Se suele decir que los ojos son
el espejo del alma y que si sabes ver a través de ellos es entonces cuando
puedes conocer realmente a una persona. Hay miradas de todo tipo y aunque
muchas pueden parecer iguales todas son distintas y propias de cada persona. Es
así como cada uno tenemos nuestros ojos y mirada y por eso gusto normalmente de
escudriñar en los ojos de la gente. Y no es fácil porqué hay miradas y miradas.
Hay gente que tiene ojos planos como sus encefalogramas o miradas vacías que no
dicen nada porque no tienen nada que decir. Tal vez sea yo que no sé ver, pero
los aborrezco. También hay gente con mirada, como yo la llamo, normal que hacen
relativamente fácil entender cómo se sienten, pero las que realmente me
apasionan son esas miradas perdidas, los ojos profundos e insondables y, por
supuesto, las miradas seductoras. Me fascina caer prendido bajo esas miradas
que son a la par intrigantes y divertidas, tan dulces como aterradoras.
A veces en mis sueños recuerdo a
la gente y sus miradas y soy capaz de ver a través de sus ojos, que de vez en
cuando me desvelan lo que algún día quise saber. Y a otra noche allí estabas
tú; no sé cómo te las arreglaste para aparecer tan de repente y pensé al
momento que tal vez si hubiéramos aprendido ese truco la historia ahora mismo
sería distinta. Sea como fuere, allí
estabas tú. Tan delicada como fiera, pero eso sólo es un recuerdo de hace mucho
tiempo, de quién yo solía conocer. Sentí tu presencia al instante, embriagándome
por completo pero no pude mirarte. No quería mirar tus ojos y que me contaran
lo que la verdad había hecho. Hablaste con los leves ecos que aún retumban en
mi cabeza, callaste y volviste a hablar sin que yo te dijera nada. Dijiste que
te mirara a los ojos y me contaste ese tipo de cosas que nunca sabes muy bien
si quieres o no saber. Me entró tanto miedo que corrí tan rápido como pude. Corrí… corrí hasta que mis músculos ardían y
mis venas bombeaban ácido de batería; corrí hasta que me desperté.
Desde aquella cama que no era la
mía, en una habitación que tampoco era la mía podía ver a través de la ventana
como ese bucólico cielo norteño plagado de estrellas empezaba a amanecer. Me
incorporé angustiado pero sin saber que ese nuevo día me traía la promesa de
una nueva mirada.
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