domingo, 14 de enero de 2007

¿No le conoces?

¿Qué? ¿Qué no le conoces? ¿Qué no has oído hablar nunca de él? Eh, tranquila. Yo te lo contaré. Son muchas las cosas que se dicen de él.

Bueno… dicen que era una persona algo peculiar en todos los sentidos. Era difícil olvidar su forma de pensar, su forma de ver la vida, de opinar sobre las cosas que le pasaban y de actuar.

Decían que era de porte elegante, aun vistiendo normalmente con chándal. No le gobernaban nombres en su ropa interior, vestir caras marcas o seguir las últimas tendencias. Digamos que prefería la practicidad y la comodidad al reconocimiento. Eso era algo que a muchos no gustaba. No intentaba ganarse a la gente por su imagen. Todos los cambios que hacía, ya fuesen de peinado, de vestimenta o de gustos los hacía porque él quería. Nadie influía en sus decisiones. Bueno, hubo dos personas capaces de cambiar su rumbo, aun así, ahora no vienen al caso.

Lo vieron con varios peinados. El último que recuerdo era un corte de pelo al estilo “marine americano” o, como a él le gustaba decir, “peinado tibetano”. Según me dijo, se había cansado de peinarse por las mañanas.

Sí, no era un tipo cualquiera. Recuerdo haberlo visto caminando por los pasillos de aquel colegio, con la mirada bien alta, sin importarle el “qué dirán”. No era ningún guaperas, su físico no sobresalía de lo aceptable. Era alto, de pelo y ojos oscuros y fuerte como una piedra. Le encantaba entrenar. Compadecía a los tipos que se amontonaban en gimnasios intentando tener el aspecto dictado por Calvin Klein o Tommy Hilfiger. - ¿Así debe ser un hombre? – preguntaba irónicamente cada vez que veía un cartel publicitario.

Sobre sus gustos poco se sabe. Era una persona solitaria. Necesitaba sus momentos para encajar las cosas, porque, aun no demostrarlo, tenía movidas de sobra para dejarlo todo. Por eso de dije que era fuerte. Nunca cedió. Luchaba por lo que quería y creía. Posiblemente una de las mentes más brillante que conocí. No sabía hacer complicadas operaciones matemáticas ni resolver complicados problemas de cabeza. Simplemente se dedicaba a simplificarlo todo. Y créeme, le funcionaba. Un pequeño niño de 17 años felizmente casado con la mente de un maestro de 80. Muchos, aunque no quisieran reconocerlo, buscaron un consejo de su boca. La paz interior, eso buscaban. Desde pequeño siempre anduvo solo, a pasos torpes fue creciendo y aprendiendo de todos los palos que le dieron. Aprendió a quererse, a cuidarse solo.

- Soy poeta en mis ratos libres […] Me encanta el arte como forma de expresarme… - me dijo cuando le pregunté que le gustaba hacer.

Nunca supo si realmente era bueno escribiendo o no. La gente le felicitaba por lo que hacia. Decían que tenía buen trazo dibujando y palabras claras escribiendo. Él, en cambio, se dedicaba a agradecer a su pequeña musa particular, a aquel trocito de cielo que decía que encontró. Tenía las cosas claras. Poseía la vanidad del artista que sabe que es el mejor recluida dentro de una modestia. Era un genio; pero como todo genio no estaba muy cuerdo. Costaba saber en qué pensaba. Todo él era una forma diferente de ver las cosas, de ver vida.

Era capaz de darlo todo por los que le importaban. Como era aquello que me dijo… - Haz el bien tanto a los tuyos como a los que no conoces. Da mucho de ti mismo y no esperes nada a cambio… - ¡Cuánta razón tenía!

Pero no todo le iba tan bien como hacía ver. Hubo cosas que se le resistieron. Como cualquier otra persona tenía sus defectos, muchos por cierto. Todo sea dicho, que hacía las cosas de tal manera que parecía no tenerlos. No quería ser perfecto. “La auto perfección es una simple masturbación. No intentes ser perfecto… Evoluciona.” Y así lo hizo. De pequeño decían que era egoísta, vanidoso y celoso. Aun así, los celos fue algo que nunca pudo superar. En una ocasión me comentó –…mi orgullo es demasiado grande como para que me lo trague. Los celos son una manifestación de ese orgullo. Hasta que no me pueda tragar mi orgullo no podré dejar de ser así…- Y esa cruz le trajo muchos problemas con si mismo cuando creció. Claro que sí, se enamoró. Era distinto, pero eso no lo hacía inmune a enamorarse. Era un “kamikaze”. Dos amores suicidas que tuvo le partieron el corazón en numerosas ocasiones. Lo vi triste varias veces. Se entregaba mucho a sus causas. La primera vez fue para él un proceso de autodestrucción. La segunda, autoaprendizaje. Posiblemente aprendió una lección muy valiosa. No lo volví a ver rayado como solía hacerlo en el pasado. Aprendió a conocerse a si mismo y a disfrutar con la nada. Decían que una noche lo vieron bailando con la tristeza. No sé si es cierto, pero viniendo de él me lo espero todo. Yo lo vi paseando junto al cielo muchas veces. Ciertamente me dio envidia. Cuando se lo dije se limitó a contestar - No me hace realmente feliz. La felicidad se acaba. Ella es mejor – Le miré extrañado. Como esperaba, no le importó. Él era así.

Tenía una lengua afilada. Muy afilada. En todo momento tenía una respuesta acertada que darte y si no la tenía, lo reconocía. De todos modos, si tenía echarte algo en cara lo hacía. Soltaba las cosas tal cual las sentía. Seguramente eso hacía interesante todo aquello que hacía, pintaba o escribía. Me dijeron que cuando escribía lo hacía con “sinceridad y simpatía”.

Otra cosa que recuerdo era su afición al café. Todo momento era bueno para tomar café. Desde pequeño bebía café. No le quitaba el sueño. Desde que se apuntó a aquellas clases de no sé que arte marcial* que no tenía problemas para dormir. Ni los bebés dormían mejor que él. Ahora, el café se había vuelto algo más que cafeína, sabor amargo y una sensación de calor viajando a través de la garganta. Ahora el café era una excusa perfecta para poder pasar un rato con ella. Simplemente, esa faceta suya me hacía gracia.

Yo lo conocía bien. Yo hablé con él largas horas y conocía todos sus secretos, todas sus rayadas y movidas. Yo lo vi crecer. El paso de aquel niño a lo que hoy es. Yo sabía su verdadero nombre. Yo peleé contra él. Yo fui su odio, su envidia amarga. Yo fui su vida malgastada. Yo fui su corazón roto, sus sueños hechos trizas. Yo fui la sensación de sentirse estúpido. Yo. Yo fui su esencia.

Y ahora… ¿aun no lo conoces?

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¿Quién eeeeeeeeeees? =D. Bueno una pequeña paranoia que me ha dado esta mañana mientras jugaba al fronton y que he escrito en un rato que he tenido libre. Está lleno de faltas y mal escrito pero así creo que tiene más encanto =D. DisfrutadLo cuantos querais.

PD: en el fondo es un pequeño "collage" (o como se escriba). Si veis algo que os suena haberme dicho u oído que no os extrañe. Gracias por pasaros.


martes, 9 de enero de 2007

~ Bajando la producción

pUes bueno. Simplemente quería comunicar que aplazaré un poco el tema este del Blog en general, sobretodo la historia de Ella y yo porque no dispongo de mucho tiempo libre que digamos =D. Aun así, seguiré publicando alguna que otra cosa. Un saludo a todos. Gracias =D

domingo, 24 de diciembre de 2006

~Ella y yo - El verano [Parte I]

Cogí la taza y me hice el que seria uno de los últimos cafés “de casa” en un largo tiempo. Eran cerca de las siete y media de la tarde y poco antes de que amaneciera me iría con mi tío al pueblo. Solía ir allí en verano. El pueblo de mi tío era un pequeño pueblo de la costa del sur, dedicado tradicionalmente a la pesca y desde hace unos pocos años al turismo. No era un lugar especialmente dedicado a la juventud, pero aun así me lo pasaba bien. Normalmente cuando iba al pueblo malgastaba casi todo el día en hacer nada. Últimamente, recién descubierto mí vocación artística me dedicaba a retratar, ya fuese en pintura, dibujo o fotografía, todo aquello que me apetecía. Este año, por el contrario, iba allí a trabajar. Mi tío llevaba una pequeña tienda donde se vendían artículos de pesca, submarinismo, información y demás cosas.


Sin embargo, aun estaba aquí, en ciudad. El calor bochornoso del verano ya se había acomodado y, francamente, a veces era muy molesto. Durante esos días, vivir en la ciudad era algo bastante aburrido. La gente en cuanto viene el calor no sale a la calle hasta la noche, si es que no se ha ido de vacaciones, todo sea dicho.

Cerca de las ocho de la tarde el calor empezaba a amainar y el ambiente se hacia mas agradable. Era un día cualquiera de un mes de julio cualquiera de un año cualquiera. Otro verano que acababa de empezar, y ciertamente de una manera muy agradable. Sí, aun la recordaba. Aun me acordaba de ella.

Hacía días que no la veía y que no sabia nada de ella. Solo podía recordar aquella noche y, como si el viento lo trajese, el olor de su perfume.

Quizás se había ido de vacaciones, quizás se había puesto a trabajar, quien sabe… Aun esto, pensé que era justo despedirme de ella. Era una persona demasiado… especial’ como para no despedirme. Así que vestido despreocupadamente y luciendo un corte de pelo a lo monje budista, fui hacia su casa.


Caminaba por la calle y las chanclas parecían deshacerse en el asfalto. ¡Qué calor hacia! Poco antes de llegar a su casa me paré en una heladería. No sé porqué pero me apetecía un helado. Conocía a los dueños; hablamos un rato hasta que me acabé el helado y me fui. Cuando por fin llegué a su portal la llamé. No sabía en que piso vivía así que le pedí que bajase.

- ¿Qué haces aquí a estas horas?Bueno, nada en especial. Simplemente venía a despedirme de ti… - ¿Despedirte?Sí. Mañana me voy al pueblo de mi tío y quería despedirme de ti… - Ah… - ¿Ah…? ¿Sin más?Sí, no sé… - En fin… - ¿Cuándo volverás?A finales de agosto supongo… - Bueno… - ¿Bueno… que?Nada, nada. Nos veremos cuando vuelvasSí... siempre que quieras, claro…


Hay despedidas y despedidas. Esta, sin duda alguna, había sido una de las mas amargas que recuerde. Aun no demostrarlo me fui con un mal sabor de boca. No sabia que pasaba y simplemente no me interesaba saberlo. Nunca fui un experto en chicas y estos cambios tan “así” de actitud nunca los entendí. En cierto modo me daba lástima pero ya se sabe, la lástima solo sirve para aumentar las rayadas.


Antes de volver a casa me compré un paquete de quicos y me senté en un banco. Faltaba poco para hacerse de noche y por la calle ya pasaba poca gente. Era la hora de cenar. Yo, en cambio, seguía sentado en el banco. Los quicos crujían en mi boca mientras pensaba. En realidad me acordaba de ella; de la despedida de hacia un rato, del día que la invité a cenar, de las tardes que pasamos… Ciertamente, empezaba a preocuparme la obsesión que me estaba creando. Pero bien pensado era normal. Ella era demasiado importante para mi.


Aquella noche cené poco y me hice la maleta en la cual guardé mas libretas, lápices, pinturas, cámaras y carretes que ropa. Eran las doce menos cuarto. A la mañana siguiente tendría que despertarme a eso de las cinco. Me dormí enseguida, no sin antes volver a pensar en ella.

[…]


Las cinco y media de la mañana. Hacia casi nada que me había sentado en el coche de mi tío y habíamos tomado rumbo hacia la costa sureña.
Llevábamos cerca de dos horas y media de camino cuando ya amanecía. Aun quedaban largas horas de trayecto y se hacía preciso una parada.

En la siguiente área de descanso que encontramos nos paramos. Bajamos del coche, nos estiramos un poco y fuimos hacia la cafetería. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de lo mucho que echaría en falta los cafés que me hacía yo en casa. Con un sabor medio agrio en la boca volví al coche. Así continuamos nuestro viaje.

A medida que pasaban las horas se me hacía mas aburrido. Intenté distraerme dibujando algo o simplemente durmiendo pero aun así era agotador. A una hora de llegar paramos por enésima vez, aunque en esta ocasión fuese para comer. Después de comer nos echamos una siesta. Cuando por fin llegamos al pueblo ya empezaba a oscurecer. Mi tía salió a recibirnos. Durante el próximo mes y pico viviría con mis tíos. Saqué la bolsa del maletero del coche y la llevé a la que sería mi nueva habitación. Era un cuarto pequeño, acogedor, con las paredes de color azul claro y una amplia ventana que daba a la playa. La casa de mis tíos estaba justo delante de la playa, al lado de la tienda.

Deshice las maletas. Guardé la poca ropa que llevaba en el armario y dejé todas las libretas, pinceles, lápices y demás cosas que había llevado recogidas en todos los cajones que había en la habitación.

Bajé a cenar. El comedor era una bonita sala, pintada a colores claros y decorada al estilo de las antiguas casas de costa. Aun así, la decoración no se hacía pesada. Aprovechamos la hora de cenar para hablar de todo lo que habíamos hecho desde el verano pasado, lo de siempre. Que si “como te va el colegio”, qué “si ya me he buscado novia”, qué “que tal mis padres”.

Tras la cena subí a mi habitación. Era aun pronto, las diez y media marcaban las agujas de mi reloj, pero estaba agotado. El viaje me había matado. Miré un poco la tele y me dormí pronto.


Supongo que es navidad (pchè ù_u) y me siento algo más generoso y os "regalo" un pequeño Especial de Navidad de Ella y yo, aunque paradojicamente la historia hable del verano... en fin, espero que os guste! Un saludo y "Bon nadaL"


~Felicidades Jesús


*
... y
123f e L i z123n a V i d a d123a123t o d o s

Supongo que al fin y al cabo la navidad no era aquello que siempre pensé. Mierda de hipocresía...

martes, 19 de diciembre de 2006

~Ella y yo [4ª Parte]

Más entrada la noche, después de haber recogido, salimos de casa. Caminábamos entre calles más que conocidas rumbo hacia la playa. Por esa zona se concentraba casi toda la actividad fiestera de la ciudad.

No había mucha gente por la calle y el ambiente era cálido, con pequeñas rachas intermitentes de una leve brisa que refrescaba la noche.

Andaba bastante callado. No soy mucho de hablar y me sentía bastante raro con esa ropa, como si no fuese yo. De vez en cuando miraba a mi reflejo en cristales de escaparates y se me escapaba una sonrisa, me hacia gracia.

La miré. Caminaba tranquila, firme. Iba muy guapa.

- - ¿Qué pasa? ¿Voy manchada o algo?No, no es eso… - ¿Entonces? - ¿Puedo darte la mano…?

No articuló palabra. Me cogió la mano directamente. Sus dedos se entrelazaron con los míos. No nos miramos. Nos habíamos cogido la mano pero parecía que nos daba vergüenza mirarnos a la cara. Aun así era muy agradable.

Y así, como un novios de pegatina, llegamos a la playa. Luces de colores, gente, ambiente de fiesta y música. No era habitual de esos lugares así que me dedicaba a seguirla. Nos encontramos con algunos amigos y finalmente entramos en un local. Estaba a reventar. Abriéndonos paso entre la gente pasamos por delante de la barra y llegamos donde estaba todo el mundo bailando. Ahí me soltó la mano y se puso a bailar delante mío. Yo permanecía quieto, moviéndome ligeramente al son de la música.

-¿Qué haces hombre? ¡Muévete!Pero… yo no se bailar… - No digas tonterías, anda, ven…

Me cogió las manos y las puso en su cintura y luego puso las suyas detrás de mi cuello y empezó a moverse suavemente. Intentaba responder con movimientos parecidos pero no lo lograba. Me sentía demasiado ridículo y fui a la barra. Pedí algo para beber para ambos. Bebimos, volví a pedir y volvimos a beber. Probamos otra vez el bailar pero la única diferencia con el intento anterior es que esta vez me daba menos vergüenza, ya sabéis, primeros efectos del alcohol. Así que, tras varios intentos fallidos me senté cerca de una ventana. ¡Qué agradable era el aire de afuera, libre de humos! Estaba en un primer piso, y abajo, en la calle, la gente iba, volvía, se paraba a hablar… arriba, el cielo seguía despejado y las estrellas y la luna aun brillaban con fuerza. En mi vaso, el hielo se deshacía poco a poco.

- ¿Qué pasa, no te diviertes?No, no es eso… - Sí. No lo estás pasando bien aquí… - No, no, de verdad, me lo estoy pasando muy bien contigo… - No me mientas. Dime, ¿qué haces tu cuando sales, a ver?... - ¿De verdad quieres saberlo?... -

Pegué el último trago que quedaba en mi vaso, la cogí de la mano y salimos de allí. Nos alejábamos del humo, las luces de colores y el ruido. Nos alejábamos de la monotonía juvenil de noches de verano. ¿Dónde íbamos? A mi mirador. Sí, a la playa, pero lejos de la gente. A un lugar que pocos conocían y que a altas horas de la noche y temprano por la mañana era uno sitio único.

Tras un corto paseo llegamos. Entramos en el arenal. Caminábamos a pasos cortos, el uno al lado del otro, cogidos nuevamente de la mano. La tranquilidad de ese lugar era majestuosa. Una pequeña brisa de primera línea de costa, el murmullo de las olas en la orilla, el reflejo de una luna soberana… era un espectáculo digno de ver.

Avanzamos por la playa hasta llegar a unas rocas. Encima de estas había una vieja barandilla y tras ésta un banco de madera. Ese era mi mirador. Subimos una pequeñas escaleritas y nos sentamos en el banco.

- ¿Dejarás alguna vez de sorprenderme? - ¿Por qué lo dices?Este lugar…es… ¡es precioso!Por eso te he traído¿Sabes? En cierto modo, eres adorable Tan solo diferente al resto - - ¿Bailas?

Allí, alejado de miradas ebrias e indeseables, me daba igual no saber bailar, me daba igual hacer el ridículo. Nos cogimos y empezamos a bailar al son de la silenciosa melodía de la noche. Me costaba de creer como aquel lugar se me hacía tan especial por momentos. Cada vez estaba mas convencido, ella era realmente diferente, ella era realmente especial.

Poco duró aquella situación. Un desafortunado tropezón rompía el tacón de su zapato izquierdo.

- ¿Estás bien?Sí, solo se ha roto el tacón, no ha pasado nadaMenos mal - Lo estábamos pasando bienDemasiado bien - ¿Qué hora debe de ser?Deben de ser cerca de las cinco, pronto amanecerá. ¿Volvemos a casa? -


Porque fui, vencí a la muerte y volví. Gracias por hacerme creer en ti. ._<


jueves, 7 de diciembre de 2006

~Ella y yo [Parte Tercera]

En realidad no me apetecía mucho ir a buscarla, cuando me levantan de una siesta se me quitan las ganas de hacer cualquier cosa, pero me levanté. Me volví a vestir igual que cuando había ido a la playa y puse camino hacia la estación. No caía muy lejos de mi casa y por el camino me puse a pensar cómo podía haber conseguido mi número. No lo tiene mucha gente, mas que nada porque no soy mucho de usar móvil.

Finalmente llegué a la estación. Allí estaba ella, sentada en uno de los bancos rojos que había, mirando hacia el lado contrario del que yo. Me acerqué a ella y cuando estaba suficientemente cerca le acerqué la mano como señal para que se levantase. Sonrió, me cogió por el brazo y fuimos camino a mi casa. No iba excesivamente arreglada; vestía una camiseta cortita gris, unos pantalones también bastante cortos y unas sandalias a juego. Aun esto no dejaba de estar guapa.

Cuando finalmente llegamos a mi casa y nos sentamos empezamos a hablar. Le subí un refresco y para mi un café. Deberían ser las seis y media y hacía calor.

- ¿No te molesta que me quite la camiseta, verdad?Estás en tu casa, no soy tu madre para que me tengas que pedir permiso Estoy con una mujer, tengo que ser caballeroso ante todoJeje. Bueno...pues eso... No te desesperes. No soy fácil de tratar...Seguro que no es así Ya lo irás viendo... por cierto, ¿por qué viniste?Nada en especial. Solo quería hablar un rato contigo... Pues bien, hablemos. A ver, cuéntame algo sobre ti...Pues no se... ¿algo como qué? Como lo que tu quieras mujer...

Fue a partir de aquel viernes cuando empezamos realmente a conocernos. Como algo rutinario pasábamos nuestras tardes conociéndonos el uno al otro, allí, en la azotea de un pequeño edificio de una pequeña ciudad.

- ¿Y qué, por la noche, viviendo tu solo, debes salir siempre que te apetece, no?Pues sí, pero no soy muy de salir... - ¿Como que no? No puede ser eso, debes salir y divertirteLo se, pero no me divierte meterme en un local a rebosar donde la gente intenta bailar y demostrar algo que no son...Anda, no digas tonterías... Mira, el sábado que viene ponte guapo que saldremos a comernos la noche tu y yo...Esa es otra... de ropa voy flojo... - ¡Eres un caso! ¿Así pretendes que me case contigo? El sábado vamos a comprarte ropa, me invitas a cenar y luego nos vamos de fiesta… ¿qué te parece?Bueno, vale

Así quedamos. Faltaban tan solo dos semanas para que el curso terminara.

Hacía poco mas de una semana que nos conocíamos de verdad y estaba yo en mi habitación, estirado en la cama y mirando la luna a través de la ventana, tomándome un café, para variar. El día siguiente sería un buen día, eso sin duda. Pasaría todo un día con ella. Habíamos quedado bastante pronto en la estación.

Por la mañana me levanté temprano, me duché, me vestí y me fui para la estación. Cogí la cartera, el móvil y la cámara. Las llaves no solía llevarlas, siempre las dejaba bajo la segunda teja, donde nadie miraría.

Una vez en la estación me encontré con ella. Fuimos a la Capital, que estaba a unos treinta minutos en tren. Allí recorrimos un sinfín de tiendas, me probé mucha más ropa que la que me había probado hasta entonces y gasté más dinero en ropa del que nunca antes hubiese imaginado. Ambos nos compramos cosas y nos habíamos hecho muchas fotos, y, cargados de bolsas, volvimos a para casa. El tren de vuelta iba bastante vacío. La luz anaranjada del sol de tarde se colaba por los cristales de las ventanas haciendo del vagón un sitio más acogedor. Había sido un día bastante cansado pero aun quedaba la noche.

Ella, buscando una posición cómoda para descansar, apoyó su cabeza en mi hombro. Después de un instante de silencio se acomodó mas y puso su mano en mi vientre. Yo le acariciaba el pelo.

- ¿Dónde cenaremos?Tenía pensado hacer una cena en mi casa. Mis padres están de viaje y puedo usar la cocina a mis anchas. Y tranquila, cocino como nadiePero, yo tengo que ducharme, y cambiarme, y arreglarme… - Puedes hacerlo en mi casa si te apetece. El cuarto de baño de mis padres está libre y puedes coger lo que quieras de mi madre para maquillarte. No tiene gran cosa pero tampoco creo que te haga falta… - ¿Seguro?Yo siempre hablo en serioPerfecto entonces…

Llegamos a mi casa cuando deberían ser cerca de las nueve, nueve y media de la noche. El tren se había retrasado mucho y después de bajarnos del éste fuimos a tomar un helado. La heladería donde fuimos era mi antiguo lugar de trabajo y los helados y granizados eran posiblemente de los mejores de la ciudad.

Una vez en casa, mientras ella se duchaba me puse manos a la obra en la cocina. Mi experiencia en aquel restaurante de cocina italiana debería servir para algo. Miré en la nevera a ver que tenía: masa para una pizza, tomates, cebollas, lechuga, zanahorias, queso, embutido y frutas. Cena conjunta. De primero una ensalada de naranjas rojas y de segundo una pizza al gusto.

Trabajaba a ritmo de jazz. Mientras cortaba la lechuga, los tomates, las naranjas y demás, en el bloque de en frente, aquella pareja de novios volvían a tocar sus saxos.

Terminé rápido de hacer la cena. Dejé la ensalada en la nevera y la pizza en el horno, solo se tenia que hacer. Al ver que ella aun no había acabado de arreglarse subí arriba. Puse la mesa en medio de la terraza y la cubrí con un mantel de cuadros rojos y blancos, el típico de los restaurantes italianos. Luego llené un pequeño florero de agua y cogí una de las flores mas bonitas de mi pequeño jardín. Esto, junto a una vela roja formaban la decoración de la mesa.

Acto seguido me metí en la ducha. Bajo el agua fría y pompas de jabón me duché. Al salir de la ducha me puse un bañador, la toalla encima de los hombros y dirigía hacia mi habitación. Por el camino, pero, me topé con ella. Estaba allí, oliendo una de mis margaritas. Me la quedé mirando, que guapa iba.

- No pensarás cenar en bañador, ¿verdad? – [Se levantó, me cogió del brazo y me llevó a la habitación] – Tienes que ponerte bien guapo. A ver, ponte este pantalón… con esta camisa… sí, y este cinturón… sí, perfecto - ¡Qué raro! ¿De verdad me sienta bien?Estás guapísimoSí, ya…

Salimos pues a cenar. Eran las diez y cuarto y el ambiente estaba tranquilo. No podía sentirme mejor. En un ático de ciudad, cenando, a la luz de las velas, bajo un cielo lleno de estrellas y con una persona maravillosa. ¿Qué más puede pedirse?


Bueno, no va conmigo esto de publicar tan seguido, pero pche… es puente, tengo bastante reserva y me siento algo generoso =D (Falso, me siento como el puto culo, pero bueno… u_ù). Disfrutenlo!

lunes, 4 de diciembre de 2006

~Preguntas!

¿Estilo propio? ¿Te quiero? ¿Dejaré algún día de esconderme tras cuatro palabras? ¿Te lo diré? ¿Dormiremos tan abrazados que no querremos que amanezca? ¿Me encantas? ¿Qué soy para ti? ¿Realmente se recoge lo que se siembra? ¿Amigos verdaderos, de los que están ahí siempre, pase lo que pase, aunque te hundas en la miseria… realmente existen? ¿Por qué no abunda la mujer que me corresponda? ¿Ves como te quiero o te quiero por que me ves? ¿Para qué hago química? ¿Pelear, un placer? ¿Una puta vida sencilla? ¿Por qué hago tantas preguntas? ¿Me das un beso? ¿Y un abrazo? ¿Me encanta que te encante aquello? ¿Has pensado tanto en ella hasta rabiar? ¿Irías hasta el fin del mundo y gritarías su nombre al viento hasta que te sangre la garganta? ¿Me regalas una sonrisa? ¿Me dedicas una mirada? ¿Quieres ser mi reina? ¿Mi compañera de copas? ¿De cama? ¿De fin de semana? ¿Quieres ver mundo? ¿Lo quieres ver de rosa? ¿Quieres ser libre? ¿Tener dueño? ¿Quiero quererte?

*...Hecho un lío ]