jueves, 31 de julio de 2014

+8

bolígrafos, lápices, papeles, documentos de texto. muchas malas letras, muchas malas palabras y ocho años a las espaldas.

miércoles, 23 de julio de 2014

#230714

Yo vivo porque
una vida me fue dada,
una vida rota,
deshecha y despreocupada.
Desconozco los motivos
que me arrastran
a profundas aguas
de corrientes saladas.
Suave, una brisa fresca
me acaricia la cara,
mece la vida
de las verdes ramas
mientras la vida pasa,
pesada,
sobre mis hombros,
cortándome las alas.
En un cielo oleado
los peces nadan
y las espuma refleja
dulces luces estrelladas.
¡Qué sosiego,
qué paz encontrada!
Me aventuro a pensar
que ése es el motivo
por el que esta vida
me fue obsequiada.
Gracias al sol naranja
por un poco de luz dorada;
gracias a las voces
que me narran mis palabras;
gracias por sentir
ligera y fresca mi alma,
liberada de esa sensación amarga:
saber que existo
me pesa más que nada.
Abandonado a la dicha
de este cielo malva,
la brisa, los pinos
oscuros y la playa.
Cae la noche
negra y anunciada,
me despide, como la luz
del día. Me ama.

lunes, 21 de julio de 2014

#210714

16.41

Acabo de comer. Un poco de pasta rellena de lo que parece ser sucedáneo de jamón que tenía sobrante en la nevera y una pequeña ensalada con lechuga de bolsa, zanahoria y un poco de maíz. No tengo ganas de pelar una cebolla, aunque me apetecería. No ha sido mucha cantidad de comida pero me siento suficientemente satisfecho y tanto más lleno. Ahora fumo un cigarro, lentamente, intentando disfrutar cuánto puedo y sé de este humo que me castiga y me acerca un poquito más al final. Estoy sentado, frente a las plantas, bajo la sombra fresca del alto pinto que se proyecta sobre la terraza de aluminio visto, a su vez, bajo un cielo de un azul intenso y solemne. He escrito, desde que me mudé a este piso, muchas veces lo mismo sobre este mar de nubes. Siempre, salvo esos días en los que amenaza tormenta veraniega, cuando el bochorno aprieta y el aire huele a lluvia, a esa humedad que parece rezumar de la tierra seca, el cielo brilla con tranquilidad. Llevo casi dos meses aquí y no para de deleitarme el cielo con su vivo color. El mismo cielo de siempre, bajo el que he vivido toda mi vida, a excepción de algunos periodos inciertos, y jamás le había prestado tanto cuidado. 
La brisa sopla suave, como de costumbre. Los sonidos del mundo suenan sordos, de fondo. Algún pájaro pía, las ramas de los pinos braman cuando el viendo las mece con dulzura. Un tren que pasa, algún coche o quizás un avión rompen eventualmente el claro ruido inhumano de la naturaleza. La vida parece haberse detenido momentáneamente como si me diera la enésima oportunidad para que yo me uniera a ella de nuevo. 
Me siento, me sé, al margen. No fuera, porque ese pensamiento se me antoja imposible. Devaneo por los rincones de mi existencia. Me dedico el tiempo que siempre he buscado a mí, a ella, mi existencia. La sociedad me ha dado siempre las escusas que yo buscaba receloso para estar solo. Ahora que ya lo estoy es mi alma, mi yo único e indivisible, mi conciencia, mi esencia la que parece no albergar ya más ese anhelo, al menos en la totalidad que antes lo hacía. ¿Por qué? No lo sé, pero supongo. Tras tanto tiempo recorriéndome por dentro, de quién soy, porqué soy y, especialmente, para qué soy, me he dado cuenta de algunas cosas no triviales – al menos así me lo parecen a mí. Entre ellas, la necesidad subyacente a la existencia, que no es otra que otra existencia. Conocerme, saberme y sentirme – en amplio término distintos conceptos-, aunque de  un modo seguramente poco estricto me ha hecho llegar a los límites de mi propio yo. Estoy convencido de que no he dado con todos ellos, pero con uno me basta para entender hasta dónde soy y a partir de dónde dejo de ser. Me pregunto entonces ¿qué hay más allá de mí? Me agito; no lo sé. No puedo saberlo, solo puedo (pre)sentirlo. 
Saco conclusiones, posiblemente precipitadas y atropelladas, conjeturo, leo. Busco una respuesta lógica y sé que no debería. Sentir es pensar irracionalmente. Me mantiene vivo el anhelo de encontrar la razón de entre lo sensible y ser consciente de ello. Absurdo, tragedia. Doy gracias por ello. 
Me asomo a los límites de mi alma y observo en busca de algo. Lo veo todo y no veo nada. La vida sigue, minuto a minuto, trabajando, actuando sobre ese compendio heterogéneo, pero liso y continuo de distintas existencias que creo ajenas. Negarme al mundo es, en cierta medida, negar mi existencia, pues ser simplemente es no ser, tanto que necesitamos de otra existencia por la que ser y, más importante – y principalmente-, para ser y a través de la que ser. 
Dos pájaros revolotean alrededor del tronco del alto pino. Se posan sobre la corteza crujiente y rápido alzan el vuelo otra vez. Son tan pequeños y ligeros que hasta las ramas más verdes y delgadas soportan su peso. Se marchan con el viento suave, volando y me dejan. Me siento solo y tranquilo. Tengo un poco de calor.