domingo, 26 de abril de 2015

el camino

Viajé tan al oeste que creía que la vida se me agotaría antes de llegar al final. Cuanto más andaba, más parecía alejarse mi incierto destino. Caminé hasta que mi cuerpo se agotó, mi mente empezó a desfallecer y mi espíritu se agotaba. 
Así fue como, fatigado, con las botas hechas jirones y la voluntad quebrada, llegué finalmente a un riachuelo que corría por las faldas de unas brumosas montañas. Me detuve, con gran sosiego, en la orilla de aquel riachuelo de agua límpida y fresca. Me deshice de lo que quedaba de calzado en mis pies y hundí éstos en el agua elemental que corría. Sentí de pronto un gran placer en el alma y alegría en el corazón. 
Ya reposado me dejé caer sobre la hierba, que era tan verde que parecía que el húmedo y frío olor que se apropiaba de mi nariz provenía del mismo color más que de la propia  hierba. Una niebla señorial cubría las montañas solemnes que se alzaban sobre mi cabeza. El cielo se despejó rápidamente, como si una brisa secreta se hubiera llevado las nubes para mi caprichosa contemplación. Disfruté entonces de la infinidad de estrellas que la noche me ofrecía y me dormí.
Amanecí al día siguiente reconfortado de mis dolencias, aliviado de mis pesares; revitalizado. Sostuve aquel momento durante un largo instante, me alcé y retomé mi viaje. Sólo cuando encontré y llegué dónde me dirigía entendí que fue entonces el propio camino, y no mi sola voluntad, quién me permitió recorrerlo.

sábado, 21 de marzo de 2015

lorquiano

Caerá el argento del cielo
y todos sus diamantes destellantes,
Caerá el fuego áureo
y la pomposa seda.
Caerán los filósofos de mi vida
y la tragedia, el absurdo,
y las mujeres queridas;
cuando la gente exaltada
grite o llore, ¡qué más da!,
por esas mentiras prometidas.
Caerá el amor algún día,
cesarán las luces, los duendes,
las musas y los ángeles.
Cuando el viento más fuerte sople
caerán las frutas tardías,
tan dulces, tan bonitas,
que harán de esta alma vacía
un tumulto de versos, de besos;
un vergel de flores que crece
a la sombra de un árbol
en la calle de mi más querido maestro,
nacido y muerto en un lugar
de la hermosa Andalucía.
A la humilde memoria de una tarde fría y lluviosa y un libro de Lorca.


lunes, 26 de enero de 2015

confesiones #1

Me encantaba cuando Julia volvía y me daba lo que ella llamaba besitos dulces. Yo aún podía oler el tabaco en su aliento y notar el calor del cigarro en sus labios. Luego me miraba y sonreía y esperaba con ganas a que yo le hiciera una pregunta para que pudiera reflexionar durante un rato. Me excitaba ese insaciable interés y su coquetería. No entiendo porque dejé que me dejara, si acaso eso ocurrió.

jueves, 8 de enero de 2015

todos

Silencioso llega el ocaso, como notas traídas de un pasado ya olvidado. En la primitiva cúpula reverberan ya las estrellas elementales que lloran y esperan a los creadores de belleza. ¿Dónde fueron los poetas? ¿Dónde cayó derramada toda esa esencia tras un incierto punto de ruptura? El viento silba y mece los árboles fecundos a su paso. Las hojas caen y me traen consigo una revelación y una pregunta. ¡Cuánto saber inútil y qué constituyente! 

Camino, me abro paso en un mundo lleno de vacío, repleto de mercancías deseosas de ser intercambiadas. Me ignoran porque sólo soy un hombre que se piensa. El silencio es atronador, casi perverso, pero me siento aliviado cuando, de entre esa masa incierta, aparece un “loco” que grita, con la mirada perdida: “¡BUSCO A DIOS! ¡BUSCO A DIOS!”. Frente a mí se detiene y hunde sus ojos en mis ojos. De debajo del frondoso y enmarañado bigote me susurra estas palabras: “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está? Yo te lo voy a decir: lo hemos matado. Tú, y yo, y todos los demás; todos somos sus asesinos. ¿Pero, cómo? ¿Cómo pudimos hacerlo?” Se lleva el dedo índice a la boca sugiriéndome no hablar y termina: “Este suceso enorme está tan solo en camino, y tan solo ha llegado a los oídos de unos pocos hombres. Sin embargo, nosotros, todos nosotros lo hemos cometido…”.

Todos.


Feliz año nuevo.