domingo, 6 de octubre de 2013

microrrelatos

Érase una vez un hombre que un  día encontró una solución a un problema que no tenía. Era una solución fantástica y estaba ansioso por poder resolver sus desdichas con su hallazgo, pero no tenía ninguna dificultad que pudiera ser solventada con su arreglo. Y poco a poco su (no)problema le obsesionó tanto que le consumió. Murió desesperado, con los ojos hinchados, la mirada perdida y la piel tendida sobre su huesuda constitución. Su único problema era no tener problemas que solucionar; su solución una fugaz ilusión de formalizar la paz de la que disfrutaba su vida. 

¿Tantos problemas tienes?

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