martes, 21 de enero de 2014

El inmortal muerto. El mortal que no muere.

[…] Entonces yo moriré, algún día, espero; y todas esas hojas (las que he escrito y escribiré) dejarán de pertenecerme y no serán ya más mi problema. – sentencié.
- Pero eso suena muy triste –replicó ella con amargura. – No deberías hablar de ese modo, ni mucho menos de morirte.

- Si no morimos, ¿tendría algún sentido la vida? De hecho, ¿acaso tiene alguno? La muerte es algo que la propia existencia requiere y sin ella la vida sería infinita. Es aquí donde, a raíz de mis queridas relecturas de Borges, especialmente un relato de su magnífico El Aleph, se me plantea una suerte de paradoja que me atormenta de vez en cuando. A saber: suponiendo que yo estuviera marcado por la maldición de una vida inmortal, varias cosas -infinitas, de hecho- me ocurrirían. Entre de ellas está que para mí el tiempo desaparecería. Los meses pasarían como días, los años como meses, las décadas cómo años… No existiría pasado ni futuro, todo sería un continuo presente que nunca termina. En este infinito momento todo me ocurriría tarde o temprano, si se me permite la inconsistencia, al menos todo lo posible, pero esto también es discutible. Ahora bien, dentro de las posibilidades está también la temida y deseada muerte que me liberaría del tormento de una existencia inagotable. Sin embargo, el hecho de que yo, inmortal, pudiera morir en alguna ocasión me devolvería al tiempo y al mundo finito y la mortalidad. Todo lo que me pueda ocurrir entonces se resume apenas a varios miles de acontecimientos. No puedo sino pensar en que cabe la posibilidad de que la muerte no entre en la serie de suertes que van a acontecer en mi vida finita; de este modo me volvería de nuevo inmortal… - hice un alto en mi disertación. Tenía la boca completamente seca, no estaba acostumbrado a hablar tanto tiempo seguido. Miré a Elisenda y su mirada estaba hundida una mezcla extraña de incomprensión y fascinación. Bebí agua y terminé – Seguramente haya muchísimos detalles en las que no reparo ni acierto en pensar y que conviertan todo este razonamiento en una tontería, pero no soy capaz de ver dónde yerro… […]

Si me ausento por un tiempo, disculpen. Estoy con algo entre manos, si acaso a alguien le importa.

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