lunes, 19 de marzo de 2007

Descubriendo cosas nuevas (1)

~Capítulo Décimo de "Ella y Yo"


Resultaba bastante extraño volver otra vez a la rutina del estudiante, era bastante entristecedor pero en el fondo todos teníamos ganas de volver. El verano está bien, puedes hacer todo lo que quieres pero en cierto modo te aburres bastante. Yo en mi caso no me podía quejar, me saqué un dinerillo, pude hacer una de las cosas que más me llena en la vida, el arte, y conocí a aquella sirena con piernas. Sentía curiosidad por saber que había sido de ella; me dijo que nos veríamos pero ya hacía más o menos un mes que se fue.

De todos modos ahora, y cada vez más, formaba parte del pasado. Tenía que centrarme y disfrutar de una nueva etapa que se me abría. Ya era la última, el último curso de bachillerato y ala, a la universidad. Lo que menos me gustaba de todo eso era que, de nuevo, volvería a distanciarme de aquel grupo de amigos que me había hecho. En realidad ya había pasado. El curso anterior conocí a muchas personas con las que entable una buena amistad y que este curso ya no estaban allí. En fin, no era momento de pensar en eso.

Lo cierto es que me hizo gracia volver a encontrarme con todo el mundo. Todos tenían una historia distinta para contar, pero todas eran tan parecidas que acababan por aburrirme; ir a la playa, montar una fiesta y acabar “tope de morados”, como ellos decían. A mí, en cambio, cuando me preguntaban se sorprendían cuando les contaba mi verano y veían que no había expresión de disgusto en mi cara, parecía como que se decepcionaban. Y en el fondo lo entendía; yo era raro, ellos lo sabían y yo lo sabía.

Más tarde, cuando salimos del colegio, como tan solo habíamos ido a buscar los horarios, fuimos a tomar algo. Estuvimos un buen rato hablando, explicando con más calma y detalle qué habíamos hecho durante el verano. Pero yo estaba en mi mundo, pensaba en ella cada dos por tres. La había visto en el colegio, nos saludamos y tal pero era distinto. Por momentos me arrepentía de haberle tenido que decir que me gustaba pero intentaba consolarme pensando en que más me hubiese arrepentido de no haberlo hecho. Era todo tan complicado. Sentía verdadero miedo, miedo de perder aquello que tenía con ella.

Como no estaba muy por la conversación terminé por irme a casa. Caminaba por la calle y el sol todavía picaba. Era septiembre pero seguía haciendo calor y los rayos de sol chocaban como intentando ensañarse contra mi piel aún morena del verano. Cuando llegué por fin a casa, subí las escaleras de aluminio oscurecido con desgana, abrí la puerta, me puse algo de ropa cómoda y me estiré en la tumbona. Deberían ser las dos y media y solo tenía ganas de que el sol me derritiera, a ver si así se me olvidaban todos los problemas. Cerré los ojos y cuando apenas llevaba cinco minutos me levanté. Estaba cabreado conmigo mismo, pero no quería quemarme, así que me puse un poco de crema. Me volví a estirar y cerré los ojos de nuevo buscando en mi cabeza una posible solución a ese problema que yo solo había montado. Sin querer y como era de costumbre, me quedé dormido. Me desperté cuando tenía tanta hambre que mi estómago pedía comida a gritos. Entonces recordé que no había comido aún así que bajé a ver que había para comer. Abajo en el piso, mi madre estaba haciendo faena y mi padre no estaba. Entré en la cocina y miré el reloj, eran las cuatro y cuarto. No sabía si hacerme algo de comer o comer algo de merienda. Al final opté por merendar un poco, y cuando terminé me lavé los dientes. Si hay una cosa que no soporto es el sabor que se me queda en la boca cuando me despierto después de echarme una siesta. Limpiándome los dientes, al menos disimulaba un poco ese sabor.

Con la boca algo más fresca me volví a mi terraza y volví a lo mío. Al final preferí dejarlo a un lado y que pasara lo que ella viese conveniente que tenía que pasar, al menos hasta mañana. Eran las cinco menos veinte y yo que no tenía nada qué hacer. En momentos como ese me daba cuenta de lo solo que estaba. El año pasado la tenía a ella, en verano a la otra chica, pero ahora no tenía nadie para contarle mis problemas y buscar una mínima ayuda o una simple opinión. Siempre había ido a mi bola, nunca había dependido de nadie y ahora que me veía en un aprieto en el que nunca antes me había metido me encontraba perdido. Perdido y solo. No era tampoco para montar un drama, es cierto que tenía muchos amigos, pero no de aquellos lo suficientemente “importantes” como para tratar un tema como ese. Me estaba rayando por momentos y pensé que lo mejor sería ir a dar una vuelta. Caminando por las calles, sin prestar especial atención a nada, topé con un gimnasio que acaban de abrir. Lo deberían haber construido durante el verano porque yo no recordaba ningún gimnasio como este antes. Me paré delante de la puerta y miré todo lo que había en la fachada. “Cursos de Artes Marciales: Taekwondo y Hapkido” se podía leer en la puerta, porqué letrero aún no tenía. Me lo miraba con interés, lo cierto es que siempre me había gustado el mundo este de las artes marciales pero como nunca tuve la oportunidad de probarlo ya que no había sitios cercanos donde practicar, pues me quedé con las ganas.

Bueno, hoy creo que me ha venido la inspiración y hasta que no me ha dolido lo suficiente el dedo no he parado de escribir. De momento pongo aquí lo que correspondría a un capítulo normal, pero en el fondo es tan solo la mitad de un capítulo más largo. Según lo que escriba desde que se me pase lo del dedo hasta que se me vaya la musa pues actualizaré más o menos temprano. De todos modos prometo actualizar pronto.
Un saludo a todas aquellas personillas que se pasan por aquí, leen y esporádicamente comentan, dando de este modo su modesta pero importante opinión. Gracias a todos.




1 comentario:

Anónimo dijo...

I que mas paso luego ????

el que se queda con las ganas aqui de algo es yo de saber lo que sigue. jajajaja

Va no tardes. Un saludo socioo.

P.D: tiene mui buena pinta