martes, 30 de enero de 2007

~Ella y yo - El verano [Parte II]

A la mañana siguiente vino mi tío a despertarme. Deberían ser aun las nueve aun. Algo desconcertado me levanté, me vestí y bajé. Salimos a la calle. Aun ser tan pronto el sol ya picaba. Mientras mi tío cerraba la casa y abría la tienda yo me quedé allí, derecho, mirando a la nada. Me fijé, pero, en que habían construido un pequeño hotel al final de la calle.

-¡Oye! ¿Piensas pasarte ahí toda la mañana? No, no. Perdona… - No pasa nada. ¿Te apetece algo pa’ desayunar?Con un café bastaPue’ ves al bar de enfrente y pide lo que quieras. Dile que vas de mi parte Vale…

Crucé la calle bostezando y me metí en el bar. Allí dentro, al fondo, había un par de hombres desayunando y en la barra una chica, que debería tener mi edad, tomando un café y una pasta.

- Hola. ¿Qué te pongo?Hola. Mira, vengo de parte de mi tío, es el de la tienda de aquí en frente… - ¡Oh! ¿Tu eres su sobrino? Pensaba que llegarías mañana… Sí… - ¡Si que has crecido! Sí, bueno… gracias… ¿me pones un café?Claro

Me senté en un taburete que había en la barra. Miraba a la camarera. Me sonaba de algo pero no sabia de que. Era una mujer ya mayor, con el pelo recogido, oscuro y que vestía un delantal de color rojo gastado. Seguramente sería algún conocido de mis tíos.

Me tomé el café en un par de sorbos y volví a la tienda. La persiana estaba medio subida y mi tío acabando de montar la tienda.

- Bueno, te explico. Trabajaras de diez a una y de cuatro a ocho ma’ o meno’. Primero te tendré aquí despachando la gente. De aquí un par de semana’, según como te vea, empezarás a hace’ de monitor de buceo o a salir con el barco. ¿Qué te parece?Bien, bienTampoco te preocupes mucho. No viene mucha gente… - ¿Mientras esté en la tienda… si no hay nadie puedo hacer mis cosas?Sí, claro. ¡Pero no te me distraiga’ eh!No, noPue’ bien. Ya puedes empezar

Así empezaba mi trabajo de verano. No era un trabajo para nada duro. Como ya me había dicho mi tío, no venia apenas gente. Tan solo algunos pocos guiris u otras personas que, de vez en cuando, preguntaban por lo del buceo. Tenia tres días libres a la semana y alguna que otra mañana en la que mi tía me substituía.

Las dos primeras semanas resultaron ser algo aburridas. Cuando estaba en la tienda, mientras esperaba a que llegasen clientes, me ponía a dibujar, echaba alguna foto o simplemente miraba por la ventana, hacia la calle o hacia la playa. En mis ratos libres tampoco tenia mucho tiempo para aburrirme. No era como en la ciudad. Allí tenia muchas cosas que hacer: desde irme a la playa un rato, a salir un rato a pescar con caña, a dar una vuelta por el pueblo o empezar a arreglar el motor de una lancha que había en la parte trasera de la tienda. No es que fuese un manitas pero había leído mucho de mecánica y sabia perfectamente como funcionaba el motor y porque estaba roto.

Visto así, estas “vacaciones” se podían calificar igual que las anteriores. Pero en realidad no fue así. Aquel año parecía ser un año repleto de sorpresas.

Un día que yo tenia fiesta salí a pescar muy temprano. Fui con la barca. Como iba yo solo, amarré la caña a la barca y me estiré, mirando a las pocas nubes de color blanco que habían pintadas en aquel cielo tan azul. La brisa soplaba levemente y me entró el sueño. Me puse el gorro tapándome la cara y me dormí. No hacía intención por levantarme pero lo tuve que hacer. Un soplo de viento más fuerte de lo normal levantó mi gorro y lo lanzó fuera de la barca. Me levanté, desconcertado, y miré a mi alrededor. Había acabado cerca del dique. Mi gorro se había quedado atrapado entre un par de rocas. Bostecé. Busqué un modo fácil de recuperarlo pero terminé por tirarme al agua. Fui nadando hacia las rocas, subí con algo de vagancia y con el gorro bajo mi poder de nuevo hice una mueca de orgullo. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba solo. Un poco mas allá de donde estaba yo, casi al final del dique, había una chica. Estaba sentada de espaldas a mi, mirando hacia el horizonte. Lo que me llamó mas la atención fue su larga melena castaña.

Sentía curiosidad y me acerqué a ella. Me puse a su lado, de pie, y la miré de reojo. Ella parecía no haberme visto. Cuando acabé de observarla solté una de las mías:

- ¡Vaya, no sabía que aun existían las sirenas! - ¿Eh?No, nada. Olvídalo… ¿Qué haces aquí tan sola?Nada… - Vaya… No eres de por aquí, ¿verdad?No… - ¿Me puedo quedar aquí contigo?Como quieras…

Aun ser una chica de pocas palabras era realmente guapa. Fue verla y quedarme pillado. Supongo que sentía la necesidad de conocerla.

Me quedé allí, junto a ella. Durante un rato el silencio se hacía bastante incomodo. Poco a poco, empezamos a hablar. Me contó que estaba allí de vacaciones, con sus padres, y que había ido a dar una vuelta y estaba descansando. Aun esto, noté un tono triste en su voz y a veces un leve temblor. Al final me confesó que se encontraba triste, pero no me dijo el motivo. No sabía porque, pero sentía la necesidad de consolarla.

A medida que me hablaba era como si me hipnotizase. Realmente aquel día empecé a creer en las sirenas. Ella debía ser una de ellas; una sirena con piernas. ¡Y vaya piernas! Sin duda alguna, Dios había sido generoso con ella. Era una chica muy guapa. Tenia una larga melena castaña que le llegaba hasta media espalda y unos ojos color miel. Su cara se acababa de dibujar por una nariz pequeñita y unos labios finos y perfilados. A una cara tan guapa, como era de esperar, se le correspondía un cuerpo igual de agraciado.

- Se va haciendo la hora de comer y creo que deberíamos volver. Yo he venido en barca… ¿quieres que te lleve hasta el puerto? Cae al lado del hotel donde estas… ¿Te apetece?Vale - Y bien… ¿te quedarás mucho por aquí?¿Estamos a día 2 verdad? Pues de aquí a diez días me iré… - ¿Nos volveremos a ver?No lo sé… - Bueno… ya sabes donde encontrarme… - Sí. Por cierto, gracias por preocuparte por mi sin apenas conocerme… - ¡De nada, chica!

Cuando llegamos al puerto, amarré la barca y nos despedimos. Me dio un abrazo y un beso. Un beso de esos que se quedan a las puertas de los labios. De esos que dan tanta rabia, que parece que van a llegar pero que al final mueren a medio camino. En fin, supongo que son cosas que pasan. Simplemente un pequeño toque de casualidad.

Pensándolo bien, aquella mañana había cundido mucho. Pesqué tres peces y me había encontrado con una sirena.

Pocos días mas tarde, por la tarde, después de comer, me fui a dar una vuelta. Casualmente acabé en el puerto, en el mismo lugar donde me había encontrado con ella por primera vez. Desde aquel día nos habíamos visto un par de veces mas. Ya nos conocíamos mejor.

Allí, bajo el sol y sin camiseta, me estiré y me puse a mirar las nubes. Las nubes eran una de esas pequeñas cosas que me alegraban la vida. Simplemente estaban. Pasaban, se quedaban y se iban. No tenían problemas, ni preocupaciones ni nada, tan solo tranquilidad. Fue entonces, en un instante en que las nubes parecieron desaparecer que me fijé en el cielo, en aquel azul inmenso. Y, en efecto, me acordé de ella. Era algo inevitable. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y en mi cabeza empezaban a preguntárseme miles de cosas. ¿Cómo estará? ¿Se acordará de mí? ¿Me echará de menos?… Francamente no tenía ni idea. Aun así, como soy un chico de recursos, saqué boli y papel y me puse a escribir. ¿Qué escribía? Pues una carta. Es cierto que era más fácil hacer una simple llamada o enviar un breve mensaje, pero como suelo decir, pche, no era lo mismo. Estaba tan concentrado buscando las palabras adecuadas que no me di cuenta de que hacía rato que no estaba solo.

- Hola - ¡Oh! ¿Cuándo has llegado?Acabo de llegar… - No me había dado ni cuenta… - ¿Qué haces aquí?Escribo. ¿Y tú?Fui a verte a la tienda pero me dijeron que no estabas, que habías ido a dar una vuelta y no sé porque pero tenía el presentimiento de que estarías aquí…

Agradecí sus palabras con una sonrisa. Guardé la libreta y me levanté. Le sugerí de ir a dar una vuelta juntos y aceptó. Fuimos a tomar un helado y luego bajamos a la playa. Nos sentamos en la arena. Me quité la camiseta y la dejé al lado de la bolsa y me estiré, mirando nuevamente las nubes. Aun así, de reojo la miraba a ella.

- ¿Qué escribías antes?Nada importante… - ¿Eres poeta?Dicen que los poetas son unos suicidas. ¿Me ves cara de suicida?Nunca he conocido un suicida… - Bien pensado, yo tampoco - ¿Puedo ver tu libreta?Claro - …Mmmm ¿tienes novia?No¿Y ella, quien es?Una amiga… - ¿La quieres?No sé… no hablemos de estas cosas… ¿para qué?… ¿Te vienes a bañar?Sí…


Pues bueno, la segunda parte del Verano de mi "superproduccion". ¿De qué os reís? Dentro de unos años vuestros hijos estarán enganchados a la version anime de esto... =D

La tercera parte a la espera de que alguien acepte a escribirla...

Saludines

nEnero, todo un éxito. Gracias a todos.


lunes, 22 de enero de 2007

~Recuerda

Todo es gris, gris, gris, pero aun brillas con luz propia. Seamos casi felices.

Siempre serás mi mejor cuento.

Per tú!

jueves, 18 de enero de 2007

~Réplica de un marido

Un poco de amor mal escrito y las diosas que también lloran. ¿Y qué? Las diosas, como partes de este mundo en el que vivimos, también están expuestas a llorar. Yo leí sobre eso. Yo, no lo llegué a ver con mis ojos, pero lo sentí con el corazón. Sí, las diosas también lloran.

Leí que las diosas eran únicas, inmunes al cambio, supuestamente perfectas. ¡Pues a mí, esas diosas no me gustan! No. Tantas diosas y todas tan diferentes pero a la vez tan iguales. Copias de otras copias de otras copias de otras copias… y así hasta la infinidad. Boah. Bostezo. Simplemente lo aborrezco.

¿Tengo a caso pinta de dios? Dime, ¿los dioses visten como yo? ¿Se parecen a mí? ¿Acaso sufren los dioses? No me compares con algo que tiene una vida tan cómoda. Yo lloro, río, evoluciono, cambio; soy feliz, entristezco, sufro. Sé que algún día me iré. Yo no soy un dios. Aun así, no tengo nada que envidiarles. Muy en el fondo yo sé que soy especial para alguien.

Aquí abajo, en el mundo real, los dioses perecerían rápidamente. Aquí abajo el viento sopla demasiado fuerte. Simplemente, pché.

Un poco de amor mal escrito. No somos felices porque no sabemos serlo. No sabemos disfrutar ni aprender de nuestras “preciosas” depresiones. Soberbia

¿Qué eres para el mundo? Eres miles de cosas, eres más que simples porcentajes marcados por un niño perdido; un niño que perdió la fe pero no la inspiración. La única opinión que debería importarnos algo es la de aquellos que nos queremos. Ellos realmente son los únicos que tienen el poder para revolucionar nuestro pequeño y particular mundo.

La vida son colores. Habrá días que los verás todos, algunos muy bonitos. Otros días lo verás todo oscuro, como si se hubiesen borrado los colores. No. Tan solo se despintan. Busca tus colores.

Vivimos en un sueño del que no sabemos escapar y cuando se rompe esa burbuja tan fantástica en la que vivimos nos caemos. Somos débiles y sucumbimos. Caemos. Nos abrazamos a lo inevitable. ¿Por qué no me abrazas a mí? No soy nadie importante, pero no caigo. Inténtalo.

Realmente damos pena. Negamos vivir deprimidos. ¡Y una mierda! Nuestra vida es nuestra gran depresión. Estamos en una constante guerra contra nosotros mismos. Mierda, mierda y más mierda y un poco de amor escrito.

Diosa, reina, princesa y yo un intento de príncipe azul. Me da igual. Yo seguiré ahí, bajo el cielo. Un cielo que ayer estaba nublado, irritado, posiblemente de llorar en silencio. Entristezco. Creo que tan solo tengo lo que me merezco.

Un poco de amor mal escrito, cuatro ideas mal contadas. Una música que ya no suena y un cielo divino.

Llora. Llora cuanto quieras, que yo lloraré contigo. Iremos a un sitio perdido, lleno de gente que tan solo pasa y el tiempo se parará para nosotros. Viviremos un segundo infinito de llanto silencioso y miradas que lo dicen todo. Abrázame, llora en mi hombro si quieres; ódiame, haz lo que quieras. Intentaré, aunque sea, devolverte un poco de aquello tan grande que me diste.

Un poco de amor mal escrito. El silencio.


Ya sabe por quien va. Muchas ideas mal escritas. No me lo tengas en cuenta.


domingo, 14 de enero de 2007

¿No le conoces?

¿Qué? ¿Qué no le conoces? ¿Qué no has oído hablar nunca de él? Eh, tranquila. Yo te lo contaré. Son muchas las cosas que se dicen de él.

Bueno… dicen que era una persona algo peculiar en todos los sentidos. Era difícil olvidar su forma de pensar, su forma de ver la vida, de opinar sobre las cosas que le pasaban y de actuar.

Decían que era de porte elegante, aun vistiendo normalmente con chándal. No le gobernaban nombres en su ropa interior, vestir caras marcas o seguir las últimas tendencias. Digamos que prefería la practicidad y la comodidad al reconocimiento. Eso era algo que a muchos no gustaba. No intentaba ganarse a la gente por su imagen. Todos los cambios que hacía, ya fuesen de peinado, de vestimenta o de gustos los hacía porque él quería. Nadie influía en sus decisiones. Bueno, hubo dos personas capaces de cambiar su rumbo, aun así, ahora no vienen al caso.

Lo vieron con varios peinados. El último que recuerdo era un corte de pelo al estilo “marine americano” o, como a él le gustaba decir, “peinado tibetano”. Según me dijo, se había cansado de peinarse por las mañanas.

Sí, no era un tipo cualquiera. Recuerdo haberlo visto caminando por los pasillos de aquel colegio, con la mirada bien alta, sin importarle el “qué dirán”. No era ningún guaperas, su físico no sobresalía de lo aceptable. Era alto, de pelo y ojos oscuros y fuerte como una piedra. Le encantaba entrenar. Compadecía a los tipos que se amontonaban en gimnasios intentando tener el aspecto dictado por Calvin Klein o Tommy Hilfiger. - ¿Así debe ser un hombre? – preguntaba irónicamente cada vez que veía un cartel publicitario.

Sobre sus gustos poco se sabe. Era una persona solitaria. Necesitaba sus momentos para encajar las cosas, porque, aun no demostrarlo, tenía movidas de sobra para dejarlo todo. Por eso de dije que era fuerte. Nunca cedió. Luchaba por lo que quería y creía. Posiblemente una de las mentes más brillante que conocí. No sabía hacer complicadas operaciones matemáticas ni resolver complicados problemas de cabeza. Simplemente se dedicaba a simplificarlo todo. Y créeme, le funcionaba. Un pequeño niño de 17 años felizmente casado con la mente de un maestro de 80. Muchos, aunque no quisieran reconocerlo, buscaron un consejo de su boca. La paz interior, eso buscaban. Desde pequeño siempre anduvo solo, a pasos torpes fue creciendo y aprendiendo de todos los palos que le dieron. Aprendió a quererse, a cuidarse solo.

- Soy poeta en mis ratos libres […] Me encanta el arte como forma de expresarme… - me dijo cuando le pregunté que le gustaba hacer.

Nunca supo si realmente era bueno escribiendo o no. La gente le felicitaba por lo que hacia. Decían que tenía buen trazo dibujando y palabras claras escribiendo. Él, en cambio, se dedicaba a agradecer a su pequeña musa particular, a aquel trocito de cielo que decía que encontró. Tenía las cosas claras. Poseía la vanidad del artista que sabe que es el mejor recluida dentro de una modestia. Era un genio; pero como todo genio no estaba muy cuerdo. Costaba saber en qué pensaba. Todo él era una forma diferente de ver las cosas, de ver vida.

Era capaz de darlo todo por los que le importaban. Como era aquello que me dijo… - Haz el bien tanto a los tuyos como a los que no conoces. Da mucho de ti mismo y no esperes nada a cambio… - ¡Cuánta razón tenía!

Pero no todo le iba tan bien como hacía ver. Hubo cosas que se le resistieron. Como cualquier otra persona tenía sus defectos, muchos por cierto. Todo sea dicho, que hacía las cosas de tal manera que parecía no tenerlos. No quería ser perfecto. “La auto perfección es una simple masturbación. No intentes ser perfecto… Evoluciona.” Y así lo hizo. De pequeño decían que era egoísta, vanidoso y celoso. Aun así, los celos fue algo que nunca pudo superar. En una ocasión me comentó –…mi orgullo es demasiado grande como para que me lo trague. Los celos son una manifestación de ese orgullo. Hasta que no me pueda tragar mi orgullo no podré dejar de ser así…- Y esa cruz le trajo muchos problemas con si mismo cuando creció. Claro que sí, se enamoró. Era distinto, pero eso no lo hacía inmune a enamorarse. Era un “kamikaze”. Dos amores suicidas que tuvo le partieron el corazón en numerosas ocasiones. Lo vi triste varias veces. Se entregaba mucho a sus causas. La primera vez fue para él un proceso de autodestrucción. La segunda, autoaprendizaje. Posiblemente aprendió una lección muy valiosa. No lo volví a ver rayado como solía hacerlo en el pasado. Aprendió a conocerse a si mismo y a disfrutar con la nada. Decían que una noche lo vieron bailando con la tristeza. No sé si es cierto, pero viniendo de él me lo espero todo. Yo lo vi paseando junto al cielo muchas veces. Ciertamente me dio envidia. Cuando se lo dije se limitó a contestar - No me hace realmente feliz. La felicidad se acaba. Ella es mejor – Le miré extrañado. Como esperaba, no le importó. Él era así.

Tenía una lengua afilada. Muy afilada. En todo momento tenía una respuesta acertada que darte y si no la tenía, lo reconocía. De todos modos, si tenía echarte algo en cara lo hacía. Soltaba las cosas tal cual las sentía. Seguramente eso hacía interesante todo aquello que hacía, pintaba o escribía. Me dijeron que cuando escribía lo hacía con “sinceridad y simpatía”.

Otra cosa que recuerdo era su afición al café. Todo momento era bueno para tomar café. Desde pequeño bebía café. No le quitaba el sueño. Desde que se apuntó a aquellas clases de no sé que arte marcial* que no tenía problemas para dormir. Ni los bebés dormían mejor que él. Ahora, el café se había vuelto algo más que cafeína, sabor amargo y una sensación de calor viajando a través de la garganta. Ahora el café era una excusa perfecta para poder pasar un rato con ella. Simplemente, esa faceta suya me hacía gracia.

Yo lo conocía bien. Yo hablé con él largas horas y conocía todos sus secretos, todas sus rayadas y movidas. Yo lo vi crecer. El paso de aquel niño a lo que hoy es. Yo sabía su verdadero nombre. Yo peleé contra él. Yo fui su odio, su envidia amarga. Yo fui su vida malgastada. Yo fui su corazón roto, sus sueños hechos trizas. Yo fui la sensación de sentirse estúpido. Yo. Yo fui su esencia.

Y ahora… ¿aun no lo conoces?

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¿Quién eeeeeeeeeees? =D. Bueno una pequeña paranoia que me ha dado esta mañana mientras jugaba al fronton y que he escrito en un rato que he tenido libre. Está lleno de faltas y mal escrito pero así creo que tiene más encanto =D. DisfrutadLo cuantos querais.

PD: en el fondo es un pequeño "collage" (o como se escriba). Si veis algo que os suena haberme dicho u oído que no os extrañe. Gracias por pasaros.


martes, 9 de enero de 2007

~ Bajando la producción

pUes bueno. Simplemente quería comunicar que aplazaré un poco el tema este del Blog en general, sobretodo la historia de Ella y yo porque no dispongo de mucho tiempo libre que digamos =D. Aun así, seguiré publicando alguna que otra cosa. Un saludo a todos. Gracias =D