domingo, 11 de febrero de 2007

~Historia sin título [1/2]

Quince minutos. Tan solo faltaban quince minutos. Allí estaba yo, nervioso como la primera vez, bajo la luz de una farola.

Diez minutos. “Piensa en todo lo que has conseguido”. No paraba de repetirme una y otra vez lo mismo. Fue entonces, en un instante, cuando me di cuenta, realmente, de todo lo que había conseguido.

Todo empezó hará más o menos cuatro años. Tenía aun mis diecisiete años y llevaba un tipo de vida, que aunque no me acababa de convencer del todo, tampoco terminaba de desagradarme. No creía en los ideales típicos de felicidad y todas esas cosas. Me reservaba a una vida práctica, útil y sencilla. Sí, las cosas, dentro de lo que cabe, me iban bastante bien. Es cierto que la relación con mis padres era bastante tensa, “irritante” en ciertos momentos, pero no podía quejarme, no era ninguna maravilla de hijo que digamos. En cuanto a amigos, tuve la suerte o la desgracia de poder llevarme bien con casi todo el mundo. Amigos de aquellos verdaderos, igual tenia un par o tres. Ya se dice: “la amistad solo existe entre hombres buenos”, y hoy en día, pocos somos buenos realmente.

Y por último, y seguramente más importante en aquella época de mi vida, las relaciones de “no-amistad”. Lo llamaba así por la sencilla razón de que ya me habían hecho mucho daño en el pasado. Es triste que un niño de, tal vez doce años, se lleve su primer desengaño.

La cuestión de todo esto, y por la que me había parado a reflexionar era ella. Todo. El hecho de estar esperando bajo una farola cuatro años después, el nerviosismo, los recuerdos, todo. Todo estaba relacionado con ella.

Si tengo que ser sincero, lo cierto es que tan solo me enamoré de verdad dos veces en mi vida. La primera ya me quedaba bastante lejos. La segunda, en cambio, aun estaba presente.

Recuerdo perfectamente el primer día que la vi. La conocí en el colegio, cinco años atrás, y desde aquel instante me empezó a gustar. Eso debe de ser lo que se dice “amor a primera vista”.

Fui un tipo con suerte, con mucha suerte. Supongo que hubo algo en mí que le llamó la atención. Aunque al principio me costó, empezamos a entablar una amistad que para mi se convertía día a día en algo muy especial. Me gustaba a rabiar y a veces llegué a perder la cabeza. También recuerdo a aquel tipo. Su llegada supuso mi fin. Tras un año como “muy grandes amigos” ya no me veía con corazón de seguir guardándomelo más para mí. Tenía que decírselo. Tenía que decirle que me moría por ella, que la necesitaba. Así que la fui a buscar. Lo que viene a continuación, seguramente, es aquello de lo que más me avergüenzo y arrepiento. Pero supongo que ciertamente me lo merecía, por cobarde y por inútil.

Quedé con ella para, en principio, decirle que la quería, pero al final no se lo pude decir. Me daba demasiado “miedo” perder una relación tan importante para mí por un “te quiero” no correspondido. Las fuerzas suficientes para hacerlo las reuní al día siguiente. Aquel, pero, fue el día más fatídico de mi vida. Lo recuerdo perfectamente y me estremezco. Intenté hacerlo de una forma más o menos bonita, pero ya era demasiado tarde. Nunca piensas que estas cosas te pasarán a ti, tan siquiera piensas que estas cosas realmente pasan, pero sí, pasan. A mí me pasó.

Lo siento, pero es que estoy con él. La verdad es que es una pena, me gustabas mucho. Si me lo hubieses dicho antes… Pero bueno, ¿siempre podremos ser amigos, verdad?

Asentí levemente con la cabeza, pero tan solo por articular una respuesta. Yo ya no existía. Me moría. Me sentía ahogado, sentía que me ahogaba en mis propias lágrimas e inevitablemente no podía salir a flote. Me deshice. Mi ilusión hecha trizas en un charco.

Como es obvio, él se llevó todo mi odio. Pché, si hubiese tenido un tumor lo hubiese llamado como él. Él, maldito turista. Era como una herida en el cielo de la boca que cicatrizaría si pudieras dejar de hurgarla con la lengua, pero no puedes. Él se la llevó.

¡Qué asco de primavera aquella! Me sentía solo, asquerosamente solo. En un abrir y cerrar de ojos todo aquello en lo que creía se desmoronó. Supongo que estaba a un paso de tocar fondo.

Todo terminó aquel día. Todo terminó para volver a empezar cuatro años después.

Aquel año, después de terminar el colegio, estuve trabajando. Todo un verano trabajando mañana y tarde. Ahorraba dinero. Tenía claro que quería hacer. Estaba solo, pues iría a ver mundo. Y mi primer destino, Korea. Pero aquel sueño tuvo que esperarse un año, ya que en septiembre entré en la universidad. Trabajaba de noche y estudiaba de día. Acababa realmente hecho polvo, pero yo lo quería así. Mi vida era poco más que una pequeña espiral autodestructiva.

Terminé, por fin, el primer año de carrera y volví a repetir la suerte del año anterior. Trabajé y continué estudiando. Supongo que la falta de otros intereses ajenos hizo concentrarme más en mi vida y sacarme con cierta facilidad el segundo año de carrera. Mi vida se resumía básicamente a la universidad, los amigos y el entreno.

Durante aquellos dos años seguí teniendo contacto con ella, pero muy flojo. Aquello que tanto temía dos años atrás se había convertido en una realidad. Una realidad que me había hecho mucho daño. Nos vimos unas pocas veces, hablamos, pero cada vez menos. Lo nuestro, tal y como lo recordaba dejaba de existir.

Y por fin llegó el momento que tanto esperaba. Me fui. Korea, Tailandia, China, Japón, qué más daba. Iría a verlos todos. Entrenaría en gimnasios perdidos en las montañas, a la vieja usanza y malviviría en pisos de alquiler y trabajando en cualquier sitio que me permitiese pagarme mis gastos.

Cerca de dos años estuve fuera de casa. Volver se me hizo hasta extraño. Me había acostumbrado tanto a las caras orientales que las caras de mis amigos casi me eran desconocidas.

Una vez en casa de nuevo, tenía que retomar aquello que dejé a medias, la universidad. Volví a tomar las riendas de aquella vida occidental que había dejado atrás. Todo parecía seguir su curso hasta que el destino, el azar, o simplemente, aquello que decide lo que tiene que pasar, hace que dos caminos se crucen, o mejor dicho, se vuelvan a cruzar.

Pues bien: esta historia nace básicamente como un "intento" de pasar el aburrimiento que nos abarcaba a mi Pequeña Friki y a mi (un saludo para ti =D). Las reglas fueron impuestas por ella, y yo me he dedicado a seguirlas y esto es lo que ha salido. Espero que os guste. Falta un desenlace eH! =D.

Saludos a todos!

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