martes, 27 de febrero de 2007

~Lo que el verano nos dio

~Capítulo Octavo de "Ella y Yo"

Sentía su respiración al otro lado del teléfono. Sabía que seguí allí, aunque no contestaba.

- Ehm… si no quieres, no pasa nada eh… - Lo siento, pero es que no puedo. Tengo cosas que hacer ¿Quedamos mejor otro día?Oh, vaya. Bueno, vale. Ya quedaremos. Nos vemos

Otro desenlace con un sabor amargo. A veces me preguntaba porque hacía las cosas si realmente sabía como iba a acabar todo. A veces pensaba que igual me gustaba hacerme daño… Tonterías.

Era aun pronto, las seis de la tarde más o menos. Había acabado ya de guardar todas las cosas y de regar las plantas. Estaba sentado en mi terraza, pensando. Saqué una libreta y un boli y me puse a escribir. Escribí una pequeña historia de un tipo que conocía a una chica y ambos se gustaban pero nunca fueron capaces de confesarse. La dejé sin terminar porque me entró el sueño y me puse a dormir.

Dormía plácidamente en la tranquilidad de una tarde de verano hasta que el móvil, como no, me despertó. Maldito móvil. Parecía reírse de mí, ahí, vibrando y sonando encima de la mesa. No miré tan siquiera quien me estaba llamando. Tan solo recuerdo que respondí con muy malos modos.

- ¿¡Queeé!? Ehm… esto… soy yo… - Ah, lo siento. Hola No. No pasa nada… - Lo siento, es que estaba durmiendo y… - No tranquilo… - Bueno, ¿qué querías?Ah, sí. Verás… ¿aun sigue en pie la propuesta que me hiciste antes? - ¿Lo de ir a cenar mañana?Supongo - ¿A que hora me pasas a buscar? - ¿Eh? - ¿Qué tal a las diez? - …ehm… valeBueno, como yo he decidido la hora, tu decides el lugar. Hasta mañana

No podía salir de mi asombro. Era ella. Era ella y me había llamado después de decirme que no. No sabía porque pero me sentía realmente bien. Era como… como… bueno, era algo especial.

¿Qué hora debería ser? ¿Las nueve? Quizás era más tarde. Me levanté y me fui a mirar al espejo. ¡Vaya pintas tenía! El pelo me había crecido mucho desde la última vez que estuve en casa. A decir verdad, no me había preocupado por cortármelo en todo el verano. Además, llevaba cerca de una semana sin afeitarme. No podía presentarme así mañana delante de ella. Tenía que arreglarme un poco.

Bajé al piso de mis padres a buscar la máquina de cortarse el pelo. Tras un rato rebuscando en los armarios y cajones de toda la casa, por fin la encontré. Lo que no encontré fueron cuchillas para poder afeitarme. Pché, vaya ganas de bajar a comprar, pero tenía que hacerlo. Mi barba de cuatro pelos mal contados no era muy bonita a la vista que digamos. Algunos decían que he hacía más interesante, pero la verdad es que me hacía parecer más viejo y aburrido de lo que era.

En fin. Me arreglé lo suficiente como para no desentonar en la calle y bajé. Un par de calles más allá de donde yo vivía había un supermercado que no cerraba hasta las diez. Aun tenía tiempo. Llegué, compré un paquete de cuchillas, espuma de afeitar, crema y un refresco. Salí de allí y me fui para casa. Antes de llegar a mi casa tenía que cruzar de calle pero no me dio tiempo de hacerlo antes de que el semáforo se pusiera en rojo. Me esperé allí, de pie, con una lata en una mano y una bolsa de plástico en la otra; vestido con una camiseta blanca, un bañador y las chanclas que tanto me habían acompañado durante el verano. Esperaba de pie, luciendo un nuevo peinado y sin mirar a nada concretamente. Tan solo quería que el semáforo se pusiera verde de una maldita vez. Por cosas de esas que no sabes explicarte, me dio por fijarme en un coche. No era ningún deportivo ni ningún súper-todo-terreno. Era un coche normal sin más, plateado. No sé porque me tuve que fijar en aquel coche. Ella. Ella iba dentro, sentada en el asiento delantero. Nos miramos. Nos miramos desde que empezó a llegar por mi izquierda hasta que se perdió por mi derecha. Me quedé muy pillado. Fue casi instantáneo ver el coche doblar la esquina y mi móvil vibró escasos segundos. Un mensaje. El semáforo terminó por ponerse verde y crucé la calle mientras leía el mensaje.

Pásame a buscar hoy a las 11. Daremos una vuelta. No te cortes el pelo. Besos

Breve, claro y conciso. Era ella, me había visto y quería quedar. Seguía sin acabar de creérmelo. Pensaba que de un momento a otro despertaría. Pero no, todo aquello estaba pasándome. Simplemente preferí no buscarle una explicación.

Cuando subí a casa mis padres habían llegado. Estuvimos cenando juntos, hablando de cómo nos había ido el verano. Parecía mentira que tuviésemos que estar hablando de esas cosas como su fuéramos un grupo de amigos que no se han visto desde hace un tiempo. Al terminar de cenar subí arriba, me di una ducha rápida y me afeité. Al final le hice caso y no me corté el pelo. Íbamos a dar una vuelta según me había dicho así que no me arreglé.


Pues bueno. Aqui empieza lo que yo llamo la 2ª Temporada de mi "súperhistoria" Ella y Yo. Para mi gusto, esta parte pinta bastante mejor que los primeros cuatro capítulos y los tres siguientes del "verano". Espero que os guste =D
Por otra parte, me gustaría agradecer a todos aquellos que tomasteis la modestia de pasaros por aquí. Febrero, ha reventado de largo, las estadísticas de los meses anteriores. Gracias a todos!


martes, 20 de febrero de 2007

~Esta entrada va dedicada...

…a todos aquellos que intentan ser singulares. A los que prefieren ser como el resto. A los que critican y a los que malmeten. A los grandes de corazón. A personas que rebosan de originalidad. A los que hacen arte. A los que leen, escriben o dibujan en vez de estar mirando la televisión. A los que boicotean la calle. A los que se encierran un fin de semana y se emborrachan un martes. A los que fuman, a los que beben. A los que son sanos. A los que les encanta pelear, a los que lo detestan. Esta entrada va dedicada a todas aquellas personas que hacen las cosas sin pensar, a todas aquellas que tienen paciencia y atacan más fuerte luego. A los que creen que cualquier momento es bueno para hacer una locura, a los precavidos. A aquellos que no les gusta la letra “a” y a los que les encanta la “e”. Al sabor amargo del café, a las repeticiones innecesarias, al júbilo, a las depresiones. A todo lo verde de este mundo, a los colores, a las manos frías y el corazón caliente. A los viajes, las separaciones; al frío, a las faltas de ortografía. A los profesores, a los amigos y enemigos. A los que nunca creyeron en mí, a los que me dieron una oportunidad. A las ideas que vienen y van, a cuatro letras sin sentidos y a un blog que cada día me hace mas feliz. A los que tienen que venir, a los que están. A los que se fueron, los que se irán; los que ya no volverán y los que si lo harán. A vosotros.



Bueno, lo escribí en un rato que tuve libre y que nadie me vio =D. Espero que os guste. Gracias por hacer de esto lo que es!

domingo, 18 de febrero de 2007

Unas pocas reglas a tener en cuenta

REGLAS

Regla 1 – Quiérete a ti mismo por encima de todas las cosas.
Regla 2 – Ama a tu pareja cada día más o, al menos, como el día anterior.
Regla 3 – Las cosas se acabarán algún día. Acepta eso y vive feliz a su lado.
Regla 4 – Haz feliz a tu pareja pero piensa en los demás. El fin NO justifica los medios.
Regla 5 – Respeta a aquellos que te quieren.
Regla 6 – Nadie te pertenece. Todos somos libres de tomar nuestras propias decisiones.
Regla 7 – Sorprende a tu pareja. No caigas en la rutina.
Regla 8 – Recuérdale tu amor. Aunque no sea necesario, hazlo.
Regla 9 – Cada uno tiene su propia vida y su propia vida conjunta.
Regla 10 – Nunca hagas lo indebido. Es mejor perder una pareja que un amigo.

Ten en cuenta estas cosas, sobretodo si compartes tu vida con otra persona. Un saludo a todos.


sábado, 17 de febrero de 2007

~Otro punto...

Hoy es el cumple de mi mujercísima de mi corazón!

Felicidades =D

lunes, 12 de febrero de 2007

~A la memoria de un gran hombre

Dedico esta pequeña e insuficiente entrada de blog a la memoria de un gran hombre. Un hombre que supo llevar una vida digna y llena de bien. Un hombre que fue mi primer ejemplo a seguir. Un hombre que fue mi primer superheroe de pequeño. Dedico, pues, estas palabras, pequeñas e insificientes, a la memoria de mi abuelo.

Aunque ya no estés aquí, gracias por haberme dejado compartir contigo 17 años de mi vida. Te dedico todos mis logros porque tu fuiste la primera persona que me dijo que en esta vida tengo que ser un hombre bueno. Siempre te recordaré.

Por tí.
Nada más que añadir. Declaro 1 día de "luto" por mi abuelo, durante el cual no publicaré nada.

domingo, 11 de febrero de 2007

~Historia sin título [1/2]

Quince minutos. Tan solo faltaban quince minutos. Allí estaba yo, nervioso como la primera vez, bajo la luz de una farola.

Diez minutos. “Piensa en todo lo que has conseguido”. No paraba de repetirme una y otra vez lo mismo. Fue entonces, en un instante, cuando me di cuenta, realmente, de todo lo que había conseguido.

Todo empezó hará más o menos cuatro años. Tenía aun mis diecisiete años y llevaba un tipo de vida, que aunque no me acababa de convencer del todo, tampoco terminaba de desagradarme. No creía en los ideales típicos de felicidad y todas esas cosas. Me reservaba a una vida práctica, útil y sencilla. Sí, las cosas, dentro de lo que cabe, me iban bastante bien. Es cierto que la relación con mis padres era bastante tensa, “irritante” en ciertos momentos, pero no podía quejarme, no era ninguna maravilla de hijo que digamos. En cuanto a amigos, tuve la suerte o la desgracia de poder llevarme bien con casi todo el mundo. Amigos de aquellos verdaderos, igual tenia un par o tres. Ya se dice: “la amistad solo existe entre hombres buenos”, y hoy en día, pocos somos buenos realmente.

Y por último, y seguramente más importante en aquella época de mi vida, las relaciones de “no-amistad”. Lo llamaba así por la sencilla razón de que ya me habían hecho mucho daño en el pasado. Es triste que un niño de, tal vez doce años, se lleve su primer desengaño.

La cuestión de todo esto, y por la que me había parado a reflexionar era ella. Todo. El hecho de estar esperando bajo una farola cuatro años después, el nerviosismo, los recuerdos, todo. Todo estaba relacionado con ella.

Si tengo que ser sincero, lo cierto es que tan solo me enamoré de verdad dos veces en mi vida. La primera ya me quedaba bastante lejos. La segunda, en cambio, aun estaba presente.

Recuerdo perfectamente el primer día que la vi. La conocí en el colegio, cinco años atrás, y desde aquel instante me empezó a gustar. Eso debe de ser lo que se dice “amor a primera vista”.

Fui un tipo con suerte, con mucha suerte. Supongo que hubo algo en mí que le llamó la atención. Aunque al principio me costó, empezamos a entablar una amistad que para mi se convertía día a día en algo muy especial. Me gustaba a rabiar y a veces llegué a perder la cabeza. También recuerdo a aquel tipo. Su llegada supuso mi fin. Tras un año como “muy grandes amigos” ya no me veía con corazón de seguir guardándomelo más para mí. Tenía que decírselo. Tenía que decirle que me moría por ella, que la necesitaba. Así que la fui a buscar. Lo que viene a continuación, seguramente, es aquello de lo que más me avergüenzo y arrepiento. Pero supongo que ciertamente me lo merecía, por cobarde y por inútil.

Quedé con ella para, en principio, decirle que la quería, pero al final no se lo pude decir. Me daba demasiado “miedo” perder una relación tan importante para mí por un “te quiero” no correspondido. Las fuerzas suficientes para hacerlo las reuní al día siguiente. Aquel, pero, fue el día más fatídico de mi vida. Lo recuerdo perfectamente y me estremezco. Intenté hacerlo de una forma más o menos bonita, pero ya era demasiado tarde. Nunca piensas que estas cosas te pasarán a ti, tan siquiera piensas que estas cosas realmente pasan, pero sí, pasan. A mí me pasó.

Lo siento, pero es que estoy con él. La verdad es que es una pena, me gustabas mucho. Si me lo hubieses dicho antes… Pero bueno, ¿siempre podremos ser amigos, verdad?

Asentí levemente con la cabeza, pero tan solo por articular una respuesta. Yo ya no existía. Me moría. Me sentía ahogado, sentía que me ahogaba en mis propias lágrimas e inevitablemente no podía salir a flote. Me deshice. Mi ilusión hecha trizas en un charco.

Como es obvio, él se llevó todo mi odio. Pché, si hubiese tenido un tumor lo hubiese llamado como él. Él, maldito turista. Era como una herida en el cielo de la boca que cicatrizaría si pudieras dejar de hurgarla con la lengua, pero no puedes. Él se la llevó.

¡Qué asco de primavera aquella! Me sentía solo, asquerosamente solo. En un abrir y cerrar de ojos todo aquello en lo que creía se desmoronó. Supongo que estaba a un paso de tocar fondo.

Todo terminó aquel día. Todo terminó para volver a empezar cuatro años después.

Aquel año, después de terminar el colegio, estuve trabajando. Todo un verano trabajando mañana y tarde. Ahorraba dinero. Tenía claro que quería hacer. Estaba solo, pues iría a ver mundo. Y mi primer destino, Korea. Pero aquel sueño tuvo que esperarse un año, ya que en septiembre entré en la universidad. Trabajaba de noche y estudiaba de día. Acababa realmente hecho polvo, pero yo lo quería así. Mi vida era poco más que una pequeña espiral autodestructiva.

Terminé, por fin, el primer año de carrera y volví a repetir la suerte del año anterior. Trabajé y continué estudiando. Supongo que la falta de otros intereses ajenos hizo concentrarme más en mi vida y sacarme con cierta facilidad el segundo año de carrera. Mi vida se resumía básicamente a la universidad, los amigos y el entreno.

Durante aquellos dos años seguí teniendo contacto con ella, pero muy flojo. Aquello que tanto temía dos años atrás se había convertido en una realidad. Una realidad que me había hecho mucho daño. Nos vimos unas pocas veces, hablamos, pero cada vez menos. Lo nuestro, tal y como lo recordaba dejaba de existir.

Y por fin llegó el momento que tanto esperaba. Me fui. Korea, Tailandia, China, Japón, qué más daba. Iría a verlos todos. Entrenaría en gimnasios perdidos en las montañas, a la vieja usanza y malviviría en pisos de alquiler y trabajando en cualquier sitio que me permitiese pagarme mis gastos.

Cerca de dos años estuve fuera de casa. Volver se me hizo hasta extraño. Me había acostumbrado tanto a las caras orientales que las caras de mis amigos casi me eran desconocidas.

Una vez en casa de nuevo, tenía que retomar aquello que dejé a medias, la universidad. Volví a tomar las riendas de aquella vida occidental que había dejado atrás. Todo parecía seguir su curso hasta que el destino, el azar, o simplemente, aquello que decide lo que tiene que pasar, hace que dos caminos se crucen, o mejor dicho, se vuelvan a cruzar.

Pues bien: esta historia nace básicamente como un "intento" de pasar el aburrimiento que nos abarcaba a mi Pequeña Friki y a mi (un saludo para ti =D). Las reglas fueron impuestas por ella, y yo me he dedicado a seguirlas y esto es lo que ha salido. Espero que os guste. Falta un desenlace eH! =D.

Saludos a todos!

sábado, 3 de febrero de 2007

~Ella y yo - El verano [Parte III]

Empezaba a oscurecer y seguíamos allí metidos en el agua. Yo, aun así no dejaba de mirar al cielo. Era uno de esos momentos en que mi presencia prácticamente se anulaba. Estaba tan absorto en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que ella se me había acercado nuevamente.

Abandoné mi posición de flote a la deriva para mirarla. Unas pocas palabras sordas surgieron de la nada. Entonces, en un suspiro me cogió por la cintura. La seguí. Nos mirábamos fijamente. Lo cierto es que aquella situación se me hacia algo incomoda.

- Oye… - ¿Qué?¿Puedo hacerte una pregunta?Claro. Adelante - - - ¿Qué soy para ti?

Bang. Sí señor, una pregunta de esas que te cortan la respiración. Muchas veces había visto formular esa pregunta pero nunca me lo habían preguntado a mí. Era una sensación difícil. Igual por eso intentaba hacer uso de ella lo más mínimo.

- Pues… no sé. Si quieres que te diga la verdad no creo mucho en todo el royo esto de amigos y tal. Tú eres una persona que se ha portado muy bien conmigo y te tengo un gran aprecio. Eres importante para míTu también eres importante para mí. Demasiado… - Yo… - No. No hace falta que digas nada. Lo sé. Hay otraPero… - No, no. Lo entiendo. Y me da igual. Yo te quiero. Sí, desde el día aquel que apareciste tras mío. Y me da igual que tu no me quieras. Para mi eres lo mas grande del mundo. Tan solo quiero estar contigo, ser feliz a tu lado…

Lloraba desconsoladamente. De su cabeza, apoyada ya en mi pecho y rodeada por mi brazo, brotaban infinidad de lágrimas. Unas lágrimas igual de saladas que el agua dónde estábamos. El corazón se me partía por momentos, unos momentos bastante amargos. Entendía su dolor y me atravesaba el corazón como si de un puñado de agujas ardiendo se tratase. Era entristecedor. Los dos, en el agua, anocheciendo, y llorando. Dos corazones rotos que latían al mismo tiempo aunque por causas distintas.

Ya se había hecho de noche y no quedaban más lágrimas que soltar. Nos fuimos de la playa. Volvíamos hacia su hotel, cogidos de la mano. Caminábamos por la calle, solos, sin mirarnos, unidos tan solo por nuestros dedos entrelazados. Un enlace suficientemente fuerte para saber que era lo que pasaba. Ambos queríamos decir algo pero no nos atrevíamos. Poco antes de llegar al hotel paramos. Me cogió ambas manos y se volvió hacia mi cara.

- ¿Puedo hacer una locura?¿El qué? Por favor, no me odies por esto…

No me dio oportunidad de articular respuesta. Tal cual cesaron las palabras de su boca, cogió un pequeño impulso, se puso de puntillas y, con sus labios, buscó los míos. Otra vez me había pillado. Qué vulnerable me hizo sentir. Fue un momento de esos que crees que tan solo pasan en las películas o en los cuentos, como si lo estuviese escribiendo y estuviese pasando tal cual lo pensaba. ¡Qué tontería!

Lo que no sabía es que todo aquello tan solo fue el principio. El principio del final.

El resto de la historia se puede suponer antes de ser contada. Se fue. Tal cual como vino, se fue. Eso si, me prometió que nos volveríamos a encontrar. No sabía ni como ni cuando. Tan solo lo sabía.

Yo, por mi parte, también me fui. Rondaban finales de agosto y ya había cumplido prácticamente con mi tarea. Aquel periodo de tiempo, entre que se fue aquella chica y que yo volví a la ciudad se me hizo muy muy duro. Cuantísimo llegué a escribir. Supongo que en mí eso es algo normal. No soy tampoco muy de contar mis cosas a diestro y siniestro. En el papel es diferente. Es más de cobarde, pero sé que nunca me fallará.

Así fue como, a un par de días mal contados de que empezase septiembre, volví a la ciudad. Volvía a mi lugar. Volvía, seguramente, por ella. Aquel verano me enseñó mucho.

Eran cerca de las cinco y media cuando llegué por fin a mi casa. Subí primero a casa de mis padres. Como era de esperar, no estaban. En realidad tampoco tenía mucho que contarles, asi que me dediqué a deshacer la maleta, bueno, a meter la ropa sucia en la lavadora. Luego, subí a mi ático. Lo había echado tanto de menos. Mis plantas seguían igual de bonitas que siempre, un poco descuidadas, pero nada que no se pudiese solucionar con un poco de arte.

Entré en mi habitación y acabé de deshacer lo que tenia en la maleta. Mis libretas repletas de letras y palabras, hojas sueltas, lápices, bolígrafos, gomas, un par de cámaras, buf… infinidad de cosas.

Me fijé, pero, en que había tres sobres encima de mi escritorio. Sentía curiosidad y el corazón me latía rápido. Dos cartas hechas a mano y una que en aquel momento no me interesaba. En efecto, ellas dos.

Las leí de arriba abajo un montón de veces cada una. No decían nada especial, nada que no me pudiese imaginar. Me estiré en la cama, abatido. Mi cabeza era un mar de dudas. Un puñado de rayajos que poco a poco de despintaban.

Al final cogí el móvil y la llamé.

- ¿Diga?Soy yo. He vuelto. ¿Quieres ir mañana a cenar?


No estoy para mucho comentar hoy. Al final lo tuve que escribir yo. Espero que os guste