y dos mujeres.


La vida es como un cúmulo de problemas que se van sucediendo sin concesiones, un puñado de complicaciones agraviadas por la brutalidad de tener que hacer una elección con un límite de tiempo. Lo peor de todo esto es que no escogemos aquello que como un sueño esperamos como respuesta ideal; nosotros somos distintos de dios. No sólo no somos omnipotentes, sino que además, a veces nos tenemos que poner al lado del diablo.
La vida es una tragicomedia, hermosa y horrenda a la vez, un sinstendido. No es que sea un descreído ni lo veo todo negro, simplemente no miro hacia adelante como creo que hace casi todo el mundo, miro hacia los lados. Vivimos tan deprisa, obsesionados con el mañana, el futuro, sobre el yo que esperamos ser… ¿Qué seremos, tendremos un buen trabajo, hijos, una casa? Pensamos en él, en esa persona que tanto ansiamos convertirnos, en esa vida llena de sueños cumplidos y experiencias, pensamos tanto en él que nos olvidamos de nosotros mismos. No nos damos cuenta de que todo aquello que nos rodea, el tragicómico teatro que es la vida. Aunque hay luchas que, simplemente, no puedes ganar, depende de ti mismo el papel que quieras interpretar en esta obra. Y todo eso hay es lo que hay que disfrutar, esos son los auténticos placeres. Pienso que lo realmente importante y valioso en esta vida es el sentimiento. Creo que por todos es sabido que me encanta aprender y saber, descubrir conocimientos y poder abrir mi mente a nuevas ideas, pero todo esto al final se acaba perdiendo. El olvido es pesado y la memoria cada vez más falible y corta. Los sentidos acaban atrofiándose: el mundo se torna borroso y oscuro, llano, falto de texturas; los olores se esterilizan, los sabores insípidos y el sonido de la vida se atenúa.  Incluso en la mujer, que como dije en su día creo que es la mayor exaltación para los sentidos,  perece al paso del tiempo y su belleza, su quintaesencia, se pierde. Pero el sentimiento es puro, intacto e invulnerable y puede permanecer para siempre. El sentimiento da la vida, es el pequeño motor que mueve al mundo y sus personas. El padre de la genialidad, crea y destruye, es la chispa. La pasión. El sentimiento, eso es lo importante. Y todo esto no se aprende y por eso no se olvida jamás. El sentimiento nace espontáneo, te invade, te da fuerzas y ganas de vivir y se puede adquirir y compartir de forma gratuita. Por todo eso yo quiero sentir, con mis oídos, ojos y dedos, con mi boca los sabores y mi nariz los olores. Quiero sentir con mis ojos, con todos mis sentidos, con mi cuerpo y mi alma. Y cuando sea oportuno volveré a sentir con el corazón, cuando éste quiera volver a latir.
Pero bueno, esta es mi humilde manera de ver el mundo. A mí me sirve y quiero que así sea mi historia. Si tú, como es lógico, prefieres tu manera de ver las cosas, me parece perfecto porque es lícito y así debe ser.

sábado, 30 de junio de 2012

pesadillas


Sol las 4:23 de la madrugada, entre un viernes y un sábado. Sorprendentemente la temperatura es agradable y no asfixia pero no para mí. Me despierto en mi cama, empapado en sudor, con la boca seca y las encías hinchadas de apretar tanto la mandíbula. Tembloroso; me noto el pulso acelerado en las sienes. Angustia. Llevo cerca de cinco horas durmiendo pero me desvelo y estoy agotado. Mis piernas y mis brazos están entumecidos y respiro, rápido y entrecortado, como si me faltara el aire. Agonía. ¿Por qué aún me buscas, o te busco, cuando duermo, débil y vulnerable? Me incorporo y bebo agua y salgo fuera, al balcón, a ver la noche para que me dé el aire. Cierro los ojos y todavía puedo ver imágenes y secuencias nítidas de mis pesadillas que rápido se disuelven, pero su esencia aún queda en el recuerdo. Te he visto, tan clara y real que juraría que no ha sido una simple pesadilla. Te he visto y te he tocado, lo juro; te he sentido tan cerca que incluso he oído a mi mundo estremecerse. Son ya cuatro noches que yo cuento con los dedos. Son ya demasiados días en los que ya no le temo al fuego, pero sí a las cenizas. Pesadillas. Insomnio.

"Ejercer el olvido por voluntad es imposible".

miércoles, 27 de junio de 2012

La última flor de primavera


No recuerdo si ésto me pasó, lo soñé o alguien me lo contó. ¿Quién sabe?

Era una noche calurosa y húmeda de un tranquilo mes de junio de un año rocambolesco que no empezó en enero y que deseaba fervientemente que terminara cuanto antes. Iba él aquella calurosa noche con las ventanillas bajadas y el aire acondicionado puesto en su coche. Estaba dando vueltas, desde hacía ya cerca de media hora, en busca de un sitio donde poder aparcar. El calor se le hacía asfixiante y le hacía sentir pesado y la humedad impregnaba su piel y se la dejaba pegajosa. Puso el intermitente a la derecha, giró, siguió recto y volvió a girar, esta vez sin señalizar la maniobra y a lo lejos lo vio: un hueco para dejar el coche. Esbozó una leve sonrisa de alivio y avanzo lentamente saboreando aquel momento de victoria. Cuando empezó a echar marcha atrás se dio cuenta de que el hueco no era precisamente grande y que había calculado mal la maniobra. Le costó más de lo previsto pero al final consiguió meter el coche en el hueco y cuando apagó el motor suspiró: << ¡Por fin! >>.
Estuvo un par de minutos en silencio, mirando hacia la nada a través de los sucios cristales, con la mente completamente en blanco. Las dos voll-damm y el porro que se había fumado antes ya empezaban a causarle estupor. Miró a su alrededor y calculó que estaba a tres calles de su casa. Refunfuñó de pereza y cogió su mochila y rebuscó en ella hasta encontrar lo que necesitaba para hacerse otro porro. Mientras, oyó el ruido de unos pasos a lo lejos y miró por el retrovisor para comprobar quien era. No era más que una chica, pero no le dio importancia porque aún estaba lejos y estaba tan oscuro que no distinguía quien era. Posiblemente ella a él tampoco. Siguió haciendo la suya y empezó a prepararse la hierba, desmenuzó un cigarro sobre su mano y lo mezcló y fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía papel. Rebuscó rápidamente por sus bolsillos y por el coche con la mano que le quedaba libre mientras veía por el retrovisor como la chica que venía por el fondo de la calle estaba llegando ya a la altura de su coche. << Tal vez tenga papel…>> - pensó. Se incorporó un poco y cuando la chica pasaba por su lado dijo:
-          Disculpe señorita, ¿no tendrá un papel por ahí?
Durante el siguiente segundo se odió tantas veces como pudo. << ¿Disculpe señorita, no tendrá un papel por ahí? – Se maldijo en silencio - ¿No podrías haberlo preguntado de una forma normal? >>.
La chica arqueó los labios y esbozó una sonrisa que para él fue lo más dulce que le habían dedicado en mucho tiempo. Rebuscó en un pequeño bolso de piel marrón claro que llevaba cruzado entre sus pechos y sacó un librito de papel. Él la miraba y le pareció alta pero no lo sabría decir con seguridad ya que estaba sentado y no podía calcular bien. Le echó una ojeada rápida mientras la chica sacaba un papel y se lo acercaba. Tenía una larga melena azabache que le caía por los hombros y espalda abajo, piel morena y unos ojos oscuros, profundos como el océano. Era delgada, de porte grácil y se elevaba sobre unas piernas de vértigo que lucía con unos pantalones cortos de color blanco.
-          Toma – le dijo ella mientras le daba un papel - ¿Es hierba?
Él, que todavía seguía deleitándose de la visión que le ofrecía aquella bonita chica, tardó más de lo habitual en responder y finalmente, con torpeza contestó:
-          Sí… sí, claro.
-          Mmm… - pensó ella. No sabía como pero él se sentía embelesado por la presencia de aquella joven. - ¿Me podrías dar para hacerme un peta? Te lo pago, desde luego.
-          Bueno… -  tragó saliva y se aclaró la garganta – te propongo una cosa: yo te regalo un peta e incluyo en el pack mi compañía y una conversación agradable para que te lo fumes; sin compromisos. – Sacó la mano por la ventana y le acercó un cogollo. – Toma, cógelo. << Ya que hemos empezado mal… >> - pensó.
Hubo unos breves segundos de incómodo silencio. Él se sentía bastante estúpido por la situación en sí, pero bueno, se consolaba pensando que ya había conseguido el papel que necesitaba, se haría el porro y se iría a casa y no volvería a ver más a esa chica que acababa de conocer.
-          ¿Por qué no? – dijo ella - ¿Puedo entrar?
-          Sí, claro – contestó sorprendido mientras se echaba hacia la puerta del copiloto para abrírsela desde dentro.
Ella entró y se sentó y volvió a dedicarle otra sonrisa.
-          Vaya, no me malinterpretes, pero no creí que realmente aceptaras mi propuesta – le dijo él con una sonrisa con la que intentaba disimular su absoluto asombro.
-          ¿Y por qué no? – repitió ella.
-          También es cierto… Bueno, me llam…
-          No, no, no. – le cortó cuando él se disponía a decir su nombre – No me digas cómo te llamas, así será más divertido. Te llamarás… Verde. Sí, Verde – asintió.
Desde luego esa chica era una auténtica caja de sorpresas. Clavó su mirada en sus profundos ojos que destellaban levemente en la penumbra del coche.
-          Está bien, entonces tú te llamarás Primavera, ¿te parece?
-          ¡Oh, sí! Es muy bonito, me gusta – se incorporó y dio dos besos al muchacho – Encantada de conocerte.
-          El placer es mío.
-          Y bueno Verde, ¿qué me explicas?
Verde estaba tan desubicado por aquella extraña situación que parecía retrasado. Él solo quería fumarse un porro de camino a casa, llegar, beber agua y dejarse llevar hasta altas horas de la noche frente a su libreta, frente a la pantalla del ordenador o simplemente frente a una pared con su mente apuntando al infinito. Pero no, había tenido que hacer la gracia. Ahora estaba con aquella preciosa desconocida recién bautizada con el nombre de Primavera y no sabía cómo reaccionar. Nunca se le habían dado especialmente bien las mujeres…
-          Perdona mi actitud, – contestó por fin Verde – normalmente no soy tan retrasado pero es que no sé, todo esto me ha sorprendido bastante…
Primavera rió. Su risa era una melodía aún más dulce de lo que  lo era su sonrisa.
-          Pásame la hierba, está dentro de mi mochila; le voy a echar un poco más, para los dos. ¿O prefieres hacerte tú uno?
-          Está bien así, ahora te lo busco – Primavera cogió una pequeña mochila negra de saco que había a sus pies - ¿Aquí?
-          Sí.
La chica cogió la mochila, la abrió y sacó una pequeña bolsita hermética donde Verde guardaba la marihuana. El chico la cogió y empezó a explicarle cosas a Primavera para darle la conversación que le había prometido, sin prestarle mucha atención, concentrado en lo que hacía.
-          Pues mira, soy Verde, aunque normalmente respondo a otro nombre. Tengo 22 años y…
Verde giró la cabeza para mirar a la chica y vio que ésta estaba curioseando en su mochila hasta que sacó de ella una pequeña libreta de duras tapas negras y amarillentas hojas. La libreta estaba cerrada con una goma negra y Primavera miraba con ojos de fascinación mientras le daba vueltas.
-          ¿Puedo abrir y cotillear?
-          ¿Qué esperas encontrar? – contestó Verde mientras hacía ruido con el papel con el que estaba liándose el porro.
-          No lo sé, pero nunca había visto a nadie que llevara una libreta de este tipo encima.
-          Pues no sé, ahí dentro hay un trozo de mí, podría decirse. Ese trozo hecho palabras que sólo tú sabes que existe y conoces.
-          Pues entonces será mejor no mirar. – dejó la libreta sobre su regazo dispuesta a guardarla. – Lo siento, a veces soy demasiado curiosa…
-          No te preocupes mujer – dijo Verde con una sonrisa – Tal vez así sea más fácil presentarme… - se echó a reír – Espero que no te asustes.
La chica asintió agradecida y con delicadeza cogió la libreta, retiró la goma y la abrió. << Es realmente preciosa.  - pensó Verde mientras se encendía el porro y fumaba. - ¿Cómo cojones está pasando esto? >>. El sonido que hacían las gruesas hojas al moverse le devolvieron a la realidad. La chica a su lado estaba leyendo en diagonal los largos párrafos de tinta negra y azul y prestándole atención a pequeñas frases sueltas o breves poemas de pocos versos. Ambos permanecieron en silencio: ella leyendo y él fumando. Verde se sentía extraño, tal vez algo incómodo. Normalmente lo estaría comiendo la vergüenza pero las dos cervezas y la marihuana hacían que de desinhibiera rápidamente de aquella sensación.
-          ¿Quién es ella? – preguntó Primavera rompiendo el silencio que ya empezaba a instaurarse.
A Verde le dio un vuelco el corazón.
-          Ellas. Algunas fueron y otras tal vez serán, o no. ¿Quién sabe?
-          Pues es muy bonito.
-          Tú también eres muy bonita. – contestó él con pasmosa espontaneidad.
Ambos se sonrojaron. Ella por las palabras que le acababan de dedicar y él por esa terrible vergüenza que le recorrió todo el cuerpo de arriba abajo a causa de la mala pasada que acababa de jugarle su inconsciente.
-          Vaya, gracias – dijo ella con otra dulce sonrisa, enseñando sus blancos dientes. – Eres un tío extraño Verde, pero interesante.
-          Pues espero poder decir lo mismo de ti. ¿Qué escondes tras esa mirada? – contestó Verde mientras le pasaba el porro que compartían.
-          Poca cosa, no te creas. Soy una chica bastante sencilla aunque muchas veces se me podría tachar de poco convencional. Como ya he demostrado soy muy cotilla y muchas veces me meto dónde no me llaman. Me encanta imaginar, soñar, fumar, desinhibirme, leer y hablar, por si no te habías fijado.
Durante un buen rato siguieron hablándose de sí mismos el uno al otro mientras se iban pasando el porro con cordialidad. Como siempre, Verde permanecía prácticamente callado, atento al monólogo de su contertuliana e interviniendo tan solo cuando él veía conveniente.
-          Tengo la boca seca de tanto hablar… - se quejó ella al rato.
-          Es normal. – contestó Verde. Aunque él apenas había hablado en comparación con Primavera también tenía la boca reseca – El problema es que no tengo nada para beber. Si te apetece podemos ir a dar una vuelta y tomamos una cerveza…
-          Me parece bien.
-          O mejor aún, conozco un rincón para ver la ciudad, y solo para ver la ciudad; podemos comprar unas cervezas y subir – propuso él.
-          Mejor me parece – reafirmo ella mientras se abrochaba el cinturón y tiraba por la ventana la tacha que quedaba del porro, no sin antes darle el último tiro.
Verde encendió el motor diésel de su sucio coche y empezó a maniobrar para sacar el vehículo de dónde tanto le había costado aparcarlo antes. << Ya verás tú para aparcar luego… ¡¿Pero qué cojones?! >> - pensó mientras ya ponía segunda y aceleraba. Tal y como había propuesto, dieron una vuelta para comprar unas latas de cerveza fría y diez minutos después el coche blanco giró a la izquierda y luego avanzó unos metros por una calle cuesta arriba, se hizo a un lado, frenó y paró el motor. Allí a su izquierda, frente a ellos dormía, salpicado por numerosas lucecillas amarillentas, su pueblo. Entra las hileras de luces se alzaban edificios de no más de seis o siete alturas frente a un manto de verdes pinos, oscurecidos por la noche, y al fondo de todo se extendía el Mediterráneo. Verde iba mucho allí  y ya estaba acostumbrado pero, en noches como esas en las que soplaba una agradable brisa, si prestabas atención podías llegar a notar el olor a salitre del mar. No eran las mejores vistas del mundo, pero eran sus pequeñas vistas y les tenía especial estima.
-          Tal vez no es lo que te esperabas. Estoy convencido de que por allí hay sitios como éste, pero mejores, pero no sé llegar – dijo Verde mientras señalaba hacía la derecha, dirección a la playa.
-          No, para nada. Este sitio está muy bien.
Detrás de ellos, al otro lado de la calle había un pequeño muro de piedra que daba inicio al monte que rápido se perdía de vista tras una leve cuesta. Cogieron las cervezas y fueron hasta el muro para sentarse y contemplar las vistas que se ofrecían. Cuando abrieron las latas, la de Verde estaba movida y al abrirla salpicó espuma y le bañó la mano. Ambos se rieron y Primavera sacó de su pequeño bolso un paquete de pañuelos y dio uno a Verde para que se limpiara la mano.
-          ¿Y todo eso que escribes en la libreta,  – empezó a preguntar ella – a qué viene?
-          Pues no sé, – se encogió de hombros – simplemente escribo porqué lo necesito.
-          ¿Sientes la necesidad de escribir poemas?
-          Sí, supongo.
-          ¡Léeme uno! – le pidió ella con entusiasmo.
-          Bueno…
Lo cierto es que a Verde no le apetecía recitar ninguno de los poemas que había escrito, no por qué no le gustaran ya que de otro modo los hubiera tachado, sino por qué no le gustaba el sonido de su voz al recitar un poema. Su voz era grave y ronca en cierta medida y no pegaba para nada con la temática de su pequeña y humilde “obra literaria”. Aun así escogió una breve composición de doce versos octosílabos y la recitó con cierta gracia.
-          Es muy bonito, pero también es muy triste. – dijo Primavera mientras Verde bebía de su cerveza.
-          Esa era la idea – contestó mirándola a los ojos, pero con su mirada perdida en tiempos pasados.
-          ¿Y por qué no puede ser solamente bonito?
-          Porqué el dolor no es bonito…
Ambos permanecieron en silencio. Primavera siguió leyendo y Verde sacó de su mochila su paquete de tabaco negro y se hizo un cigarro. Fumó rápido, absorto en su mundo interior recordando los motivos de tanta tinta vertida en aquella pequeña libreta de gruesas hojas amarillas.
-          Pues más que dolor yo lo llamaría amor – dijo ella.
-          El amor no deja de ser dolor. – Verde dio la última calada al cigarro y lo tiró al suelo – Tú con lo guapa que eres deberías saberlo. ¿O tal vez no?
Aquellas palabras parecieron no gustarle mucho a la chica que hizo una mueca que bien podría ser tanto de aprobación como de rechazo. Él se dio cuenta y rápidamente se disculpó.
-          Me halagas, pero realmente no creo que sea tan guapa. – cerró la libreta y se la devolvió a su dueño. – Eres un tío extraño Verde, pero me gusta. Improvísame un pequeño poema.
-          ¡¿Cómo?! – Verde no cabía en su asombro; ya no recordaba cuando fue la última vez que alguien le pidió algo similar - ¿Por qué? – se limitó a contestar.
Pensaba tan rápido que si hubiera querido decir otra cosa seguramente solo habría salido de su boca un balbuceo largo e ininteligible. Pero los oscuros y profundos ojos de Primavera tintineaban de forma mágica con el reflejo de la luna y a Verde le dio un vuelco el corazón. Le latía tan rápido que pensaba que iba a salírsele del pecho de un momento a otro.
-          ¿Por qué? – volvió a preguntar.
A verde, obviamente le gustaban sus poemas, porque eran suyos, pero también pensaba que no eran gran cosa. Los había enseñado a varias personas pero realmente nadie le acababa de decir que pensaba de ellos críticamente. La mayoría de la gente se limitaba a decir que eran bonitos y él se lo tomaba como un cumplido de cordialidad, una respuesta respetuosa y agradable pero vacía.
-          Porqué lo poco que he leído tiene pasión, tiene magia. Es dulce, pero a su vez es duro y cotidiano. Yo quiero sentir eso – Primavera cogió la mano del chico – Eres extraño Verde. Eres un loco de los que ya no se encuentran. No te lo pienses, como yo no me pensé lo de subir contigo al coche.
En esos momentos Verde la hubiera cogido y la hubiera besado y hubiese bebido de ellas y la hubiera hecho suya, pero se limitó a tragar saliva y a asentir con la cabeza mientras estrechaba su suave mano.
-          Está bien – contestó Verde – pero dame algo de tiempo. Si quieres hazte un porro y mientras yo contaré sílabas.
Primavera cogió su bolso y sacó papel y tabaco. Luego cogió la mochila del chico y rebuscó hasta dar con la bolsa de marihuana y el grinder y empezó a prepararse el porro. Mientras tanto Verde contaba con los dedos, escribía y tachaba, escribía y tachaba. Cinco minutos después Primavera ya había terminado su tarea así que avisó al chico, que justo terminaba de escribir un verso más.
-          Yo ya he terminado de liar, ¿cómo lo llevas tú?
-          Bueno, supongo que será suficiente. Ten en cuenta lo rápido que ha sido…
-          No te preocupes, - le sonrió ella – léeme.
Verde empezó a leer el poema que acababa de escribir.

En lo alto del camino,
abrazado a una farola
encontré yo mi destino
y me dijo: << ya es la hora >>.

Seguí yo por el camino
sin pensar en la sorpresa,
pues vi yo lo más divino,
encontré yo a una princesa.

La invité yo a mi palacio
y miráronme sus ojos.
Quiero besarla despacio
y por eso me sonrojo.

Tras las últimas palabras el silencio volvió a reinar. Fueron tan solo unos segundos pero se hacían interminables. Él no se veía pero sabía que tenía la cara roja de vergüenza y notaba como en su pecho el corazón le latía mucho más deprisa que antes. La miraba pero no sabía descifrar qué quería decir ella con la expresión de su cara. La incertidumbre lo aplastaba. << A la mierda. >> - pensó y con un movimiento rápido pero tierno puso su mano derecha en la mejilla de Primavera, aceró su cara a la de la chica y la besó. << Huele a flores y sabe a dulce fruta >>. Fue un beso húmedo, breve pero intenso. Separó lentamente sus labios de los de ella. A penas dejó de notar el sabor de la cerveza de la boca de Primavera cuando ésta se le abalanzó buscando un nuevo beso. Se le echó encima con tanta fuerza e imprevisto que Verde perdió el equilibrio y casi caen de espaldas contra el mudo, pero logró mantener el equilibrio apoyándose con su mano izquierda.
Siguieron besándose durante un rato. Ella acariciaba con dulzura la barba de tres días de Verde y rodeaba su cuello con ambos brazos. Él seguía con la mano derecha sobre su mejilla, acariciándola con el pulgar. Se besaban allí, sobre el muro, apartados de la vida en medio de una exaltación de pasión y deseo. Se movieron para estar más cerca el uno del otro y sin querer Primavera dio un golpe a una lata casi vacía que cayó al suelo, salpicando y escupiendo espuma por la abertura sobre el asfalto. Esto hizo que por fin se separaran y se miraron a los ojos por primera vez desde que empezaran a besarse. El deseo ardía fuerte en sus ojos, en los de Verde y en los de Primavera. Verde no sabía si debía decir algo o no, hecho que empezó a preocuparle durante unos segundos hasta que, por suerte Primavera, con un susurro delicado a la vez de lujurioso dijo:
-          Quiero ser tu musa esta noche.
-          Pues yo quiero ser el poeta que hará de ti poesía.
Cuando cesaban los gemidos se podía oír sufrir a los amortiguadores del coche que se quejaban con agudos ruidos. Durante esa noche bebieron de las dulces mieles del placer, abocados el uno al otro en medio de un frenesí de salvaje deseo.*

Eran las 5:39 de la mañana y aunque aún faltaba para el amanecer, a lo lejos sobre el mar ya empezaba a clarear. En el coche sonaba suavemente Kase O. El humo del tabaco de los cigarros que estaban fumando se escapaba por la ventana. Verde estaba medio incorporado en calzoncillos, con el brazo apoyado en la ventanilla del asiento trasero con Primavera en su regazo, encogida, con la cabeza apoyada sobre el pecho de Verde, abrazándolo, también en ropa interior.
-          Eres un tío extraño Verde, pero me gustas.
-          Pché… – soltó una leve carcajada y no dijo nada más.
Acabaron el cigarro, estuvieron un rato más abrazados, acariciándose los cuerpos y se besaron de nuevo y recogieron sus ropas. Se vistieron y se fueron. Verde conducía rumbo hacia su casa cuando cayó en la cuenta de que no sabía dónde vivía Primavera.
-          Por cierto, ¿dónde te llevo?
-          Déjame por dónde habías aparcado antes. Mi coche está allí cerca.
-          ¿Dónde vives?
-          En un jardín de florecillas silvestres – contestó ella haciendo alusión al pseudónimo que le había puesto Verde al principio de la noche.
Él rió y asintió. Condujo hasta que llegó dónde tenía aparcado el coche antes y el hueco que había dejado obviamente ya no estaba.
-          Yo no vivo por aquí, pero antes no encontraba sitio cerca de mi casa. Ahora iré a probar suerte. ¿Te dejo por aquí?
-          Mi coche está al girar la esquina – contestó ella.
Verde avanzó lentamente hasta la esquina pero el coche de Primavera estaba calle arriba y eso era dirección prohibida. Se hizo a un lado, paró en la esquina y puso los intermitentes.
-          Ha sido una noche fantástica – dijo Primavera con una sonrisa.
-          Sin duda.
Se besaron con dulzura y cierta pasión y Primavera bajó del coche. Dio la vuelta por delante y se detuvo delante de la ventanilla de Verde.
-          Gracias por haberme regalado esta historia que solamente es bonita – le dijo el chico.
Primavera sonrió.
-          Eres un tío extraño Verde, pero me gustas.
Lo besó por última vez, se dio la vuelta y se fue calle arriba y no volvieron a saber más el uno del otro.
Ya solo queda el verano.


Nota: Me duelen las manos de escribir, llevo cerca de 3 días escribiendo esto y no lo he releído como seguramente debería. Seguramente esté minado de faltas. Lo de los guiones y el formato es cosa del fantástico editor de blogger...
* Existe la versión porno y sin censura, pero si alguien la quiere leer tiene que ganársela. 

martes, 26 de junio de 2012

No está muerto

Está escribiendo la larga historia de una noche.

martes, 19 de junio de 2012

A un verano de distancia

A un verano de distancia de una nueva vida. A un verano de distancia de una fecha fija. Un 12 de septiembre será oficialmente el inicio de una nueva época, de un nuevo capítulo que ansio por escribir. El principio de un viaje que hoy entendí que empezó hace ya casi un año... Un preludio demasiado largo y doloroso del que por fin alcanzo a ver el final. A un verano de distancia de poder empezar a escribir la historia más viva e importante que jamás quise imaginar. El corazón se me encoge de la emoción. Ahora solo espero con nerviosa paciencia, pues para bien o para mal el tiempo siempre pasa. A un verano de distancia...

lunes, 18 de junio de 2012

p

Pensé que lo que se piensa
solo pesa como cansancio en las piernas.
Pensé que jamás pensaría así
pero pasa que estoy pensando en ti.
Por pensar pasé
por el paso del pesar
pasando de puntillas
por pasadas pesadillas.

viernes, 15 de junio de 2012

Y sentí

Y sentí que me decía
pues yo siento, mas no escucho
que por mí ella se moría
por luchar cómo yo lucho.

Y sentí que me besaba,
su pecho contra mi pecho,
sus mejillas sonrosadas
en un jardín de helecho.

Y sentí mil cosas más
antes de caer dormido.
Ya no volverá jamás
quién cayera en el olvido.

martes, 12 de junio de 2012

lira#2


Hoy no ves con tus ojos
al contemplar los caprichos del mundo
más que miedo y despojos.
Respira este segundo,
expira y vuelve a respirar profundo.

lira#1

Hay dos luces fúnebres
que tintinean frías en el cielo,
guturales y lúgubres,
fuerte me anclan al suelo
y me privan del dulce caramelo.

lunes, 11 de junio de 2012

El precio de lo que no vale dinero

El precio que no vale oro, 
todo lo que no se paga con dinero;
caricias, amor, un beso sincero,
la hermosura de una mujer. Imploro.


El precio que no vale un gran tesoro
nada importa, mi señora, pero
las deudas de un corazón austero
se cobran lágrimas de un triste lloro.


Por una sonrisa dulce y gentil,
por el calor de tu piel y tu pecho,
por la serenidad de un cielo añil.


El precio que pagar por lo que has hecho
lo cobra el tiempo, carcelero vil
que no cesa hasta quedar satisfecho.

sábado, 9 de junio de 2012

mátame

Mátame, pero hazlo ya.
Mátame bajo esta tormenta
o ven y hazlo junto al mar.
Desenvaina tu espada,
quisiera verla brillar
no lo pienses y clávamela;
el cielo y las estrellas,
mil historias por contar.
Mátame, sin piedad.
Me cortaste las alas
mas ya no puedo volar.
Mátame, rauda y fiera.
Mátame, no esperes más.

jueves, 7 de junio de 2012

sinTÍTULO#3

Sientes esa agonía en el pecho que te oprime; no sabes qué es pero lo notas rígido y tenso como un corsé que no te deja respirar. Quieres deshacerte de esa sensación y por eso escribes, pero son cosas feas y tristes, letras que te anestesian momentáneamente pero no son suficiente. Te entiendo.
Quieres ir lejos, correr hasta notar tus piernas temblorosas por la fatiga, pero sólo te ponen barreras. Quieres desaparecer, cerrar los ojos y al abrirlos encontrarte bien lejos. Ven conmigo, coge mi mano y jamás querrás volver a huir. Ven conmigo y correré a tu lado y romperé todas esas cadenas que no te dejan marchar. ¿Quieres volar? Ven y te daré alas y surcaremos los cielos de nuevos mundos y te llevaré hasta sus confines. Ven conmigo y yaceremos juntos, prácticamente libres, solamente esclavos del placer. No te prometo oro, ni te pido amor; tampoco puedo dártelo. Tan sólo quiero sonreír contigo y beber de la miel de tus ojos. 
Yo no sé quién eres pero te quiero conmigo. ¿Sabes tú quién soy?

miércoles, 6 de junio de 2012

eltiempoquepasa



El tiempo que pasa siempre igual de rápido, siempre igual de lento; es lo que tiene el tiempo. Lo curioso es la manera distinta en la que nos pesa a cada uno. El tiempo que pasa puede ser pesado como una losa y liviano como una pluma. Horas, minutos, segundos… jamás llevé la cuenta. Contando días y semanas me perdí y ahora tendría que echar números para saber cuántos meses pasaron. El tiempo que pasa olvida mucho pero también recuerda. Me parece que fue ayer cuando aún bebía de tus labios y te tenía entre mis brazos. Entonces suspiro y noto el aire que roza la piel que antes arropaba bajo una descuidada y oscura barba, noto mi corazón palpitante de energía y me muevo en círculos más flexibles de apatía. Me elevo. El tiempo que pasa veloz como un pestañeo y, a la vez, lento como una amarga espera. Relativo, pues aún me parece que ha pasado apenas una semana y a la vez me da la sensación de que hayan pasado años. No he olvidado nada. Todavía hoy, de vez en cuando te veo, recuerdo tus curvas, tu piel, tu calor, pero apenas te pongo cara; ahora apenas sé quién eres.
El tiempo que pasa y el que pasó. Y todo el tiempo que está por pasar.

miércoles, 30 de mayo de 2012

#pensando

Pensando anoche en algo que escribir, me dormí.
Pensando en ti, sentí.
Pensando el otro día en algo te vi.
Pensando en mi, morí.
Pensando por pensar te perdí.
Entonces dejé de pensar así.

miércoles, 23 de mayo de 2012

sinTÍTULO#2



Conduzco rápidamente por el carril de la izquierda, como de costumbre. El día está turbio, el cielo grisáceo, salpicado por nubes de esas que amenazan tormenta pero que solo ensucian tapando el sol, y el sol que aunque no brilla, se filtra a través de las nubes y se hace muy molesto a los ojos. Frunzo el ceño, ahondando más las arrugas que ya surcan mi frente y el perfil de mis ojos pese a mis veintidós años. Siempre frunzo el ceño. A ciento cuarenta y pico quilómetros por hora rebusco por el coche mi paquete de tabaco negro y un mechero. Me siento muy inconsciente pero me apetece fumar, me apetece pudrir mi interior con ese humo de sabor fuerte. Le doy una calada al cigarro, mantengo durante unos segundos el humo en mis pulmones y lo suelto. No sé hacia donde me dirijo.
Estoy cerca de Barcelona y tomo la salida. Los recuerdos me avasallan, corretean y se entrecruzan velozmente en mi cabeza; sabor agridulce. De repente el viento empieza a soplar con violencia y detengo el coche. No sé dónde estoy exactamente, no reconozco el lugar pero todo me es extrañamente familiar. Camino durante un largo rato, fumando otro cigarro y cuando lo termino tiro la colilla y aparezco frente a una puerta con una flor colgada del pomo. Abro y tras ella hay un pequeño habitáculo en el que apenas quepo yo y otra persona, con un colchón de gomaespuma en el suelo y una pequeña ventana en la pared opuesta a la puerta por la que veo el exterior. El viento sigue soplando con fuerza en la calle. Me encuentro extrañamente cansado así que me descalzo, me quito los pantalones y me estiro sobre ese colchón. No estoy muy cómodo, es más, noto que el colchón está más hundido por el centro que por los costados, desgastado por el uso tras el paso de los años pero se me hace muy acogedor. No sé por qué. No lo entiendo, pero hay tantas cosas que no entiendo últimamente que ya no me preocupo.
Alargo el brazo y alcanzo mis pantalones, que estaban “maltirados” en el suelo. Rebusco en los bolsillos hasta que encuentro lo que estaba buscando: una bolsita de plástico en la que llevo un par de cogollos. Me apetece fumarme un porro, siento que si no me lo fumo tendré pesadillas. Saco los cogollos de la bolsa y los miro de cerca con atención. Son verdes (obvio), pero de un verde intenso, agradable y dulce. Me recuerdan a algo pero no consigo dar con el qué. Cojo uno, lo pongo en el grinder y le doy vueltas con desinterés mientras pienso cuántos giros habrá dado ya mi grinder y cuando quiero darme cuenta ya he terminado de liar e inconscientemente mis manos palpan a ciegas sobre el colchón en busca de fuego. Sigo palpando hasta que noto un golpe en mi brazo derecho y miro sorprendido. Allí, a mi derecha había una chica que me ofrece fuego y lo cojo y me enciendo el porro y empiezo a fumar. La miro. Su largo pelo cae sobre sus hombros y espalda como una cascada. Su rostro está difuminado, no la reconozco y solo distingo sus ojos verdes como esmeraldas que me miran y me hipnotizan. Sigo fumando. Esa chica extrañamente conocida me hace carantoñas, se acurruca en mi regazo y se divierte; me molesta pero me es agradable. Acaricio su pelo, su cara. Se incorpora y me besa. Acaricio su espalda, sus piernas, la abrazo y la beso. Hacemos el amor. Los cristales tiemblan por el viento que sigue soplando con fuerza. Oigo el ruido del camión de la basura y me duermo cuando el ruido cesa y el camión se marcha.

Me despierto con la boca seca y la garganta irritada y con la lengua áspera, pegada al paladar. Estoy en mi cama en calzoncillos; deben ser las siete y media de la mañana. No entiendo nada. Me incorporo y oigo los cristales de la ventana que tiemblan. Fuera el viento sopla con fuerza. Los días pasan.


Nota: Está huérfano de título. Se aceptan propuestas.

lunes, 21 de mayo de 2012

#ticTAC

Tic, tac, tic, tac... pasan los segundos, siempre igual de rápidos, siempre igual de lentos. Otro minuto acaba de pasar y a la vez me aleja más del fuego y las cenizas y me acerca más a la ciudad del vals; ya han pasado dos minutos. Sonrío y por el camino aprendo cosas nuevas, me hago una persona nueva. Tic, tac, tic, tac... el tiempo pasa. 

viernes, 18 de mayo de 2012

historiasdeÉL#4

- Todo saldrá bien, todo saldrá bien, todo saldrá bien... - Se repetía esas tres palabras constantemente, a todas horas. El corazón le latía de nuevo, pero esta vez ya no de agonía, sino de una extraña felicidad. Ya no se sentía perdido o, al menos, ahora tenía una dirección segura que seguir, un destino marcado en el mapa del cual derivarían muchísimos más. Todo saldrá bien si esa mujer de verde jamás me abandona; llamémosla esperanza.

martes, 15 de mayo de 2012

#RABIA



Cuándo no estoy lúcido, cuándo no estoy inspirado y no me gusta lo que escribo, no por lo que cuento sino por como lo hago; cuándo no encuentro armonía en el orden de las palabras de mi cabeza ni ferviente pasión en el caos de mi corazón me ahogo de pena. Siento que me asfixio y, si normalmente no encuentro motivos en este sinsentido, en esas ocasiones en las que me repugnan mis letras dejo de sentir la vida en mis venas. Es entonces cuándo, con ferviente masoquismo, consciente y convencido miro a los ojos a todos mis demonios. Me sumerjo en ese mar llamado internet y entre su inmensidad sé encontrar rápido lo que busco. Con viva ansia observo y entiendo, y pienso, y de repente estalla dentro de mí un violento dolor, que así es como imagino yo la muerte. Mi corazón late deprisa1 e incansable, la sangre arde en mis venas y me cuesta respirar. Los músculos de mi cuerpo se contraen con furia y mi mandíbula se aprieta fuerte, tanto que me duele. En medio de esa agonía siento que mi pecho va a estallar y si lo hiciera lo mancharía todo de dolor. Y entonces escribo toda esa locura que siento, hago tinta todo ese dolor y mastico la rabia. A veces, posiblemente más veces de las que creo, soy despreciable. Soy malo en esencia, pura maldad, por hacer estas cosas que hago, por pensar lo que pienso y por actuar como actúo. Ésta, mi demencia interpreta libre cosas que nadie le explica. Cabalgo a lomos de un incandescente potro llamado Rabia, me alimento de la tristeza de mi ser y cuando duermo descanso mi cabeza sobre la almohada del miedo. Porque, a pesar de que hago todo esto completamente consciente, cuando caiga la noche sé que mi subconsciente me atormentará con la peor y más horrible de las torturas2. Ella.

1 – Demasiado.
2 – Posiblemente la única que me afecta a día de hoy.


Nota: Debo reconocer que he "palpado" la catarsis mientras escribía esto.

historiasdeÉL#3

En medio de aquella desolación, harto y perdido, sin entender nada, de pronto escuchó su voz que le decía:

Perdóname ángel por permitir que el dolor que me azota me cambiara y me volviera irascible. Perdóname por pagar con quien no debía el tormento de las lágrimas, pero aún tenía fe y la esperanza loca de que algo imposible ocurriría. Perdóname hermano por no oír de tu consejo; por no querer mirarme en el espejo y así reconocer todo el daño que me han hecho y que me he hecho. Perdóname por querer seguir viviendo en un recuerdo y en un sueño del que no quería despertar. Perdonadme, de veras, por seguir leyendo las historias de mis penas y recuerdos y, sobretodo, por no ver que ese cuento ya acabó y yo cometí el pecado de querer seguir escribiendo donde mi tinta ya no era querida.  

Aquellas palabras que reconfortaron su alma no dejaban de ser más que el eco de su propia voz. No estaba todavía convencido de ello, pero no quería dañar más a quien no debía. Seguramente él no lo quería, pero era la única solución.

lunes, 14 de mayo de 2012

#fuckingSUNDAY

Tan sólo yo entiendo lo que escribo
aunque no sé bien que digo,
quisiera entenderme mejor,
quisiera poder llegar a ser mi mejor amigo.
Pero cuando cierro los ojos,
cuando cierro las cortinas,
entonces me persiguen voces, recuerdos,
pasadas penas y alegrías.
Busco en mí una sonrisa, el calor,
pero sólo encuentro ser
puro hielo que se enfría.
Es mi momento, lo siento
y sigo sin saber lo que pretendo,
en este momento y en el siguiente
me abrazan los fantasmas
que me aplican vil tormento.
Sucumbo, pues no soy fuerte,
mala suerte tengo.
Me voy a buscar, me quiero encontrar,
más allá de la barra de un bar.
Sentí ser parte de un par
pero ahora sólo soy uno
y aún no sé por dónde avanzar.
Voy a romper todas las cadenas,
voy a ser fuerte y a respetar el deseo
que hoy fluye vivo por mis venas.
Miro hacia atrás y solo veo penas,
sentimientos que ya encontraron sus fronteras.
Miro hacia atrás y solo veo un chico
apuñalado a sangre fría
y que hoy cumple incierta condena.
Son los fantasmas peores que las armas,
son las armas mejores que las damas,
son puñales que se clavan, son las que duelen,
son las que hacen arder tus entrañas.
Y si pienso en ella no es porque quiero,
es  que hoy no puedo evitarlo, pero,
voy a intentar dejar a un lado mi deseo,
no lloréis por mi si por ello hoy muero.
Si quiero hacerlo tendría que quemar mi vida,
mis propias cicatrices son recuerdos,
medallas de una batalla perdida,
de un regalo, de unas fotos, de una mentira,
unas palabras, un paseo por la avenida.
Y cuando cambio el negro por el verde
me visitan los demonios y me muerden,
es entonces cuando el Albert se pierde
en este mar de dudas y con olor a muerte.