Mastico el tiempo y me abstraigo con el estruendoso crujir
que hace éste al doblarse contra su voluntad. Siento que mi ego abandona mi
cuerpo y se eleva poco a poco. Me veo desde el techo de mi habitación. Subo,
subo y sigo subiendo. Me libero poco a poco. Sobre la inmensidad del Mediterráneo
soy capaz de apreciar la curva del globo terráqueo. Respiro hondo y cuando abro
los ojos sigo sentado, fumando y existiendo dentro de mi cuerpo. Me fijo en el
reloj; tan solo han pasado unos minutos que me parecieron horas. Sigo
masticando el tiempo. Las horas se vuelven días y los días semanas. No hay
colores, no hay sabor ni olor. No hay música en la vida. Llueven sensaciones
que caen en mi piel y resbalan hasta el suelo. Echo el humo y sigo fumando. Tan
solo ha pasado un instante.
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