domingo, 24 de diciembre de 2006

~Ella y yo - El verano [Parte I]

Cogí la taza y me hice el que seria uno de los últimos cafés “de casa” en un largo tiempo. Eran cerca de las siete y media de la tarde y poco antes de que amaneciera me iría con mi tío al pueblo. Solía ir allí en verano. El pueblo de mi tío era un pequeño pueblo de la costa del sur, dedicado tradicionalmente a la pesca y desde hace unos pocos años al turismo. No era un lugar especialmente dedicado a la juventud, pero aun así me lo pasaba bien. Normalmente cuando iba al pueblo malgastaba casi todo el día en hacer nada. Últimamente, recién descubierto mí vocación artística me dedicaba a retratar, ya fuese en pintura, dibujo o fotografía, todo aquello que me apetecía. Este año, por el contrario, iba allí a trabajar. Mi tío llevaba una pequeña tienda donde se vendían artículos de pesca, submarinismo, información y demás cosas.


Sin embargo, aun estaba aquí, en ciudad. El calor bochornoso del verano ya se había acomodado y, francamente, a veces era muy molesto. Durante esos días, vivir en la ciudad era algo bastante aburrido. La gente en cuanto viene el calor no sale a la calle hasta la noche, si es que no se ha ido de vacaciones, todo sea dicho.

Cerca de las ocho de la tarde el calor empezaba a amainar y el ambiente se hacia mas agradable. Era un día cualquiera de un mes de julio cualquiera de un año cualquiera. Otro verano que acababa de empezar, y ciertamente de una manera muy agradable. Sí, aun la recordaba. Aun me acordaba de ella.

Hacía días que no la veía y que no sabia nada de ella. Solo podía recordar aquella noche y, como si el viento lo trajese, el olor de su perfume.

Quizás se había ido de vacaciones, quizás se había puesto a trabajar, quien sabe… Aun esto, pensé que era justo despedirme de ella. Era una persona demasiado… especial’ como para no despedirme. Así que vestido despreocupadamente y luciendo un corte de pelo a lo monje budista, fui hacia su casa.


Caminaba por la calle y las chanclas parecían deshacerse en el asfalto. ¡Qué calor hacia! Poco antes de llegar a su casa me paré en una heladería. No sé porqué pero me apetecía un helado. Conocía a los dueños; hablamos un rato hasta que me acabé el helado y me fui. Cuando por fin llegué a su portal la llamé. No sabía en que piso vivía así que le pedí que bajase.

- ¿Qué haces aquí a estas horas?Bueno, nada en especial. Simplemente venía a despedirme de ti… - ¿Despedirte?Sí. Mañana me voy al pueblo de mi tío y quería despedirme de ti… - Ah… - ¿Ah…? ¿Sin más?Sí, no sé… - En fin… - ¿Cuándo volverás?A finales de agosto supongo… - Bueno… - ¿Bueno… que?Nada, nada. Nos veremos cuando vuelvasSí... siempre que quieras, claro…


Hay despedidas y despedidas. Esta, sin duda alguna, había sido una de las mas amargas que recuerde. Aun no demostrarlo me fui con un mal sabor de boca. No sabia que pasaba y simplemente no me interesaba saberlo. Nunca fui un experto en chicas y estos cambios tan “así” de actitud nunca los entendí. En cierto modo me daba lástima pero ya se sabe, la lástima solo sirve para aumentar las rayadas.


Antes de volver a casa me compré un paquete de quicos y me senté en un banco. Faltaba poco para hacerse de noche y por la calle ya pasaba poca gente. Era la hora de cenar. Yo, en cambio, seguía sentado en el banco. Los quicos crujían en mi boca mientras pensaba. En realidad me acordaba de ella; de la despedida de hacia un rato, del día que la invité a cenar, de las tardes que pasamos… Ciertamente, empezaba a preocuparme la obsesión que me estaba creando. Pero bien pensado era normal. Ella era demasiado importante para mi.


Aquella noche cené poco y me hice la maleta en la cual guardé mas libretas, lápices, pinturas, cámaras y carretes que ropa. Eran las doce menos cuarto. A la mañana siguiente tendría que despertarme a eso de las cinco. Me dormí enseguida, no sin antes volver a pensar en ella.

[…]


Las cinco y media de la mañana. Hacia casi nada que me había sentado en el coche de mi tío y habíamos tomado rumbo hacia la costa sureña.
Llevábamos cerca de dos horas y media de camino cuando ya amanecía. Aun quedaban largas horas de trayecto y se hacía preciso una parada.

En la siguiente área de descanso que encontramos nos paramos. Bajamos del coche, nos estiramos un poco y fuimos hacia la cafetería. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de lo mucho que echaría en falta los cafés que me hacía yo en casa. Con un sabor medio agrio en la boca volví al coche. Así continuamos nuestro viaje.

A medida que pasaban las horas se me hacía mas aburrido. Intenté distraerme dibujando algo o simplemente durmiendo pero aun así era agotador. A una hora de llegar paramos por enésima vez, aunque en esta ocasión fuese para comer. Después de comer nos echamos una siesta. Cuando por fin llegamos al pueblo ya empezaba a oscurecer. Mi tía salió a recibirnos. Durante el próximo mes y pico viviría con mis tíos. Saqué la bolsa del maletero del coche y la llevé a la que sería mi nueva habitación. Era un cuarto pequeño, acogedor, con las paredes de color azul claro y una amplia ventana que daba a la playa. La casa de mis tíos estaba justo delante de la playa, al lado de la tienda.

Deshice las maletas. Guardé la poca ropa que llevaba en el armario y dejé todas las libretas, pinceles, lápices y demás cosas que había llevado recogidas en todos los cajones que había en la habitación.

Bajé a cenar. El comedor era una bonita sala, pintada a colores claros y decorada al estilo de las antiguas casas de costa. Aun así, la decoración no se hacía pesada. Aprovechamos la hora de cenar para hablar de todo lo que habíamos hecho desde el verano pasado, lo de siempre. Que si “como te va el colegio”, qué “si ya me he buscado novia”, qué “que tal mis padres”.

Tras la cena subí a mi habitación. Era aun pronto, las diez y media marcaban las agujas de mi reloj, pero estaba agotado. El viaje me había matado. Miré un poco la tele y me dormí pronto.


Supongo que es navidad (pchè ù_u) y me siento algo más generoso y os "regalo" un pequeño Especial de Navidad de Ella y yo, aunque paradojicamente la historia hable del verano... en fin, espero que os guste! Un saludo y "Bon nadaL"


~Felicidades Jesús


*
... y
123f e L i z123n a V i d a d123a123t o d o s

Supongo que al fin y al cabo la navidad no era aquello que siempre pensé. Mierda de hipocresía...

martes, 19 de diciembre de 2006

~Ella y yo [4ª Parte]

Más entrada la noche, después de haber recogido, salimos de casa. Caminábamos entre calles más que conocidas rumbo hacia la playa. Por esa zona se concentraba casi toda la actividad fiestera de la ciudad.

No había mucha gente por la calle y el ambiente era cálido, con pequeñas rachas intermitentes de una leve brisa que refrescaba la noche.

Andaba bastante callado. No soy mucho de hablar y me sentía bastante raro con esa ropa, como si no fuese yo. De vez en cuando miraba a mi reflejo en cristales de escaparates y se me escapaba una sonrisa, me hacia gracia.

La miré. Caminaba tranquila, firme. Iba muy guapa.

- - ¿Qué pasa? ¿Voy manchada o algo?No, no es eso… - ¿Entonces? - ¿Puedo darte la mano…?

No articuló palabra. Me cogió la mano directamente. Sus dedos se entrelazaron con los míos. No nos miramos. Nos habíamos cogido la mano pero parecía que nos daba vergüenza mirarnos a la cara. Aun así era muy agradable.

Y así, como un novios de pegatina, llegamos a la playa. Luces de colores, gente, ambiente de fiesta y música. No era habitual de esos lugares así que me dedicaba a seguirla. Nos encontramos con algunos amigos y finalmente entramos en un local. Estaba a reventar. Abriéndonos paso entre la gente pasamos por delante de la barra y llegamos donde estaba todo el mundo bailando. Ahí me soltó la mano y se puso a bailar delante mío. Yo permanecía quieto, moviéndome ligeramente al son de la música.

-¿Qué haces hombre? ¡Muévete!Pero… yo no se bailar… - No digas tonterías, anda, ven…

Me cogió las manos y las puso en su cintura y luego puso las suyas detrás de mi cuello y empezó a moverse suavemente. Intentaba responder con movimientos parecidos pero no lo lograba. Me sentía demasiado ridículo y fui a la barra. Pedí algo para beber para ambos. Bebimos, volví a pedir y volvimos a beber. Probamos otra vez el bailar pero la única diferencia con el intento anterior es que esta vez me daba menos vergüenza, ya sabéis, primeros efectos del alcohol. Así que, tras varios intentos fallidos me senté cerca de una ventana. ¡Qué agradable era el aire de afuera, libre de humos! Estaba en un primer piso, y abajo, en la calle, la gente iba, volvía, se paraba a hablar… arriba, el cielo seguía despejado y las estrellas y la luna aun brillaban con fuerza. En mi vaso, el hielo se deshacía poco a poco.

- ¿Qué pasa, no te diviertes?No, no es eso… - Sí. No lo estás pasando bien aquí… - No, no, de verdad, me lo estoy pasando muy bien contigo… - No me mientas. Dime, ¿qué haces tu cuando sales, a ver?... - ¿De verdad quieres saberlo?... -

Pegué el último trago que quedaba en mi vaso, la cogí de la mano y salimos de allí. Nos alejábamos del humo, las luces de colores y el ruido. Nos alejábamos de la monotonía juvenil de noches de verano. ¿Dónde íbamos? A mi mirador. Sí, a la playa, pero lejos de la gente. A un lugar que pocos conocían y que a altas horas de la noche y temprano por la mañana era uno sitio único.

Tras un corto paseo llegamos. Entramos en el arenal. Caminábamos a pasos cortos, el uno al lado del otro, cogidos nuevamente de la mano. La tranquilidad de ese lugar era majestuosa. Una pequeña brisa de primera línea de costa, el murmullo de las olas en la orilla, el reflejo de una luna soberana… era un espectáculo digno de ver.

Avanzamos por la playa hasta llegar a unas rocas. Encima de estas había una vieja barandilla y tras ésta un banco de madera. Ese era mi mirador. Subimos una pequeñas escaleritas y nos sentamos en el banco.

- ¿Dejarás alguna vez de sorprenderme? - ¿Por qué lo dices?Este lugar…es… ¡es precioso!Por eso te he traído¿Sabes? En cierto modo, eres adorable Tan solo diferente al resto - - ¿Bailas?

Allí, alejado de miradas ebrias e indeseables, me daba igual no saber bailar, me daba igual hacer el ridículo. Nos cogimos y empezamos a bailar al son de la silenciosa melodía de la noche. Me costaba de creer como aquel lugar se me hacía tan especial por momentos. Cada vez estaba mas convencido, ella era realmente diferente, ella era realmente especial.

Poco duró aquella situación. Un desafortunado tropezón rompía el tacón de su zapato izquierdo.

- ¿Estás bien?Sí, solo se ha roto el tacón, no ha pasado nadaMenos mal - Lo estábamos pasando bienDemasiado bien - ¿Qué hora debe de ser?Deben de ser cerca de las cinco, pronto amanecerá. ¿Volvemos a casa? -


Porque fui, vencí a la muerte y volví. Gracias por hacerme creer en ti. ._<


jueves, 7 de diciembre de 2006

~Ella y yo [Parte Tercera]

En realidad no me apetecía mucho ir a buscarla, cuando me levantan de una siesta se me quitan las ganas de hacer cualquier cosa, pero me levanté. Me volví a vestir igual que cuando había ido a la playa y puse camino hacia la estación. No caía muy lejos de mi casa y por el camino me puse a pensar cómo podía haber conseguido mi número. No lo tiene mucha gente, mas que nada porque no soy mucho de usar móvil.

Finalmente llegué a la estación. Allí estaba ella, sentada en uno de los bancos rojos que había, mirando hacia el lado contrario del que yo. Me acerqué a ella y cuando estaba suficientemente cerca le acerqué la mano como señal para que se levantase. Sonrió, me cogió por el brazo y fuimos camino a mi casa. No iba excesivamente arreglada; vestía una camiseta cortita gris, unos pantalones también bastante cortos y unas sandalias a juego. Aun esto no dejaba de estar guapa.

Cuando finalmente llegamos a mi casa y nos sentamos empezamos a hablar. Le subí un refresco y para mi un café. Deberían ser las seis y media y hacía calor.

- ¿No te molesta que me quite la camiseta, verdad?Estás en tu casa, no soy tu madre para que me tengas que pedir permiso Estoy con una mujer, tengo que ser caballeroso ante todoJeje. Bueno...pues eso... No te desesperes. No soy fácil de tratar...Seguro que no es así Ya lo irás viendo... por cierto, ¿por qué viniste?Nada en especial. Solo quería hablar un rato contigo... Pues bien, hablemos. A ver, cuéntame algo sobre ti...Pues no se... ¿algo como qué? Como lo que tu quieras mujer...

Fue a partir de aquel viernes cuando empezamos realmente a conocernos. Como algo rutinario pasábamos nuestras tardes conociéndonos el uno al otro, allí, en la azotea de un pequeño edificio de una pequeña ciudad.

- ¿Y qué, por la noche, viviendo tu solo, debes salir siempre que te apetece, no?Pues sí, pero no soy muy de salir... - ¿Como que no? No puede ser eso, debes salir y divertirteLo se, pero no me divierte meterme en un local a rebosar donde la gente intenta bailar y demostrar algo que no son...Anda, no digas tonterías... Mira, el sábado que viene ponte guapo que saldremos a comernos la noche tu y yo...Esa es otra... de ropa voy flojo... - ¡Eres un caso! ¿Así pretendes que me case contigo? El sábado vamos a comprarte ropa, me invitas a cenar y luego nos vamos de fiesta… ¿qué te parece?Bueno, vale

Así quedamos. Faltaban tan solo dos semanas para que el curso terminara.

Hacía poco mas de una semana que nos conocíamos de verdad y estaba yo en mi habitación, estirado en la cama y mirando la luna a través de la ventana, tomándome un café, para variar. El día siguiente sería un buen día, eso sin duda. Pasaría todo un día con ella. Habíamos quedado bastante pronto en la estación.

Por la mañana me levanté temprano, me duché, me vestí y me fui para la estación. Cogí la cartera, el móvil y la cámara. Las llaves no solía llevarlas, siempre las dejaba bajo la segunda teja, donde nadie miraría.

Una vez en la estación me encontré con ella. Fuimos a la Capital, que estaba a unos treinta minutos en tren. Allí recorrimos un sinfín de tiendas, me probé mucha más ropa que la que me había probado hasta entonces y gasté más dinero en ropa del que nunca antes hubiese imaginado. Ambos nos compramos cosas y nos habíamos hecho muchas fotos, y, cargados de bolsas, volvimos a para casa. El tren de vuelta iba bastante vacío. La luz anaranjada del sol de tarde se colaba por los cristales de las ventanas haciendo del vagón un sitio más acogedor. Había sido un día bastante cansado pero aun quedaba la noche.

Ella, buscando una posición cómoda para descansar, apoyó su cabeza en mi hombro. Después de un instante de silencio se acomodó mas y puso su mano en mi vientre. Yo le acariciaba el pelo.

- ¿Dónde cenaremos?Tenía pensado hacer una cena en mi casa. Mis padres están de viaje y puedo usar la cocina a mis anchas. Y tranquila, cocino como nadiePero, yo tengo que ducharme, y cambiarme, y arreglarme… - Puedes hacerlo en mi casa si te apetece. El cuarto de baño de mis padres está libre y puedes coger lo que quieras de mi madre para maquillarte. No tiene gran cosa pero tampoco creo que te haga falta… - ¿Seguro?Yo siempre hablo en serioPerfecto entonces…

Llegamos a mi casa cuando deberían ser cerca de las nueve, nueve y media de la noche. El tren se había retrasado mucho y después de bajarnos del éste fuimos a tomar un helado. La heladería donde fuimos era mi antiguo lugar de trabajo y los helados y granizados eran posiblemente de los mejores de la ciudad.

Una vez en casa, mientras ella se duchaba me puse manos a la obra en la cocina. Mi experiencia en aquel restaurante de cocina italiana debería servir para algo. Miré en la nevera a ver que tenía: masa para una pizza, tomates, cebollas, lechuga, zanahorias, queso, embutido y frutas. Cena conjunta. De primero una ensalada de naranjas rojas y de segundo una pizza al gusto.

Trabajaba a ritmo de jazz. Mientras cortaba la lechuga, los tomates, las naranjas y demás, en el bloque de en frente, aquella pareja de novios volvían a tocar sus saxos.

Terminé rápido de hacer la cena. Dejé la ensalada en la nevera y la pizza en el horno, solo se tenia que hacer. Al ver que ella aun no había acabado de arreglarse subí arriba. Puse la mesa en medio de la terraza y la cubrí con un mantel de cuadros rojos y blancos, el típico de los restaurantes italianos. Luego llené un pequeño florero de agua y cogí una de las flores mas bonitas de mi pequeño jardín. Esto, junto a una vela roja formaban la decoración de la mesa.

Acto seguido me metí en la ducha. Bajo el agua fría y pompas de jabón me duché. Al salir de la ducha me puse un bañador, la toalla encima de los hombros y dirigía hacia mi habitación. Por el camino, pero, me topé con ella. Estaba allí, oliendo una de mis margaritas. Me la quedé mirando, que guapa iba.

- No pensarás cenar en bañador, ¿verdad? – [Se levantó, me cogió del brazo y me llevó a la habitación] – Tienes que ponerte bien guapo. A ver, ponte este pantalón… con esta camisa… sí, y este cinturón… sí, perfecto - ¡Qué raro! ¿De verdad me sienta bien?Estás guapísimoSí, ya…

Salimos pues a cenar. Eran las diez y cuarto y el ambiente estaba tranquilo. No podía sentirme mejor. En un ático de ciudad, cenando, a la luz de las velas, bajo un cielo lleno de estrellas y con una persona maravillosa. ¿Qué más puede pedirse?


Bueno, no va conmigo esto de publicar tan seguido, pero pche… es puente, tengo bastante reserva y me siento algo generoso =D (Falso, me siento como el puto culo, pero bueno… u_ù). Disfrutenlo!

lunes, 4 de diciembre de 2006

~Preguntas!

¿Estilo propio? ¿Te quiero? ¿Dejaré algún día de esconderme tras cuatro palabras? ¿Te lo diré? ¿Dormiremos tan abrazados que no querremos que amanezca? ¿Me encantas? ¿Qué soy para ti? ¿Realmente se recoge lo que se siembra? ¿Amigos verdaderos, de los que están ahí siempre, pase lo que pase, aunque te hundas en la miseria… realmente existen? ¿Por qué no abunda la mujer que me corresponda? ¿Ves como te quiero o te quiero por que me ves? ¿Para qué hago química? ¿Pelear, un placer? ¿Una puta vida sencilla? ¿Por qué hago tantas preguntas? ¿Me das un beso? ¿Y un abrazo? ¿Me encanta que te encante aquello? ¿Has pensado tanto en ella hasta rabiar? ¿Irías hasta el fin del mundo y gritarías su nombre al viento hasta que te sangre la garganta? ¿Me regalas una sonrisa? ¿Me dedicas una mirada? ¿Quieres ser mi reina? ¿Mi compañera de copas? ¿De cama? ¿De fin de semana? ¿Quieres ver mundo? ¿Lo quieres ver de rosa? ¿Quieres ser libre? ¿Tener dueño? ¿Quiero quererte?

*...Hecho un lío ]

miércoles, 29 de noviembre de 2006

~Ella y yo [Segunda Parte]

Acabaron las clases y yo salía por la puerta del colegio bostezando. El cielo vestía sus mejores galas, no había una sola nube y el sol seguía brillando. Tenía la costumbre de salir siempre de los últimos, algo así como un castigo por llegar siempre tarde por las mañanas, así que mis amigos casi siempre me tenían que esperar. Pero ese día no. En la calle hacía bastante calor y la gente se iba rápido en busca de un poco de sombra. Posiblemente era un buen día para ir a la playa. No había clase por la tarde, hacia buen tiempo…la pega es que al día siguiente había un difícil examen de Lengua.

Malditos exámenes, maldita asignatura de Lengua, malditas oraciones compuestas… ¡Qué problemático que es todo!

Entre maldiciones e insultos varios hacia los exámenes y el colegio en general llegaba a mi casa. Fue entonces cuando me acordé de ella. Me dijo que nos veríamos después de las clases, pero no la había visto.

Subí por las escaleras de aluminio hasta llegar a mi terraza. Abrí la puerta de mi habitación y sin mirar nada tiré la mochila a los pies de mi cama. Fuera de la habitación había un asunto más importante del que ocuparse, las plantas. Llené la regadera de agua y fui a dar de beber a mis flores. Geranios, rosas, margaritas, tulipanes… me gustaban todas las plantas. Tenia de todo tipo, de todos colores y olores, y todas eran preciosas.

El día pasó como cualquier otro. Me pasé un buen rato estudiando para mi examen de lengua, que aun llegar todos los días tardes y mostrar una actitud bastante apática hacia el tema escolar, me esforzaba en aprobar. El resto de la tarde salí a dar una vuelta con los amigos. Buen tiempo, más horas de sol, más tiempo para ti y los tuyos… el verano molaba. Solo quedaban tres semanas para que terminase el curso, y es cierto que aun era primavera, pero para mi el verano ya había llegado.

Por la noche me quedé un rato afuera antes de ir a dormir. Saqué un lienzo y una paleta con unas pocas pinturas y me puse a dibujar el paisaje a la luz de unas velas. Desde mi terraza se podían ver otras azoteas de la ciudad, algunas con carteles publicitarios, como por ejemplo una que tenia un rotulo luminoso que anunciaba un caro perfume francés u otro que señalizaba como llegar a un nuevo centro comercial que habían construido en el pueblo. Más al fondo podía verse un pequeño pinar y finalmente el mar. No era ninguna maravilla de paisaje pero a mi me gustaba. Pintar era una cosa que no se me daba del todo bien, dibujaba mejor, pero pintar tenia un “nosequé” que me tranquilizaba. Quizás era el tacto del pincel empapado de pintura al acariciar el lienzo lo que en realidad me gustaba.

Mientras pintaba podía oírse de fondo un saxo entonando una melodía de jazz. En el edificio de enfrente vivían una chica y su novio. Ambos amaban la música, en especial el jazz y por eso había noches que solían tocar sus saxos. Si la noche estaba tranquila, como la de hoy, podían escucharse desde mi terraza.

Antes de poder terminar de pintar me empezaba a entrar sueño. Eran cerca de las doce y media de la noche y pensé que sería bueno dormir un poco, mas aun teniendo un examen al día siguiente. Recogí el lienzo y las pinturas y, como la noche anterior, saqué mi “cama de verano”, la tumbona. Aquella noche sí que hacia calor pero dado a la altura dónde vivía se estaba más fresco. No había hecho mucho en todo el día pero estaba cansado. Me dormí enseguida.

El sol empezaba a dejarse ver tímidamente por el horizonte. En la calle no había apenas gente, solo funcionarios trajeados corriendo hacia las paradas de trenes y autobús. Pese a que me hubiese gustado dormir un rato mas, me levanté de la cama. Sentado, con un codo apoyado en la rodilla y bostezando mientras me rascaba la cabeza con la otra empezaba yo mi día. Era aun pronto y mas para mí, acostumbrado a las prisas y a levantarme tan solo quince minutos antes; hoy me había levantado con tiempo suficiente.

Bajé al piso de mis padres. Mi padre se había ido a trabajar hacía un rato y mi madre empezaba a hacer faena. Simplemente la saludé y me metí en la cocina para hacerme un café. Volví a subir a la terraza y me senté en una silla.

Aun no me había vestido, solo llevaba un pantalón corto gris que me servía de pijama.

Me acabé el café, me lavé, me vestí y me fui tranquilamente hacia el colegio. Seguramente me iría después del patio, hacía demasiado buen día como para malgastarlo encerrado en el colegio. Además era viernes, ¿quién tiene ganas de estar en el colegio un viernes? Nadie.

Y así lo hice. Después de un flojo examen de lengua, un par de horas en clase medio durmiendo medio atendiendo, y un rato de patio con los amigos me fui. Sin embargo, antes de eso fui a hablar con ella. En principio solo me iba a despedir pero al final la conversación se alargó.

-Buenas, “misteriosa desconocida” ¡Hombre, tú por aquí! ¿Qué te trae a venir a hablar conmigo?Nada en especial. Venía a despedirme… - ¿Despedirte? ¿Dónde vas?Supongo que iré a la playa - ¿Y las clases, que pasa con las clases?Hace demasiado buen día como para quedarse aquí… ¿Quieres venirte? Lo pasaremos bienNo creo que esté bien eso… otro día ¿vale?Está bien… - Lo prometo… por cierto, ¿podría pasarme luego a hacerte una visita?Cuando quieras Vale, graciasVenga, pues luego nos vemosSí. Hasta luego

Nos despedimos y me fui. Primero pasé por casa, vacié la mochila de libros y puse una toalla, un bloc de espiral, unos lápices y un par de gomas. Me puse una camiseta de tirantes, un bañador de flores, unas chanclas y unas gafas de sol de estas de “madero americano” que me regalaron por mi cumpleaños, y me fui a la playa.

Eran cerca de las doce del mediodía y realmente era aburrido pasear por la calle a esas horas. Caminaba por la calle dejando perder mi mirada en varios escaparates. No era un fanático de ir de compras pero me hacía gracia mirar escaparates.

Después de veinte minutos de paseo entre las calles de mi ciudad y posteriormente bajo el pinar, llegué a la playa. Mi pequeña ciudad tenía una gran playa con un ancho arenal y aguas, dentro de lo que cabe, limpias.

En la playa no había mucha gente. Caminaba por la arena en busca de un buen sitio para dibujar algo bonito o, simplemente algo interesante. Al final me cansé de buscar y me senté allí mismo. Estaba a media distancia de la orilla donde un par de niños pequeños jugaban a chapotear con las olas. Cerca de mí un par de señoras de mediana edad, posiblemente sus madres, y un poco mas lejos una chica tomando el sol. Saqué mi bloc y un lápiz y empecé a dibujar. Primero a los dos niños jugando y luego la chica que tomaba el sol. Allí, sentado al sol, entre tanta arena hacía demasiado calor como para concentrarse, así que lo dejé. Guardé las cosas y me fui a dar un baño. Después me volví a casa, se acercaba la hora de comer y mi estomago reclamaba comida.

Llegué a casa antes de lo que esperaba. Cuando uno tiene hambre multiplica sus capacidades. Antes de comer, pero, subí a la terraza para regar las plantas. Luego comí una ensalada de bolsa y un yogur. Con la barriga llena y la vejiga vacía ya estaba listo para pegarme una buena siesta. Me quité la camiseta, me estiré en la tumbona, cerré los ojos y dejé que el sueño me llevara.

Pensándolo bien llevaba una buena vida, o al menos un tipo de vida que a mi me gustaba. Vivía a mi manera, sin molestar a nadie y, de vez en cuando, intentando ayudar al mundo. Podría decirse que rozaba la felicidad. Pero la felicidad es algo tan efímero, algo tan ligero que hasta una pequeña brisa podía hacerla volar. Por eso evitaba su uso lo máximo que podía.

Entre sueños y pensamientos filosóficos sobre mi felicidad la tarde empezaba a caer y yo seguía durmiendo. A eso de las seis de la tarde mi móvil empezó a vibrar. Número desconocido para mi corta agenda.

- ¿Quién?Sí, esto soy yo… - Ah, hola. ¿Qué tal? ¿Cómo que me llamas?Te quería pedir un favor… - Pues dime… - Es que verás, quería ir a verte y darte una sorpresa… pero no se ir desde la estación a tu casa… ¿me vienes a buscar? - …sí, claro. Dame cinco minutosHasta ahoraHasta ahora…


Porque las chicas con ojos azules preciosos y pelo castaño con reflejos dorados existen...

lunes, 27 de noviembre de 2006