sabrá, sin lugar a dudas
de la dulzura y la amargura
de tener lo que ha tenido.
Es del caminante sin camino,
del príncipe sin princesa,
del que lucha y nunca cesa,
la maldición del perdido.
No soy ni rey ni mendigo;
como todos, esclavo del dinero,
de este lugar, pasajero,
y del tiempo un enemigo.
He de luchar por lo querido,
olvidar lo ya olvidado,
madurar, convertirme en soldado
sin temor a ser herido.
La maldición del perdido
me recuerda mi futuro,
un presente incierto y duro;
un capricho del destino.
Me enfrentaré al jardín prohibido
y tu serás mi flor.
Disfrutaremos del amor
sobre un vergel fresco y florecido.
Me cobraré lo prometido.
Seré pirata, ladrón o guerrero,
removeré el mundo entero
y venceré o seré vencido.
La maldición del perdido:
mi redención y mi condena,
mi libertad y mi cadena.
La maldición del perdido.
No llores mi reina, que nunca supe nada con mayor certeza.
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