¿Qué? ¿Qué no le conoces? ¿Qué no has oído hablar nunca de él? Eh, tranquila. Yo te lo contaré. Son muchas las cosas que se dicen de él.
Bueno… dicen que era una persona algo peculiar en todos los sentidos. Era difícil olvidar su forma de pensar, su forma de ver la vida, de opinar sobre las cosas que le pasaban y de actuar.
Decían que era de porte elegante, aun vistiendo normalmente con chándal. No le gobernaban nombres en su ropa interior, vestir caras marcas o seguir las últimas tendencias. Digamos que prefería la practicidad y la comodidad al reconocimiento. Eso era algo que a muchos no gustaba. No intentaba ganarse a la gente por su imagen. Todos los cambios que hacía, ya fuesen de peinado, de vestimenta o de gustos los hacía porque él quería. Nadie influía en sus decisiones. Bueno, hubo dos personas capaces de cambiar su rumbo, aun así, ahora no vienen al caso.
Lo vieron con varios peinados. El último que recuerdo era un corte de pelo al estilo “marine americano” o, como a él le gustaba decir, “peinado tibetano”. Según me dijo, se había cansado de peinarse por las mañanas.
Sí, no era un tipo cualquiera. Recuerdo haberlo visto caminando por los pasillos de aquel colegio, con la mirada bien alta, sin importarle el “qué dirán”. No era ningún guaperas, su físico no sobresalía de lo aceptable. Era alto, de pelo y ojos oscuros y fuerte como una piedra. Le encantaba entrenar. Compadecía a los tipos que se amontonaban en gimnasios intentando tener el aspecto dictado por Calvin Klein o Tommy Hilfiger. - ¿Así debe ser un hombre? – preguntaba irónicamente cada vez que veía un cartel publicitario.
Sobre sus gustos poco se sabe. Era una persona solitaria. Necesitaba sus momentos para encajar las cosas, porque, aun no demostrarlo, tenía movidas de sobra para dejarlo todo. Por eso de dije que era fuerte. Nunca cedió. Luchaba por lo que quería y creía. Posiblemente una de las mentes más brillante que conocí. No sabía hacer complicadas operaciones matemáticas ni resolver complicados problemas de cabeza. Simplemente se dedicaba a simplificarlo todo. Y créeme, le funcionaba. Un pequeño niño de 17 años felizmente casado con la mente de un maestro de 80. Muchos, aunque no quisieran reconocerlo, buscaron un consejo de su boca. La paz interior, eso buscaban. Desde pequeño siempre anduvo solo, a pasos torpes fue creciendo y aprendiendo de todos los palos que le dieron. Aprendió a quererse, a cuidarse solo.
- Soy poeta en mis ratos libres […] Me encanta el arte como forma de expresarme… - me dijo cuando le pregunté que le gustaba hacer.
Nunca supo si realmente era bueno escribiendo o no. La gente le felicitaba por lo que hacia. Decían que tenía buen trazo dibujando y palabras claras escribiendo. Él, en cambio, se dedicaba a agradecer a su pequeña musa particular, a aquel trocito de cielo que decía que encontró. Tenía las cosas claras. Poseía la vanidad del artista que sabe que es el mejor recluida dentro de una modestia. Era un genio; pero como todo genio no estaba muy cuerdo. Costaba saber en qué pensaba. Todo él era una forma diferente de ver las cosas, de ver vida.
Era capaz de darlo todo por los que le importaban. Como era aquello que me dijo… - Haz el bien tanto a los tuyos como a los que no conoces. Da mucho de ti mismo y no esperes nada a cambio… - ¡Cuánta razón tenía!
Pero no todo le iba tan bien como hacía ver. Hubo cosas que se le resistieron. Como cualquier otra persona tenía sus defectos, muchos por cierto. Todo sea dicho, que hacía las cosas de tal manera que parecía no tenerlos. No quería ser perfecto. “La auto perfección es una simple masturbación. No intentes ser perfecto… Evoluciona.” Y así lo hizo. De pequeño decían que era egoísta, vanidoso y celoso. Aun así, los celos fue algo que nunca pudo superar. En una ocasión me comentó –…mi orgullo es demasiado grande como para que me lo trague. Los celos son una manifestación de ese orgullo. Hasta que no me pueda tragar mi orgullo no podré dejar de ser así…- Y esa cruz le trajo muchos problemas con si mismo cuando creció. Claro que sí, se enamoró. Era distinto, pero eso no lo hacía inmune a enamorarse. Era un “kamikaze”. Dos amores suicidas que tuvo le partieron el corazón en numerosas ocasiones. Lo vi triste varias veces. Se entregaba mucho a sus causas. La primera vez fue para él un proceso de autodestrucción. La segunda, autoaprendizaje. Posiblemente aprendió una lección muy valiosa. No lo volví a ver rayado como solía hacerlo en el pasado. Aprendió a conocerse a si mismo y a disfrutar con la nada. Decían que una noche lo vieron bailando con la tristeza. No sé si es cierto, pero viniendo de él me lo espero todo. Yo lo vi paseando junto al cielo muchas veces. Ciertamente me dio envidia. Cuando se lo dije se limitó a contestar - No me hace realmente feliz. La felicidad se acaba. Ella es mejor – Le miré extrañado. Como esperaba, no le importó. Él era así.
Tenía una lengua afilada. Muy afilada. En todo momento tenía una respuesta acertada que darte y si no la tenía, lo reconocía. De todos modos, si tenía echarte algo en cara lo hacía. Soltaba las cosas tal cual las sentía. Seguramente eso hacía interesante todo aquello que hacía, pintaba o escribía. Me dijeron que cuando escribía lo hacía con “sinceridad y simpatía”.
Otra cosa que recuerdo era su afición al café. Todo momento era bueno para tomar café. Desde pequeño bebía café. No le quitaba el sueño. Desde que se apuntó a aquellas clases de no sé que arte marcial* que no tenía problemas para dormir. Ni los bebés dormían mejor que él. Ahora, el café se había vuelto algo más que cafeína, sabor amargo y una sensación de calor viajando a través de la garganta. Ahora el café era una excusa perfecta para poder pasar un rato con ella. Simplemente, esa faceta suya me hacía gracia.
Yo lo conocía bien. Yo hablé con él largas horas y conocía todos sus secretos, todas sus rayadas y movidas. Yo lo vi crecer. El paso de aquel niño a lo que hoy es. Yo sabía su verdadero nombre. Yo peleé contra él. Yo fui su odio, su envidia amarga. Yo fui su vida malgastada. Yo fui su corazón roto, sus sueños hechos trizas. Yo fui la sensación de sentirse estúpido. Yo. Yo fui su esencia.
Y ahora… ¿aun no lo conoces?
¿Quién eeeeeeeeeees? =D. Bueno una pequeña paranoia que me ha dado esta mañana mientras jugaba al fronton y que he escrito en un rato que he tenido libre. Está lleno de faltas y mal escrito pero así creo que tiene más encanto =D. DisfrutadLo cuantos querais.
PD: en el fondo es un pequeño "collage" (o como se escriba). Si veis algo que os suena haberme dicho u oído que no os extrañe. Gracias por pasaros.