jueves, 26 de abril de 2007

~Historia sin título [2/2]

Bueno, antes de empezar quiero decir que esta es la segunda parte de una historia que dejé "colgada" hace ya un par de meses. Para los que tengan la intención de leerla, siguieren leer la primera parte AQUI lo podéis hacer. Si ya lo hicistéis, espero que os agrade la segunda y útlima parte.

[...]


Yo me había convertido en un individuo de unos veintiún añitos atípico para una sociedad que cada vez me gustaba menos. Aquella temporada en oriente me enseñó mucho. Yo, entonces, era un centro pequeño y cálido de tranquilidad. La universidad cada vez me parecía menos dura, pero sí más complicada.

El tiempo pasaba. Septiembre, octubre, noviembre…, y así llegamos a mayo. El primer día de mayo, un día de fiesta nacional que tenia que pasarme metido en la biblioteca haciendo un trabajo de relatividad. Es cierto que podía haber escogido ir a la biblioteca de la facultad, pero por cosas de estas que no sabes bien bien como explicar, me quedé en la biblioteca dónde cuatro años atrás solía ir a veces a dar pequeñas lecciones.

Entrar me hizo recordar. La máquina de café, donde siempre metía mi calderilla cuando iba, seguía allí. Pasé de largo sin entretenerme mucho y empecé a subir. Todo aquello no era más que agua pasada, algo que no volvería.

Llegué, busqué con la mirada a alguien conocido y, al no ver a nadie, me senté solo en una mesa. No había mucha gente. Eran cerca de las diez de la noche y yo empezaba con lo mío. La gente entraba, salía, susurraba en voz baja. Yo estaba demasiado concentrado en lo mío como para enterarme de cualquier otra cosa. Estaba tan concentrado incluso, que no me di cuenta de que alguien vino en mi busca. Esto pasó en el instante que noté una mano rascando mi cabeza casi rapada. Me giré en busca de una cara.

- Lo sabía. Sabía que eras tú – Per… pero… - ¿No me digas que no recuerdas quien soy? - - Haz memoria. Íbamos juntos en bachillerato… - ¡Ah vale! Ya caigo quien eres - ¿Qué tal? No te he vuelto a ver desde entonces… - ¿Vamos fuera, tomamos un café y hablamos?Por supuesto

Igual que no creía lo que me pasó cuatro años atrás, tampoco creía lo que me estaba pasando ahora. Era ella, la misma que entonces. No intentaba buscarle una explicación, tan solo agradecía a la nada que me la hubiese vuelto a mandar. Pero había pasado mucho tiempo. Mi corazón recibió un golpe demasiado duro en el pasado y había construido una muralla demasiado alta para cualquier chica. Desde aquel día no me volví a enamorar de ninguna chica. Pero ella no era una chica cualquiera, no sabía si el muro que salvaguardaba mi corazón era a prueba de ella.

Bajamos y salimos a la calle. Ninguno de los dos habíamos cenado aún así que propuse de ir a cenar. Fuimos a cenar a un bar que había unas calles más allá de la biblioteca. Fuimos allí sin la certeza de que aún siguiese abierto, yo lo recordaba cuando iba allí cuatro o cinco años atrás, pero no sabía si habían cerrado o lo habían echado abajo. Por suerte para mí, y como era de esperar, seguía allí, abierto, con su cartel luminoso aun parpadeando. Entramos, nos sentamos y pedimos. Por el camino habíamos hablado de lo que habíamos hecho durante todo este tiempo que llevábamos sin vernos. Me contó que ella no se había movido de aquí, ingresó en la universidad y se puso a trabajar también. Tan solo hizo un par de viajes, pero nada parecido a lo que yo hice.

- Bueno, y después de tanto tiempo, ¿debes haberte echado novia, no?Pues no la verdad… - Dije con algo de resignación - ¿Y tú qué, aún sigues con él? - ¿Con quién? – Contestó sorprendida – ¿Con el chico aquel? Sí, supongo¡Qué va! No sé como pude estar con ese tipo. Lo dejé hace ya bastante tiempo, me parece que poco después de que tú te fueras… - ¿Qué pasó?Nada. Me di cuenta de que no le quería. Lo cierto, si te he de ser sincera, siempre he estado enamorada de un chico y aun estando con él, mi corazón seguía queriendo al otro…

Tragué saliva. No sabía muy bien porqué pero esas palabras habían calado muy hondo en mi, tanto que hasta resquebrajaron la muralla que había alrededor de mi corazón. Aquellas palabras hicieron que, por un pequeño instante una luz cálida y esperanzadora brillase dentro de mí. A pesar de esto preferí cambiar de tema.

Continuamos cenando y después seguimos hablando, durante toda la noche. Al final no hice apenas nada del trabajo que había ido a hacer, pero era agradable volver a encontrar viejos amigos, y más si eran como ella.

A la mañana siguiente me levanté pronto, fui a correr y después volví a ir a la biblioteca a ver si avanzaba mi trabajo, pero inexplicablemente ella apareció por allí. Nos sentamos en la misma mesa, cada uno con lo suyo. Cuando rondaban las doce del mediodía decidimos salir fuera para descansar un poco y hablamos.

Hablaba y hablaba y parecía no cansarse. Me contaba infinidad de cosas que en cierto modo no me llegaban a interesar pero la escuchaba con gusto. Yo era una persona de pocas palabras y cuanto más hablase ella menos hablaba yo. Pero tras un largo discurso al que yo no había prestado mucha atención, cuando más expuesto estaba, ella, como si se hubiese percatado de mi “momento de flaqueza”, cambió su tono de voz y me preguntó que si no me importaría ir a cenar con ella, en plan serio, la noche siguiente. Algo desconcertado asentí con la cabeza y le sonreí.

En un momento, un camino de luces de colores empezaba a iluminar mi vida. No sabía ni como ni porque pero las cosas cambiaban constantemente en mi vida y este era uno de esos cambios que me gustaban.

Así es como llegué a donde estoy ahora, a siete minutos de la hora acordada en el sitio acordado, esperando bajo la luz de una farola y nervioso a más no poder.

No sabía si de verdad era cierto, pero estaba casi convencido de que me había vuelto a enamorar de ella. El muro que tanto trabajo me había costado construir años atrás se había derrumbado en dos días. Implacable y lleno de esperanzas; y nervios. Miraba, a un lado, al otro, hacia atrás. Guardaba las manos en los bolsillos, las sacaba y cruzaba los brazos… hasta que a lo lejos, en una encrucijada pude ver un coche que se detenía para dejar a alguien en la acera. Era ella. Seguía la trayectoria del coche con la mirada, desde la lejanía hasta que se detuvo. Entonces pude ver mejor el interior del coche. Ella y otro y lo inevitable. Antes de bajar se besaron, pero no un beso de despedida de amigos, no. Un beso de verdad, y por si no había sido suficiente, repitieron la escena para deleite de su espectador lejano, yo.

Un escalofrío muy incomodo recorrió mi espalda de arriba abajo y mi corazón dio un vuelco. Todas mis esperanzas, mis ilusiones, todo, roto en el suelo, yaciendo en un charco de sangre imaginaria. Aun faltaban dos minutos para la hora acordada y a ella aun le faltaban un par de calles para llegar, pero me fui, huí.

Corrí y corrí hasta que no pude más, tan solo quería irme lejos. Cuando mis piernas no pudieron más me senté en un banco. Había llegado a un parque a las afueras de la ciudad, a un pequeño parque alejado de la mano de dios. No sabía si llorar, enfadarme, entristecerme o sentirme mal. Era todo tan confuso, tan difícilmente retorcido que mis sentimientos se juntaban y separaban sin parar.

Al poco de estar allí, cuando ya había recuperado el aliento, mi móvil empezó a sonar; era ella. Su nombre brillaba en la pantalla y, en un ataque de ira, alcé el brazo y tiré el móvil contra el suelo, con tanta fuerza que se rompió completamente.

Estaba cabreado, triste y asquerosamente solo.

Dos horas más tarde, cuando deberían ser las doce o doce y media de la noche, llegué a su casa. Piqué y su voz, a través del interfono, volvió a golpearme:

- ¿Sí?Soy yo - ¿Dónde estabas? – Contestó molesta – Me vuelvo a Oriente - ¿¡Qué!?Me has vuelto a romper el corazón, y me voy. Siento haberte dejado plantada antes¡Espera, espera, que bajo!

Dicho esto me fui. No quería que me viera, ni tampoco quería verla yo. Cuando llegué a casa debería llevar una cara horrible, porque mi madre siquiera me preguntó. Comprendió enseguida que algo, no muy bueno, había pasado. Le conté, pero, que a la mañana siguiente me volvería a marchar, pero que volvería a menudo para verla. Mi madre nunca había aceptado muchas de las ideas que salían de mi cabeza, pero esta vez no me reprochó nada. Me dijo que me fuera, que me iría bien; que yo necesitaba estar solo y que cuando volví, meses atrás, lo hice con una sonrisa en la boca. Me pidió que cuando volviese lo hiciera de la misma manera.

A la mañana siguiente volví a partir dejando todo mi pasado nuevamente atrás.

Pues espero que os haya gustado, aunque sea un poco flojo. No ando muy lúcido últimamente, no son buenos tiempos en mi vida. Ale ale, que ya queda poco.
Esto... friki, que esta es la historia que tu decidiste las pautas, eh! ;D

1 comentario:

Dante el Loco dijo...

Sosio me encanta como la has acabado. El joven esperanzado, hace bien en volverse a oriente y dejar atras el pasado.

Saludos!!